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La transformación del rol del maestro

por Andrea Ramos Stierle

COMO PROCESO DE ADQUISICIÓN E IMPARTICIÓN DE CONOCIMIENTO, LA EDUCACIÓN HA CAMBIADO MUCHO A LO LARGO DEL TIEMPO. HOY, LA PROPUESTA GIRA EN TORNO AL REPLANTEAMIENTO DE LOS ROLES DEL MAESTRO Y EL ALUMNO EN BÚSQUEDA DE UNA EXPERIENCIA EDUCATIVA MÁS RICA Y AUTÓNOMA.

Valeska Soares, Spelling Secrets (II) (left) [Secretos de ortografía (II) (izquierda) / Spelling Secrets (II) (right) [Secretos de ortografía (II) (derecha)], 2007. Fotografías de Eduardo Ortega. Cortesía de la artista.

Constantemente se habla de la necesidad de capacitar a los maestros, aunque, por otro lado, los maestros del sistema educativo se quejan de recibir múltiples tipos de formaciones, sin que estén claramente ligados y, por supuesto, sin que se les dé algún seguimiento. Antes de saber si los maestros tienen la formación, o capacitación, adecuada, hay muchas preguntas que deben responderse. ¿Qué tan obsoleto puede ser el sistema educativo?, ¿por qué el centro sigue siendo el maestro?

En los últimos años, se ha vuelto a cuestionar si la pedagogía, y la educación en general, deberían ser un proceso aún más personalizado. Eso también ha dejado una infinidad de preguntas que se responden de acuerdo con las tendencias del momento y sobre todo con las necesidades que se tienen como sociedad.

Varias décadas atrás se crearon modelos de enseñanza y aprendizaje en los que se priorizaba la participación del estudiante en los espacios educativos, sin embargo, ninguno de esos modelos ha logrado instalarse tan bien como la educación tradicional, conocida como educación bancaria.¹ Los niños deben estar sentados para escuchar cada palabra que dice el profesor como ley, en un acto pasivo: el profesor dicta cátedra y el alumno sólo recibe. No hay posibilidad de inquirir, más que con preguntas de procedimiento, pero nunca con la posibilidad de plantear un camino diferente para resolver las temáticas. Es decir, es una educación en la que no se contempla el pensamiento crítico, más bien se trata de construir seres humanos mecánicos que puedan repetir las lecciones con el único fin de saber cómo realizar la actividad, pero nunca para proponer hacerlo diferente, mucho menos para crear cosas distintas.

La educación bancaria hace que los estudiantes lean sin leer, de ahí el conocido término de “analfabetas funcionales”², es decir, saben cómo hacer una sílaba, una oración, pero pueden perfectamente leer un libro sin entenderlo. Dicha educación implica que sepan sumar con la calculadora y que repitan información de memoria, pero provoca, la mayoría de las veces, que al día siguiente se les olvide cuando comienzan un tema nuevo.

Y luego preguntamos ¿por qué estamos como estamos? La escuela tradicional mata la creatividad, porque impide que el estudiante decida qué es lo mejor para él y para la sociedad.

Es una gran paradoja. En la educación bancaria todos aprenden igual, pero para estar separados, para vivir en la vida de lo vacío³ y de lo individual; compitiendo siempre por ser el mejor de la clase sin pensar en los demás. Es una paradoja porque la educación individualizada comienza a abrirse paso de nuevo, y busca, a pesar de su nombre, que, desde la diferencia, se forme la comunidad. El estudiante debe comprender que siempre será más fácil conocer lo que valora, lo que lo hace feliz y lo lleva a la plenitud, lo que al final le permite ser empático y comprometido con aquel otro.

La educación tiene muchas posibilidades para entenderse, explicarse y llevarse a cabo, sólo fue hace unos cuantos años, por no decir siglos, que se implementó el modelo de escuela como estructura física, moral y ética. Aunque se han mostrado formas diferentes de alcanzar el conocimiento, lo que hasta ahora no ha cambiado es que siempre ha existido un guía: el maestro. Lo que ha cambiado es su rol en el proceso de enseñanza y aprendizaje, así como la determinación del nombre, a veces docente, otras, profesor, preceptor, institutriz, educador y muchos más.

Cómo se ha concebido el papel del maestro es un rasgo relevante para entender la educación. Uno de los papeles con que más se le reconoce es como el eje para decir lo que está bien o mal, es una autoridad moral, desde preescolar hasta la universidad, más allá de la autoridad familiar. En el peor de los casos, el maestro se ha convertido en el malvado que hace que un estudiante decida dejar la escuela, el que ha recomendado a los padres que sus hijos deben abandonar porque no sirven para estudiar, o peor aún, ha fungido como la imagen paterna que el estudiante no encuentra en casa y la única manera de hacer que exista un momento de conocimiento es por medio del castigo4 y la amenaza. Lo anterior no elimina la existencia de grandes maestros, exponentes, que saben cómo compartir el conocimiento y, sobre todo, están interesados en reconocer las necesidades de sus estudiantes, mientras buscan día con día la forma para ser los mejores.

Pero en este momento parece que todos los sistemas educativos están colapsando. Pareciera que los maestros no se quieren capacitar, porque los padres quieren que sean los responsables de todo lo que aprendan sus hijos en la vida, porque les pagan mal, porque se dedican a otras actividades que tienen que ver con luchas sociales, por todas las razones que queramos imaginar, pero ninguna ligada directamente a que se siga privilegiando el sentido de la transmisión del conocimiento hacia los estudiantes, la necesidad de querer conocer más allá de lo imaginable, de ser creativos, de inventar, de saber que siempre se puede ir más allá de lo común.

¿Qué preguntas tenemos que hacer para responder esta problemática? ¿De quién es la culpa? ¿Desde hace cuánto que hacemos todo mecánico y no nos detenemos a ver que todo puede ser diferente? Pareciera que la respuesta está en la tecnología, al menos los sistemas educativos más modernos, que tienen los mejores resultados en las pruebas estandarizadas, se valen de ella en la mayor parte del proceso de aprendizaje. Pero la pregunta sigue abriendo otras ¿qué pasa con el maestro? Aquellos que consideran que todo debe seguir igual y que el gis y el pizarrón son las únicas formas de demostrar un teorema, te dirán que la tecnología es una barbaridad. Incluso podría asegurar que son aquellos que todavía creen que el teléfono celular sólo sirve para hablar y si acaso para enviar mensajes. Estos personajes dirán que la respuesta no está en la tecnología y que la cátedra seguirá siendo la mejor forma de exponer el conocimiento.

La evidencia de lo que está pasando cada día, y cada vez más seguido, es que esto no es cierto, tenemos casos aislados que hablan de estudiantes autónomos que han llegado más lejos que muchos estudiantes que han tenido que soportar conferencias y cátedras tediosas por años y años de universidad. No estoy hablando de fama y dinero, sino de personas que se han realizado por el simple hecho de haber sido intuitivos, creativos para descubrir fórmulas matemáticas, respuestas a teoremas que ni con mil años de lectura se hubieran descubierto. Eso sí, han logrado todo esto en espacios de práctica, con prueba y error, socializando, intercambiando, creando, destruyendo, volviendo a crear y a destruir.

En conclusión, y como una idea más en la que, creo, debemos profundizar, las preguntas primordiales para el presente y el futuro de la educación no deben pasar por capacitar a los maestros o adoptar la tecnología como herramienta educativa, sino por definir el rol del estudiante en el sistema, los métodos de aprendizaje y las libertades del alumno. Los maestros, buenos y malos, han existido y seguirán existiendo, el acceso actual a la información y la tecnología ya nunca decrecerá; el verdadero reto es cómo utilizar todo eso a favor de cada ser, que es único, para crear comunidad y conocimiento.

Valeska Soares, For To (V) [Para de (V)], 2007. Fotografía de Eduardo Ortega. Cortesía de la artista.

Valeska Soares, Love Stories III (collections III and IV) [Historias de amor III (colecciones III y IV)], 2008. Fotografía de Eduardo Ortega. Cortesía de la artista.

El proceso artístico de Valeska Soares explora sistemas que trabajan fuera de los parámetros racionales establecidos, como la locura o la fe, los cuales operan desde formas alternativas de razonamiento y de esta manera le permiten nuevas posibilidades creativas. Su obra forma parte de importantes colecciones como la Solomon Guggenheim Museum (NY), la del Museu de Arte Moderna (Rio de Janeiro) y la del Tate Modern (Londres).

valeskasoares.net

El estudiante debe comprender que siempre será más fácil conocer lo que valora, lo que lo hace feliz y lo lleva a la plenitud, lo que al final le permite ser empático y comprometido con aquel otro.

¹ Freire, Paulo. 1970. Pedagogía del oprimido, Ed. Siglo XXI, México, 1970.

² García, Joaquín. 1997. Educación de adultos, Ed. Ariel Educación, Barcelona, 1977.

3. Lipovetsky, Gilles. 2016. La era del vacío. Ed. Anagrama.

4. Foucault, Michel. 1986. Vigilar y castigar. Siglo XXI Editores. España, Madrid.

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Andrea Ramos Stierle es Licenciada en etnología, Maestra en entornos virtuales de aprendizaje, directora de programa en Enseña por México, amante de la gastronomía, el fútbol y, sobre todo, mamá de Emilia.

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