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EL CAOS EN LA COHERENCIA

por Fernanda Ballesteros
imágenes de Damián Ortega

Si bien nuestra pulsión se inclina a buscar el orden y tener control sobre lo que nos sucede, la realidad demuestra que el caos domina sobre la anhelada coherencia. El caos como el origen, como el punto de partida que desencadena los hechos de la vida y la creatividad. Aceptarlo puede ser el primer paso hacia la realidad.

Crear implica el caos en la coherencia, el manejo de lo amorfo e indefinido desde un lazo lógico, estético o conceptual.

Antes que los dioses, que la ordenación del cosmos, Caos reinó en el aliento entre la Tierra y el Cielo. Luego el Caos concibió el Érebo y el Éter, la oscuridad y el brillo en un bostezo, en una hendidura. O más específicamente, según los griegos antiguos, en una herida abierta. En Metamorfosis, Ovidio le metió al Caos la idea de confusión al describirlo como masa cruda, indigesta, amorfa, sin bordes, de semillas discordantes. Ovidio nos lo deja como confusión y como origen del universo, de nosotros, como ente activo en la vida, en la muerte. ¿Qué tanto masticas de esta masa cruda en tus días desde los pensamientos que se columpian, altaneros, en tu interior? ¿Es una masa que te estorba para el lazo entre lo que piensas y lo que actúas?

¿Puede el aleteo de una mariposa en Brasil desencadenar un tornado en Texas? El matemático y meteorólogo Edward Lorenz escribió la teoría del caos en 1972. Teoría fascinante por el desencadenamiento incontrolable de los hechos. En psicología, Henri Poincaré explica cómo nimiedades, eventos simples, pueden ser causas de comportamientos complejos o enfermos. 

En la ciencia, el caos se explica por una sensibilidad extrema de las condiciones iniciales de dos sistemas que evolucionan de manera diferente. La separación exponencial implica la imposibilidad de predecir. A la ciencia le gusta el control. A los humanos también. Te gusta prepararte mental, física y emocionalmente para el futuro, desde detalles como saber si va a estar caliente o frío el día, la sopa o tu pareja. 

¿Qué tanto necesitas controlar para ser coherente? ¿Qué tanto, por ejemplo, controlas tus palabras? El lenguaje, sensible a las condiciones iniciales, es un río nutrido de distintas corrientes. Cada idioma es una perspectiva diferente de la realidad y dependes de él para comunicarte, con los demás y contigo mismo. Dependes de sus condiciones culturales, históricas y hasta meteorológicas. Un ejemplo: los esquimales tienen una treintena de palabras para el blanco, para sus diferentes tonalidades, necesarias para sobrevivir entre tales cantidades de nieve.

Las palabras son dinámicas, fractales, abiertas, en constante evolución, y tienen la total capacidad de aletear, suavecitas, en el ritmo aparentemente inofensivo de un insecto y desencadenar en un tornado personal o en la guerra de un país. Lacan encuentra en el lenguaje una función creadora. Asunto recíproco: el lenguaje crea al sujeto y el sujeto el lenguaje, un significante para otro. Para llegar al inconsciente, Lacan toma al sujeto como efecto.

¿Cómo encuentras, desde la base caótica del lenguaje, el lazo lógico de quién eres? ¿Cómo te escapas del caos si también se esconde, palpable, en el silencio? El silencio como punta de fuga ideal e imposible y las palabras como tentación y como plaga: Samuel Beckett lo deja claro en sus obras. Cito su novela Molloy: “Mi vida, mi vida, tan pronto hablo de ella como de algo ya terminado como de una tomadura de pelo que dura todavía, y hago mal, pues ha terminado y dura todavía, pero ¿con qué tiempo gramatical del verbo podría expresar esta situación?”

Damián Ortega, Campo de visión / Champ de vision, 2008. Cortesía del artista y kurimanzutto, Ciudad de México / Nueva York.

Cuando no se acepta el caos, nos dirigimos, ciegos, hacia la ansiedad, la obsesión, la neurosis.

¿Qué tipo de silencio es la meditación? Al meditar, no niegas las distracciones. En esos minutos de intento de vacío, observas los pensamientos que atraviesan el escenario de tu mente, los observas, los dejas pasar. Aceptar su presencia les quita relevancia, los sitúa en una nueva jerarquización sin la confusión que aportan los sentimientos. La clave está en la aceptación. 

Aceptar que somos una mezcla de distintos sistemas, que somos piel, cerebro, respiración, voz, átomos, silencios, pasado, huesos, ilusiones, consecuencia de sistemas sociales y biológicos, nos da un primer paso hacia la realidad. Cuando no se acepta el caos, nos dirigimos, ciegos, hacia la ansiedad, la obsesión, la neurosis. El neurótico utiliza el pretexto de la coherencia como culpa, desde una moral superyoica. Lacan dice que el neurótico no quiere defraudar al Otro, que toma el papel de Dios, de sostén fóbico de su yo-ego. Para Lacan, la necesidad de castigo satisface la de la pulsión: la renuncia se vuelve satisfacción al transformar ideales en imperativos mortificantes, sádicos, contra uno mismo. El sujeto se convierte así en instrumento de pulsión de muerte, de goce. 

Del lado opuesto de la ansiedad, de la pulsión de muerte desde la negación del caos, nace la dimensión psicológica de la conducta humana más impredecible: la creatividad. Crear implica el caos en la coherencia, el manejo de lo amorfo e indefinido desde un lazo lógico, estético o conceptual. Crear mete las manos en la masa de semillas discordantes y las mezcla a su manera para engendrar un sistema simbólico, abstracto, de una obra. 

El caos permite una flexibilidad que el control bloquea. Esto lleva a la teoría que conocemos bien: no sobrevive el más fuerte, sino el que se adapta. Por eso, en biología se dice que la vida nace en la cercanía de regiones caóticas, donde hay transición suave, gradual, donde se adquieren niveles crecientes de organización, como lo afirma el doctor Roberto Marco Cuéllar. La adaptación es aceptar y fluir con el movimiento continuo de la evolución, el caos en el que creces y el que forma parte de ti. ¿Cómo saber si eres coherente en este proceso de adaptación?

La coherencia psicológica, además de la aceptación, requiere de una base sólida de comunicación, contigo mismo y con el otro. El lenguaje, aunque esté construido a partir de una masa caótica, va en movimiento, capaz de moldearse a tu contexto para brindar pasajes al inconsciente, para crear pasillos de luz entre lo que piensas y cómo actúas. 

Damián Ortega, Warp cloud (Nube de deformación), 2018. Instalación en la exposición Damián Ortega: Pico y elote en el Museo del Palacio de Bellas Artes, 2024. Fotografía de Gerardo Landa - Eduardo López (GLR Estudio). Cortesía del artista y kurimanzutto, Ciudad de México / Nueva York.

Fernanda Ballesteros es escritora, pintora, performer y documentalista. Trabaja temas psicológicos, históricos y sociales. En 2023 ganó el premio Elías Nandino de poesía. www.fernandaballesteros.com | Instagram @fernandaballesterosf

Damián Ortega es uno de los artistas mexicanos contemporáneos más importantes. Su trabajo en gran medida se basa en la deconstrucción de objetos y procesos conocidos alterando sus funciones y transformándolos en experiencias novedosas y situaciones hipotéticas con un tono de ingenio y humor. Desde esta perspectiva podemos pensar el trabajo de Ortega como una exploración de lo fragmentario, lo disfuncional y lo accidental para reflexionar sobre la idea de caos, coherencia e interdependencia. La galería kurimanzutto representa su trabajo. www.kurimanzutto.com | Instagram @kurimanzutto y @damianortegastudio

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