por Vicente Zarco
EL TRABAJO DE UN PSICOANALISTA POR LO GENERAL SE SOSTIENE EN PREGUNTAS MÁS QUE EN RESPUESTAS. QUIZÁ, JUSTAMENTE EL NO SABER QUÉ EMERGE DE ESTA PRÁCTICA SEA SU FORTALEZA, PORQUE DE ÉL SURGE LA POSIBILIDAD DE CONOCIMIENTO Y CAMBIO.
Esta pregunta encuentra muchas respuestas, tantas como la cantidad de aproximaciones que existen dentro del pensamiento psicoanalítico. Tratemos de dar algunos datos generales sin afán de polemizar demasiado.
Sabemos de la constitución psíquica ¿qué es esto?, asumimos que, en un inicio, en el nacimiento, no hay yo ni sujeto, es decir, sabemos que una persona se construye por medio de sus relaciones con otros, en primera instancia con aquella persona que le procure los primeros cuidados, como la madre o quien realice sus funciones. Sin embargo, ese pequeño sujeto tendrá relación con muchos otros significativos en su historia y se constituirá a partir de todos ellos. También sabemos que, a partir de esas relaciones y sus vicisitudes, la constitución, la construcción, el desarrollo de un sujeto puede tener distintas complicaciones, que solemos definir, desde lo que conocemos, como nuestra psicopatología, basada en una metapsicología que nos sirve de marco conceptual. Dicho marco se ha construido mediante la experiencia de trabajo con los pacientes o los analizandos. Pero el camino no es tan sencillo como parece.
¿Cómo sabemos lo que sabemos? Al escuchar a los pacientes, pero sobre todo aquello que les provoca dolor o conflicto, suponemos, desde un inicio, que aquello que los atormenta o los hace sufrir no es algo simple de resolver, porque si lo fuera ya lo habría resuelto él mismo. De la misma forma, porque desconoce la razón de su dolor o su sufrir a pesar de que nos gustaría sabernos poseedores del control de nuestra vida. Pero si algo enseña el psicoanálisis es que no es así y tenemos noticia de ello por medio de la enfermedad. Ahí donde algunas ideas y sensaciones reconocidas como extrañas nos invaden o paralizan y no ceden ante nuestra voluntad, nos reconocemos enfermos. Algunos ejemplos podrían ser la angustia, la ansiedad, la depresión, las manías, entre otros. “Lo anímico en ti no coincide con lo consciente para ti; que algo ocurra en tu alma y que además te enteres de ello no son dos cosas idénticas”, aleccionaba así Freud al yo en 1917.
Es así como tenemos noticia de la vida inconsciente, de la dominación de las pulsiones sobre nuestra vida anímica y sobre el constante negociar de unas fuerzas con otras.
Pareciera que los analistas tenemos un saber que otros desconocen […] me parece que lo que realmente sostiene nuestro trabajo profesional es que queremos saber eso que ignoramos del sufrimiento humano.
Pero ya una vez que el paciente nos consulta, plantea su dolor y demanda una posibilidad de alivio, ¿sabemos lo que sucede? ¿Tenemos la solución de su sufrir? En mi experiencia no.
Pareciera que los analistas tenemos un saber que otros desconocen. Y aunque en lo general sea cierto, me parece que lo que realmente sostiene nuestro trabajo profesional es que queremos saber eso que ignoramos del sufrimiento humano.
Hace ya varios años, durante mi formación en la Asociación Psicoanalítica Mexicana (APM), recuerdo mi preocupación constante por el tema del diagnóstico. En la formación, compartir experiencias con pacientes en las llamadas juntas clínicas es algo cotidiano, y siempre me sorprendía cómo psicoanalistas y candidatos (alumnos) sabían lo que padecían sus pacientes. Las dudas y la falta de información no me permitían realizar un diagnóstico con la certeza con la que veía a mis colegas llevarlos a cabo. Así, acudía a mis supervisiones clínicas con uno de los hombres más inteligentes que he conocido, el Doctor Juan Carlos Plá y le manifestaba mi preocupación acerca del saber que observaba en mis colegas y del que yo carecía, a mi entender. El Doctor Plá contenía mi angustia, pero poco respondía. Mi insistencia fue tal que un día lo acorralé y le dije: “No sé qué más leer, qué más estudiar para saber lo que les sucede a mis pacientes” y serio respondió: “qué bien”.
Con los años y la experiencia, me di cuenta que lo que sostiene a los psicoanalistas, a los psicoterapeutas, es el querer saber.
Si supiéramos qué sucede o qué padecen nuestros pacientes, correríamos el riesgo de dejar de escucharlos. En este trabajo, no saber es una posición y se convierte en una tarea.
Ese no saber se convierte en un saber, que yo entendería por un querer saber, que junto con el paciente convertimos en una posibilidad, posibilidad de cambio, de conocimiento, de vida. Y me parece que convertir un camino obscuro, de dolor y angustia en posibilidad es mucho quehacer.
Arriba: Luciana Damiani,Insomnia. 1a. Parte: , 2013.
Abajo: Luciana Damiani, Insomnia. 2da. Parte: La ingenua, 2013.
Cortesía de la artista.
Luciana Damiani, I.D. / Sin Nombre, 2015. Cortesía de la artista.
Luciana Damiani, La espera / Anatomía del tiempo muerto, 2015.
Vicente Zarco es psicoanalista y profesor de medio tiempo en el posgrado de psicología de la UNAM. Corresponsable del grupo Psicoanálisis Extramuros UNAM.