por Arturo Gutiérrez-Luna
PARA JEAN JACQUES ROUSSEAU LA EDUCACIÓN ES LA VÍA PARA FORMAR AL HOMBRE SOCIAL Y EL TIEMPO ES EL ELEMENTO QUE DA PAUTA Y ORDENA EL PROCESO EN QUE ÉSTA SE DESARROLLA EN LOS JÓVENES.
Todas las imágenes: Tom Price, PP Trees (Árboles PP), 2011. Cortesía del artista.
En el presente ensayo se discuten los conceptos “educación” y “tiempo” en la obra fundadora de la teoría pedagógica, Emilio, o De la educación de Jean Jacques Rousseau, cuya vinculación determina la pedagogía dinámica, diacrónica y específica correspondiente con el joven. Se destaca la jerarquía de la temporalidad en las pautas pedagógicas que provee el pensador ginebrino. Además, se apunta la relevancia de la educación de la persona como inserta, inscrita y comprometida socialmente.
I. Una postura pedagógica
En la teoría pedagógica de Rousseau se establece una pauta para asentar, establecer y desplegar al estudiante en el contexto de los problemas de su entorno, además de prepararlo para que se integre de manera productiva en la sociedad (Rousseau, 1972, pág. 9).
En esta obra, el pensador destaca la vinculación de tiempo y educación como nociones que reivindican la formación de acuerdo con la edad del educando y no en respuesta a un programa determinado para su formación. Rousseau creó con ello una auténtica pieza maestra digna de una lectura meticulosa.
II. La educación determinada por el tiempo
La reconstrucción del hombre social es la consigna que guía la labor educativa de Rousseau, pero esta educación permanece en todas partes determinada por el tiempo.
Por lo cual asume que la naturaleza juega un papel preponderante del que ha de tenerse sumo cuidado. De tal forma, Rousseau confronta la naturaleza con la civilización a la cual se propone llevar al párvulo, al infante y al joven: un sitio donde el aprendiz pueda actuar lealmente (Rousseau, 1972, pág. 371).
Para el pensador ginebrino, la educación consiste en preparar al individuo para su desempeño en la sociedad de que forma parte. Su pedagogía quiere provocar una transición que lo lleve de la forma incipiente del salvaje ajeno a la ciudad, hasta la cabal integración a su entorno, a la conquista de sus prioridades y a sus reglas de juego (Rousseau, 1972, pág. 240 y 279).
Por ello su pedagogía, al tratarse de una serie de estadios, es rotunda y dinámica en la medida en que lo permite el propio educando (Rousseau, 1972, pág. 73).
Según Rousseau, la verdadera educación es teoría para la práctica. De forma que si es necesario entender algo ha de aprenderse mediante ejercicios. Según esta perspectiva, nos educamos antes de la escuela, en el hogar, y en cualquier circunstancia se sucede el proceso educativo. Así, la educación persigue al educando en todo terreno y circunstancia.
Para Rousseau, padre, madre, abuelos y otros parientes, fungen como tutores del estudiante, siempre y en cualquier circunstancia (Rousseau, 1972, pág. 16). De tal suerte, los tutores realizan un papel relevante toda la vida del educando a fin de capacitarlo paulatinamente para un futuro esmerado y un desempeño responsable como miembro activo de la sociedad (Rousseau, 1972, pág. 28).
Para este pensador, tal custodia debe cumplir tres premisas: primero, se ha de instar al desarrollo de los talentos del educando; segundo, debe ayudársele en cuanto haga falta, y, tercera, esa ayuda se circunscribe a lo útil real no a caprichos (Rousseau, 1972, pág. 57).
Una determinación de la vocación capaz de ordenar la educación en el tiempo hasta lograr una formación sólida en el estudiante sólo puede apostar por la educación que rete los talentos de que es dueño absoluto, más allá del tiempo.
Ello explica el escrutinio que proponemos, pues sólo nos permitimos resaltar la forma en que el padre decide evaluar el conocimiento del hijo cuando el padre le pregunta: ¿dónde está el papalote?, mientras le indica la sombra del papalote en el suelo. Cabe señalar que el joven no vuelve la vista para buscarlo en el cielo. Sino que elabora una serie de cálculos para situarlo en el entorno. Es indispensable puntualizar que la respuesta del chico se refiere a la aplicación en la vida de lo aprendido.
III. A manera de conclusión
Para terminar, afirmamos que la formación únicamente es válida si alcanza la elaborada y sutil operación que supone aprender lo útil para incidir en la transformación de la sociedad. Esta formación tiene así un sentido que la compromete con la vocación. De tal forma, la educación es, ante todo, vocación para consumarse ulteriormente frente a los dilemas de la sociedad.
Finalmente, ¿el aprendiz deja de serlo algún día? No para Rousseau. Según su entender ha de continuar su educación hasta el último aliento. El intelecto del estudiante, en realidad, es retado para alcanzar siempre el mayor bien posible en beneficio de la sociedad de la que forma parte.
Bibliografía
Chateau, J., (1985), Los grandes pedagogos, Fondo de Cultura Económica, México.
Espinoza, J., (2008), Rousseau, la mirada de las disciplinas, Casa Juan Pablos-Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México.
Grimsley, R., (1998), La filosofía de Rousseau, Alianza Editorial, Madrid.
Rousseau, J. J., (1972), Emilio, o De la educación, Bruguera, España.
Velázquez Delgado, J., (2008), “Crítica moderna y actualidad en Rousseau” en J. Epinoza, Rousseau, la mirada de las disciplinas (págs. 97-114), Casa Juan Pablos-Universidad Autónoma, México.
«[…] la vinculación de tiempo y educación como nociones que reivindican la formación de acuerdo con la edad del educando […]».
Tom Price es un artista londinense cuya obra se construye en la tensión entre la escultura y el diseño buscando explorar el potencial escondido de materiales cotidianos. La instalación PP Trees potencializa las capacidades del material (polipropileno) al tiempo que nos invita a pensar en nuevas formas de entender la belleza en el mundo.
Arturo Gutiérrez-Luna estudió el Doctorado en filosofía con especialidad en educación en El Colegio de Morelos. Ha publicado en revistas nacionales e internacionales. Es autor de algunos libros. Su última obra es Hacerme cargo (2016).