EL ARBITRAJE Y GUSTAV KLIMT

por Santiago Oñate y Cecilia Azar
imágenes de Gustav Klimt

El arbitraje iniciado por Maria Altmann para recuperar las obras de Gustav Klimt que fueron despojadas de su familia durante la Segunda Guerra Mundial es un ejemplo de cómo el acceso a tribunales judiciales no es la única vía para solucionar conflictos. Además, este caso demuestra cómo la ley puede ser un instrumento clave para reparar las injusticias del pasado.

Durante décadas, Maria Altmann sólo pudo contemplar fotografías del Retrato de Adele Bloch-Bauer I, la obra maestra de Gustav Klimt que parecía brillar con luz propia, una joya de oro y arte que pertenecía a su familia. El original colgaba en la galería de Belvedere en Viena y, venerado como la Mona Lisa de Austria, pocos sabían que esa obra maestra escondía una historia de saqueo. Altmann, refugiada y anciana, no se resignó a la nostalgia. Decidió que la memoria era más poderosa y, con una combinación de terquedad, justicia y el uso del arbitraje, desafió al gobierno austriaco. Su lucha no sólo recuperó un cuadro; redibujó la manera en que el derecho puede ser una herramienta para redimir los errores de la historia. 

En 2024 se cumplieron dieciocho años desde que un tribunal arbitral ad hoc resolvió la disputa entre Maria Altmann y el gobierno austriaco.¹ Las cinco pinturas: Adele Bloch-Bauer I; Adele Bloch-Bauer II; Buchenwald; Häuser in Unterach am Attersee, y, Apfelbaum I, conocidas como las pinturas doradas, se exhibían como emblemas del patrimonio cultural de Austria durante la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, para Maria Altmann estas pinturas eran piezas de su historia familiar y de una injusticia que no se había reparado. 

Adele Bloch Bauer era tía de Maria. Por eso, en 1999 esta última intentó recuperar las pinturas por medio del Comité de Restituciones austriaco, sin éxito. Ante ello, comenzaría una batalla legal que duró cerca de seis años. La historia no comenzó en una sede arbitral, sino judicial, es decir, en las cortes. Ante los tribunales judiciales de California, Maria Altmann decidió demandar al gobierno de Austria, apoyada por un joven abogado llamado Eric Randol Schoenberg. Aunque la Ley de Inmunidades Soberanas Extranjeras de 1976 (FSIA, por sus siglas en inglés) protege a los Estados de ser demandados en tribunales extranjeros, Altmann se basó en la excepción de expropiación prevista en el propio FSIA y que permite iniciar acciones legales cuando los bienes hayan sido tomados en violación del derecho internacional. Austria argumentó que el FSIA no podía aplicarse retroactivamente a hechos ocurridos antes de 1976, como el saqueo nazi de la Segunda Guerra Mundial.

La corte de primera instancia de California rechazó esta objeción y la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito lo confirmó al considerar que el FSIA sí podía ser aplicado retroactivamente. En 2003, Austria llevó el caso ante la Suprema Corte de Estados Unidos, la cual en 2004 resolvió a favor de Altmann, al sostener que el FSIA sí era retroactivo por diseño y que el gobierno austriaco podía ser demandado con base en dicha ley.

Sin embargo, aunque estos cuatro años de litigio en las cortes estadounidenses podrían representar un triunfo para Maria Altmann, era apenas el comienzo de un arduo camino litigioso por recuperar las pinturas. Aunque la decisión de la Corte representó una llave con la que Altmann podía tener acceso al aparato jurisdiccional de los Estados Unidos, la devolución de las pinturas requería un juicio que sería largo, costoso, y con un resultado incierto. 

El gobierno austriaco tenía este mismo sentimiento, ya que sabía lo que implicaría un litigio en cortes estadounidenses, no sólo por la duración y el costo, sino por la posible publicidad de estilo Hollywood que afectaría su imagen. Por lo tanto, en 2005 las partes acordaron suscribir un acuerdo arbitral, para sustraerse de la jurisdicción de las cortes estadounidenses y austriacas y someterse a un tribunal arbitral privado de tres árbitros. 

El 15 de enero de 2006, el Tribunal Arbitral compuesto por los austriacos Andreas Nödl, Walter H. Rechberger y Peter Rummel emitió un laudo con el que resolvió que las cinco pinturas de Gustav Klimt debían serle restituidas a Maria Altmann (como heredera de Ferdinand Bloch Bauer), de acuerdo con la Ley Federal de Restitución de Obras de Arte de 1998 de Austria. El Tribunal Arbitral sostuvo que las obras habían sido transferidas bajo circunstancias coercitivas y, en esencia, no se cumplían los requisitos para una adquisición válida. El tribunal concluyó además que las pinturas permanecían bajo el marco de un legado forzado y que Austria no podía alegar propiedad legítima sobre las mismas. 

La historia de Maria Altmann no es sólo un relato de saqueo cultural, sino una lección de cómo la voluntad de las partes involucradas y las figuras que prevé el derecho pueden corregir los errores de la historia. Más de 60 años después, las pinturas que Ferdinand Bloch-Bauer perdió al huir hacia Estados Unidos en plena Segunda Guerra Mundial regresaron a sus herederos legítimos. No fue fácil; fue necesaria una contienda que atravesó el aparato judicial y culminó en un arbitraje, ese mecanismo que algunos llaman alternativo, pero que aquí demostró ser simplemente adecuado y mucho más eficiente. Las partes supieron reconocerlo: el arbitraje no era otra opción, era la sensata.

Gustav Klimt decía que “el arte no es un paseo placentero; es una batalla”. La familia Bauer-Altmann comprobó esa verdad. Aunque la Segunda Guerra Mundial —y particularmente el régimen Nazi— se llevaron una quinta parte del arte europeo, y gran parte sigue despojado de sus dueños originales, este caso, pequeño en escala, pero profundo en esencia, nos recuerda que el derecho tiene el poder de devolver el orden a lo perdido, de restituir las cosas a su estado natural.  

Las partes supieron reconocerlo: el arbitraje no era otra opción, era la sensata.

Gustav Klimt, Hermine Gallia, 1904.

Gustav Klimt, El beso, 1908-1090.

Gustav Klimt, Adele Bloch-Bauer I, 1907.

Su lucha no sólo recuperó un cuadro; redibujó la manera en que el derecho puede ser una herramienta para redimir errores de la historia.

Gustav Klimt, Casas en Unterach am Attersee, 1916.

Gustav Klimt, Adele Bloch-Bauer II, 1912.

Gustav Klimt, detalles de El beso, 1908-1090.

Santiago Oñate es un abogado mexicano especializado en litigio y arbitraje. Asociado en Galicia Abogados.

Cecilia Azar es una abogada mexicana especializada en litigio y arbitraje comercial. Socia de Galicia Abogados.

Gustav Klimt (1862-1918)​ fue un pintor austriaco, máximo representante del Simbolismo y del movimiento modernista de la secesión vienesa. Durante la Segunda Guerra Mundial, las pinturas de Klimt, al igual que muchas otras obras de arte de colecciones privadas, museos y galerías, fueron confiscadas, robadas o destruidas con el fin de financiar la guerra y apropiarse de bienes culturales. Al día de hoy, algunas de ellas siguen teniendo un paradero incierto o problemático.

  1. La historia de Maria Altmann y de los cuadros de Klimt se relata en el libro La dama de oro de Anne Marie O'Connor, que dio lugar a una película del mismo nombre, con Helen Mirren en el papel de Maria Altmann y Ryan Reynolds en el del joven abogado Schoenberg.