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UN RECINTO DONDE LA CREATIVIDAD ROMPE LOS LÍMITES DE LA IMAGINACIÓN

Todas las imágenes: teamLab, Vistas de exposición en el Mori Building Digital Art Museum: teamLab Borderless, 2018. Odaiba, Tokio. Cortesía de © teamLab. El colectivo teamLab es representado por Pace Gallery a nivel internacional. teamlab.art

por Mariana Pérez

UN NUEVO MUSEO DIGITAL EN JAPÓN NOS MUESTRA QUE, EN PLENO SIGLO XXI, LOS PROCESOS CREATIVOS DEL ARTE SE IMPREGNAN DE TECNOLOGÍA Y DAN PRIORIDAD AL TRABAJO COLECTIVO E INTERDISCIPLINARIO PARA SEGUIR EMPUJANDO LOS LÍMITES DE LO QUE DAMOS POR HECHO.

De una manera u otra, el arte siempre ha buscado incursionar en caminos no transitados, en el terreno de lo que hasta ese momento parecía imposible; intentar dar forma a lo inefable; innovar en técnicas, estilos y materiales, y, empujar las fronteras de lo que institucionalmente es aceptado como arte. De ahí que nadie ponga en tela de juicio que la creatividad –esa invaluable capacidad que tenemos para pensar y crear fuera de lo establecido– es una de las características distintivas del quehacer artístico.

El museo de arte digital que recientemente abrió sus puertas en Tokio, bajo el nombre de Mori Building Digital Art Museum: teamLab Borderless es justamente eso: una exquisita transgresión de los límites de lo que tradicionalmente entendemos como arte. En lugar de las experiencias receptivas estáticas y en solitario que aún prevalecen en los museos, aquí hay obras que reaccionan a la presencia, el tacto y los movimientos de los visitantes, al mismo tiempo que proponen una experiencia de cocreación activa y comunitaria. En lugar de las piezas fijas y enmarcadas en un espacio determinado a las que tanto estamos acostumbrados, aquí las obras están en continuo movimiento, fluctúan entre distintos espacios expositivos y nunca se repiten a sí mismas.

Como es de esperarse, detrás de un canvas transformativo de este tipo hay grandes proezas de tecnología digital. Es un lugar de 10 mil metros cuadrados con 520 computadoras y 470 proyectores, además de caleidoscopios robotizados y sensores de movimiento y tacto, que generan espacios tridimensionales de realidad virtual. Las más de 50 obras que componen el proyecto son procesadas en tiempo real por un programa de cómputo, es decir, no se trata de animaciones pregrabadas ni de imágenes en bucle.

Sin embargo, a pesar de esta presencia contundente de medios digitales de vanguardia, el énfasis no está en los aspectos técnicos sino en el disfrute de los ambientes envolventes y de una experiencia de inmersión en el arte sin precedentes. Flores, pájaros, cascadas, estrellas y otros motivos de la naturaleza inundan dichos ambientes, mientras generan imágenes hipnotizantes de un universo pletórico de vida y movimiento. El visitante puede caminar sobre el agua, alterar el vuelo de los pájaros con un toque, transformar con sus dedos un pez en una flor. Escenarios de calma y contemplación se alternan con otros más dinámicos y con un tinte lúdico, pero todos con una nota en común: invitar al visitante a integrarse a una geografía de ensueño –Floating Nest, Crystal World, Multi Jumping Universe y Wheightless Forest of Resonating Life son algunos nombres de las obras.

La tecnología no es entendida, entonces, como algo que nos enajena y aísla, sino como una herramienta que permite conectarnos con la realidad de nuevas maneras. Las obras no buscan individualismo sino conexión. De hecho, el museo cuenta con una vocación social y pedagógica bastante definida, guiada por reflexiones epistemológicas sobre cómo aprendemos, de qué manera nos relacionamos con el entorno y con los otros y cómo exploramos el mundo con nuestro cuerpo. De aquí que el museo cuente con un proyecto educativo como Future Park, un espacio de “creación colaborativa”, según la definición de sus autores. En una tónica similar, Athletics Forest es un “espacio físico creativo” en el que se promueven ciertas habilidades espaciales y coloca el cuerpo del visitante en movimiento, lo mismo brincando en trampolines que balanceándose entre tablas colgantes.

Un proyecto como éste, que propone un entrecruzamiento tan complejo de disciplinas –arte, tecnología y educación, por mencionar algunas– requiere de un equipo de trabajo igualmente interdisciplinario. La compañía de desarrollo urbano Mori Building y el colectivo artístico teamLab son los talentos detrás del museo. Este último se formó en 2001 y a la fecha cuenta con más de 500 miembros entre animadores, programadores, arquitectos, matemáticos y diseñadores, todos unidos por su interés en disolver las fronteras entre la obra de arte y el receptor. Así mismo, busca propiciar nuevas formas de interacción social a partir del potencial de la tecnología digital. Al parecer, en este museo lo han logrado de una manera magistral.

[…] una exquisita transgresión de los límites de lo que tradicionalmente entendemos como arte.

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Mariana Pérez es historiadora del arte y trabaja en proyectos de educación artística y cultural.

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