Todas las imágenes: Vanessa Barragão, Botanical (Botánica), 2019. Cortesía de Studio Vanessa Barragão.
por María Cristina Rosas
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LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS ES EL MAYOR Y MÁS IMPORTANTE ORGANISMO INTERNACIONAL. SI BIEN EN ALGUNAS OCASIONES SU EFECTIVIDAD HA SIDO CUESTIONADA, NO CABE DUDA DE QUE EL TRABAJO QUE LLEVA A CABO A FAVOR DE LOS DERECHOS HUMANOS, LA PAZ, LA SEGURIDAD Y LA COOPERACIÓN ENTRE NACIONES TIENE COMO EJE LA EMPATÍA Y HA LOGRADO UN MARCO DE ACCIÓN COLECTIVA QUE NOS AYUDA A PROYECTAR EL FUTURO.
El próximo 24 de octubre la Organización de las Naciones Unidas (ONU) cumplirá 77 años. Con 193 miembros es el organismo internacional intergubernamental más importante que existe. Hace muchas cosas bien. Otras no tanto. Cierto, la atención la suelen acaparar los órganos que, a los ojos de la comunidad internacional, no logran cumplir los objetivos, en especial el Consejo de Seguridad, aunque esta percepción se extiende, muchas veces de manera injusta, a la Asamblea General, el Consejo Económico y Social, la Secretaría General y la Corte Internacional de Justicia. De hecho, un sexto órgano, el Consejo de Administración Fiduciaria, cumplió a cabalidad su cometido: apoyar la independencia de diversos territorios en situación colonial.
Naciones Unidas hace un gran trabajo con los poco más de 3 231 millones de dólares de que consta su presupuesto anual —cifra de 2021— la mitad de los recursos que recibe cada año el Departamento de Policía de Nueva York. Este dinero le permite apoyar al mundo ante emergencias humanitarias, fenómenos naturales y desastres antrópicos; lidiar con enfermedades viejas y nuevas; luchar contra la delincuencia organizada; asistir a refugiados, mujeres y niños; apoyar la seguridad alimentaria y combatir las hambrunas; hacer frente a la desertificación; impulsar la alfabetización y el empoderamiento de las mujeres; generar reglas respecto de las telecomunicaciones, y, fomentar la colaboración en materia ambiental y meteorológica; entre otras cosas. Se trata de un trabajo titánico, cuyos resultados rara vez saltan a los titulares de los medios de información, dado que las buenas noticias no son noticias.
Al respecto hay que recordar que la ONU es una creación humana y opera a partir de las voluntades políticas de sus miembros. Tiene los márgenes de maniobra que sus agremiados le confieren. Con todo, Naciones Unidas tiene hoy un desempeño distinto respecto de sus primeros años de vida. En 1945, una gran parte del mundo vivía a la sombra del colonialismo. Al paso del tiempo, los movimientos de liberación nacional cumplieron con su objetivo y la ONU sumó nuevos países independientes a sus filas. Con la independencia afloraron peticiones para forjar un nuevo orden económico internacional. La democracia, que antes sólo alcanzaba a una parte reducida de los miembros de Naciones Unidas, se ha extendido en el mundo y pese a que su calidad varía considerablemente de país a país, es el marco en el que la mayor parte de los gobernantes ejercen el poder. Con el reforzamiento de los derechos políticos, los derechos humanos más fundamentales han sido reivindicados, en tanto otros, de nuevo cuño —como el derecho a internet, a la paz y a un medio ambiente sano— han irrumpido en la palestra mundial.
La ONU misma ha sufrido una profunda transformación. A mayores miembros, más presión para buscar una representación equitativa en sus principales órganos. Pero también ello ha abierto la puerta a ampliar los temas abordados, más allá de la paz y la seguridad, el desarrollo y los derechos humanos, que han sido los ejes de la institución. Hoy se tienen acuerdos internacionales en materia ambiental, una declaración sobre los derechos del niño, compromisos en materia de asentamientos humanos, metas para combatir el consumo de estupefacientes y desmantelar redes de la delincuencia organizada, acciones para evitar el genocidio y el memoricidio, medidas para combatir diversas enfermedades, recursos para atender las hambrunas, y muchas más.
Se trata de un trabajo titánico, cuyos resultados rara vez saltan a los titulares de los medios de información, dado que las buenas noticias no son noticias.
Naciones Unidas cuenta con una capacidad notable para hacer frente a emergencias y situaciones críticas. Mediante la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) —nacida en diciembre de 1991—, la ONU coordina la respuesta a emergencias humanitarias que se presentan en el mundo por una variedad de motivos como los conflictos armados, los fenómenos naturales, los desastres de origen antrópico, entre otros. El apoyo a refugiados y desplazados es crucial cuando las personas se ven obligadas a abandonar sus hogares. OCHA tiene la ventaja de contar con una visión global, lo que también permite determinar qué tipo de respuesta es la más apropiada ante cada crisis.
Mucho se ha hablado de la parálisis de Naciones Unidas, por ejemplo, ante los conflictos armados. Hoy, la guerra entre Rusia y Ucrania aviva las críticas ante un trabajo que se percibe deficiente de la institución, en particular, de su Consejo de Seguridad. Con todo, Naciones Unidas cuenta con una amplia experiencia para responder a situaciones de emergencia. Asimismo, la parálisis de uno de sus órganos, no implica que los demás no puedan actuar. No se olvide que, en medio de las hostilidades de Rusia contra Ucrania, por ejemplo, la Asamblea General aprobó una condena contra Moscú el pasado 2 de marzo que fue suscrita por 141 de sus 193 miembros, lo cual revela que, después de todo, la guerra ha sido rechazada en buena parte del globo terráqueo.
Por ello, se considera que, si Naciones Unidas no existiera, sería necesario inventarla. La transformación del organismo no ha sido sencilla, toda vez que las instituciones evolucionan más lentamente que las sociedades, pero su capacidad de adaptación a entornos cada vez más demandantes e impredecibles, tiene su mérito. Hoy Naciones Unidas enfrenta no sólo a las amenazas tradicionales, sino también al desafío ambiental; las epidemias y pandemias; las hambrunas; las recesiones económicas; la violencia política; la destrucción y/o el tráfico ilícito del patrimonio cultural; la intolerancia; el rechazo a la otredad y, la discriminación. Ante ello y considerando la cobertura global que posee, la ONU está en una posición única para entender y atender los flagelos del mundo de hoy.
María Cristina Rosas es presidenta del Centro de Análisis sobre Paz, Seguridad y Desarrollo, Olof Palme, A. C. Profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, su libro más reciente se titula Inteligencia para la seguridad: mitos y realidades. La experiencia de México. www.mariacristinarosas.mx | Twitter @mcrosasg |
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