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Arquitectura y prejuicio:
de la técnica y la innovación como un instrumento
de cambio

La obra del arquitecto japonés Shigeru Ban se inserta en una línea de arquitectura enfocada a resolver problemáticas sociales y humanitarias al replantear no sólo el valor de los materiales que se usan para construir, también el valor, los objetivos y las posibilidades mismas de la arquitectura como disciplina.

Arriba: Shigeru Ban Architects Europe - Jean de Gastines Architectes, Cité Musicale de l’ile Seguin (Ciudad de la música de la isla Seguin). Cortesía de Shigeru Ban Architects.

«Por eso aún estoy en el lugar de siempre
en la misma ciudad y con la misma gente
para que tú al volver no encuentres nada extraño
y sea como ayer y nunca más dejarnos
Juan Gabriel

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por Pablo Goldin Marcovich


Pablo David Goldin Marcovich es alumno de la Facultad de arquitectura de la UNAM y trabaja en Estudio MMX. Hace dirección de arte para cine, proyectos arquitectónicos y diseño.

Todos los días, toneladas de papel, acero, cables, madera, y materias primas son tiradas a la basura gracias a la licencia que la palabra “desechable” otorga. Permanecer o heredar son conceptos que la publicidad y la cultura de consumo sólo ofrecen a relojes de lujo y pisos de mármol, por más que una vajilla de unicel acompañe a una familia los mismos siglos que una de porcelana.

Sin anunciar el apocalipsis ni hacer una apología de los desechos, quisiera hablar de las relaciones entre valor, materia y oportunidad desde el diseño y la arquitectura. Si bien toda obra construida es comerciable, las implicaciones que la concepción de los espacios públicos y privados tienen, me obligan a pensar que deberíamos concebirla de una manera distinta. Desperdiciar, negar y sobrevalorar son lujos que no podemos permitirnos ante la escasez y la miseria en México y el mundo.

Las últimas tres entregas del Premio Pritzker han sido marcadas por una agenda humanitaria que contrasta con las ediciones anteriores enfocadas en obras de autor y la creación de iconos. Tanto Alejandro Aravena, por sus proyectos para reconstruir las comunidades afectadas por el tsunami en Chile y la innovación en vivienda social, como Frei Otto, el arquitecto alemán laureado en 2015, autor de numerosas investigaciones en materiales, estructuras ligeras y sistemas constructivos, y Shigeru Ban, ganador en 2014, por su labor humanitaria en colaboración con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, conciben el diseño arquitectónico como un instrumento de cambio por encima de la obra específica. Las trayectorias de los tres comparten la idea de sistemas y procesos replicables al servicio de quienes tienen menor capacidad financiera.

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«Desperdiciar, negar y sobrevalorar son lujos que no podemos permitirnos habiendo tanta escasez y miseria en México y el resto del mundo ».

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No es casual que el premio mismo se decantara en esta dirección. La arquitectura no puede ser indiferente a las crisis constantes. Hacer más calidad y más metros cuadrados con menos recursos no es una manera de abaratarse, pero una medida para hacer frente a la desigualdad y las crisis humanitarias. Despachos como Lacaton & Vassal, Fréderic Druot y Jean Nouvel en Francia, así como Juan José Díaz Infante, Mario Pani y el mismo Alberto Kalach con sus recientes colaboraciones con el INFONAVIT, han demostrado que es posible. Para lograrlo, es necesario innovar en el uso de materiales y técnicas de construcción, y liberarse de prejuicios.

Me parece que Shigeru Ban es un buen ejemplo de este proceso de diseño. Su obra no responde a una moda, sino a una creencia firme de que se pueden lograr mayores resultados con menores recursos y esfuerzos. Un proceso de pensamiento que le ha permitido generar espacios dignos y bellos sin importar el material, el presupuesto, el sitio, ni la tipología. Versátil, consciente y coherente, su trayectoria demuestra que antes de convertirse en basura, todo material tiene el potencial de ser transformado en un bien valuable.

Comparemos dos obras aparentemente opuestas, la Paper Log House (1995) concebida para dar asilo a los refugiados del temblor en Kobe, y reproducida en 1999 en Turquía y en 2001 en India, con el reciente edificio de oficinas de Tamedia (2013) de Zúrich. El primero es una unidad de tubos de cartón cimentado con cajas de cerveza y costales de arena a un costo de cerca de 2000 dólares, y el segundo, un edificio de cinco plantas de madera y vidrio que cumple con los más altos criterios energéticos y de confort. No me sorprendería que cada metro cuadrado costara lo mismo que un refugio. Las dos edificaciones no responden a la misma urgencia ni a las mismas causas, sin embargo, ambas innovan y empujan el presupuesto a fin de alcanzar mejores resultados que los predeterminados por el mercado.

Los tubos de cartón en la Paper Log House son un sistema que usó por primera vez en 1985 para llevar a cabo una museografía de bajo presupuesto. El tubo es un elemento cotidiano para enrollar papeles de baño y cimbrar columnas de concreto antes de ser desechados. Sin importarle las connotaciones peyorativas que tienen en la cultura cotidiana, Ban vio en ellos el potencial estructural y decidió que podían encontrar un lugar menos pasivo que la basura. Su resistencia a los esfuerzos de compresión son quizá la mayor de sus virtudes y la que menos explotamos. Fáciles de fabricar y de destruir, los tubos de cartón son el sello de este arquitecto gracias a las obras temporales y desmontables realizadas con ellos. Son un sistema constructivo eficaz y sustentable.

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«Versátil, consciente y coherente, [la trayectoria de Ban] demuestra que antes de convertirse en basura, todo material tiene el potencial de ser transformado en un bien valuable ».

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El edificio Tamedia ofrece argumentos similares a un problema distinto. Claridad estructural, materiales de la región y una exploración tipológica interesante. Inmensas vigas de madera perfectamente talladas embonan con columnas de madera, y generan un inmenso mecano recubierto con grandes piezas de vidrio. El edificio es puro, intriga y emociona tanto como la iglesia de papel o el edificio de oficinas del grupo Swatch en acero y vidrio en el barrio de Ginza en Tokyo.

Bajo la lógica de Ban, numerosas contradicciones podrían ser estudiadas con nuevos ojos. Una cortina tiene la capacidad de funcionar como fachada, las “gridshells” de Frei Otto, ser construidas con cartón, los pabellones para exposiciones mundiales podrían no generar desperdicios y una estructura tensada construida por estudiantes es capaz de funcionar como oficina temporal en el Centro Pompidou de París. Tenemos un déficit de vivienda de 200 mil casas al año (Seduvi, 2015), existen millones de personas en la informalidad que podrían ser mano de obra calificada. Los recursos existen, falta voluntad de usarlos por encima de nuestros prejuicios y las leyes que nos alejan de un entorno más bello y justo.

Hacer buena arquitectura es cuestión de voluntad, del manejo de la técnica y la innovación suficiente para darle la vuelta a la adversidad, también de clientes y usuarios dispuestos a pensar, habitar y valuar distinto su entorno en busca de un bien común. Nuestras ciudades no pueden únicamente depender del mercado inmobiliario. La arquitectura es una herramienta de cambio acompañada de innovación y buen diseño. Shigeru Ban y sus exploraciones en papel lo demuestran.

Shigeru Ban Architects, Centre Pompidou-Metz - Francia, 2010. Cortesía de Shigeru Ban Architects. Fotografía de Didier Boy de la Tour.

Shigeru Ban Architects, Nuevo edificio de oficinas de Tamedia en Zúrich, Suiza, 2013. Cortesía de Shigeru Ban Architects. Fotografía de Didier Boy de la Tour.

Shigeru Ban Architects, Nomadic Museum - Nueva York, 2007. Cortesía de Shigeru Ban Architects. Fotografía de Michael Moran.

Shigeru Ban Architects, Paper Loghouse - Kobe, 1995. Cortesía de Shigeru Ban Architects. Fotografía de Takanobu Sakuma.

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