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Olafur Eliasson, visiones y revelaciones

La obra que Olafur Eliasson presenta en el Palacio de Versalles entabla un diálogo entre presente y pasado, poniendo al espectador en el centro y desafiando los absolutismos de otros tiempos. Este gesto propone, desde el arte, nuevas formas de pensar, valorar y experimentar el pasado.

Olafur Eliasson, Deep Mirror (Yellow) and Deep Mirror (Black) [Espejo profundo (amarillo) y Espejo profundo (negro)], 2016. Palacio de Versalles. Fotografía de Anders Sune Berg. Cortesía del artista; neugerriemschneider, Berlín; Tanya Bonakdar Gallery, Nueva York. © Olafur Eliasson.

por Mariana Pérez

Hace poco menos de un año, Olafur Eliasson se convirtió en un asiduo visitante del majestuoso Palacio de Versalles. Una y otra vez recorrió sus habitaciones y corredores, exploró detrás de sus puertas cerradas, se adentró en sus jardines, e incluso realizó visitas nocturnas sin más compañía que una lámpara de mano. ¿El motivo? Había sido invitado a formar parte de un proyecto que, desde 2008, propicia el encuentro del arte de los siglos XVII y XVIII con la visión contemporánea de artistas de renombre internacional como Jeff Koons, Takashi Murakami y Anish Kapoor, entre otros. En el verano de 2016, llegaría el turno de Eliasson.

La tarea que el artista danés–islandés tenía entre las manos era desafiante, pues un sitio tan icónico como Versalles está asociado con una serie de valores históricos y sociopolíticos que orientan nuestro acercamiento y nuestra lectura del espacio. Es un lugar que remite continuamente al monarca absolutista por antonomasia, Luis XIV, y a las formas de sociabilidad distintivas de su corte. Es un lugar en el que cada detalle está calculado y entretejido para generar una imagen de suntuosidad y magnificencia que es, en última instancia, una demostración del poder real. Es, al mismo tiempo, un lugar asociado con la caída de la monarquía y el inicio de la Revolución Francesa. La lista de significados y significantes podría continuar, alzando la pregunta: ¿cómo dialogar desde el presente con estos símbolos del pasado?

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«[…] invitar a los visitantes a asumir el control de la autoría de su experiencia en vez de simplemente consumir y ser deslumbrados por la grandeza del lugar ».

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La estrategia por la que optó Eliasson fue, en sus palabras: “invitar a los visitantes a asumir el control de la autoría de su experiencia en vez de simplemente consumir y ser deslumbrados por la grandeza del lugar”. Nos puso, a nosotros receptores, en el centro. Creó intervenciones artísticas que ofrecen una nueva perspectiva y exhortan a tomar posesión del lugar. Esto es aún más relevante en un lugar en el que, históricamente, los mecanismos de visibilidad y representación eran el instrumento del poder exclusivo del rey. Eliasson cambia los papeles y nos empodera. Ahora, el juego de miradas y percepciones nos pertenece. Para lograrlo, siguió la línea de muchos de los trabajos que tanta notoriedad le han ganado en el ámbito artístico: instalaciones multisensoriales que hacen uso de luz proyectada o difractada, imágenes caleidoscópicas, espejos, complejas estructuras geométricas y tecnología que recrea fenómenos naturales. Todo ello para regalarnos ambientes suspendidos en el tiempo que alteran nuestra percepción y nos envuelven, para provocar respuestas emocionales.

En los jardines, Eliasson ofrece tres instalaciones relacionadas con el agua en los distintos estados de la materia. En su estado líquido, la encontramos en la forma de una cascada espectacular, con la intención de reavivar la visión inicial de André Le Nôtre, el jardinero principal de Luis XIV, cuyos planes de incluir una cascada en el eje central del Gran Canal se vieron frustrados por problemas de ingeniería. Al interior, Olafur da continuidad a la primacía de la imagen y la apariencia que hacía de todo el palacio un gran espejo de poder en el que los personajes se construían, bajo estrictas normas sociales, para la mirada de los otros. De aquí que muchas de las obras jueguen con el reflejo bajo una perspectiva poco común o distorsionada que nos desestabiliza y multiplica los puntos de vista desde los que percibimos las habitaciones.

Como Eliasson bien lo sabe y lo demuestra en estas obras, la recepción estética nunca es pasiva. El arte siempre enlaza, establece vínculos, nos invita a conectar. De ahí se desprende su asombrosa capacidad de resignificación. Las obras que hoy pueblan los salones y jardines de Versalles son vivencias dialógicas que, desde el aquí y el ahora, abren ventanas hacia el pasado. Sensibilidades de distintos momentos históricos que convergen e invitan a conectar con remotos valores estéticos y sociopolíticos bajo una nueva perspectiva.


Mariana Pérez es historiadora del arte y trabaja en proyectos de educación artística y cultural.

Olafur Eliasson, Deep Mirror (Black) [Espejo profundo (negro)], 2016. Palacio de Versalles. Fotografía de Anders Sune Berg. Cortesía del artista; neugerriemschneider, Berlín; Tanya Bonakdar Gallery, Nueva York. © Olafur Eliasson.

Olafur Eliasson, Your Sense of Unity (Tu sentido de unidad), 2016. Palacio de Versalles. Fotografía de Anders Sune Berg. Cortesía del artista; neugerriemschneider, Berlín; Tanya Bonakdar Gallery, Nueva York. © Olafur Eliasson.

Olafur Eliasson, Glacial Rock Flour Garden (Jardín de harina de piedra glaciar), 2016. Palacio de Versalles. Fotografía de Anders Sune Berg. Cortesía del artista; neugerriemschneider, Berlín; Tanya Bonakdar Gallery, Nueva York. © Olafur Eliasson.

Olafur Eliasson, Waterfall (Cascada), 2016. Palacio de Versalles. Fotografía de Anders Sune Berg. Cortesía del artista; neugerriemschneider, Berlín; Tanya Bonakdar Gallery, Nueva York. © Olafur Eliasson.

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