por Aleida Rueda
imágenes de Akihito Okunaka
Un equipo de investigadores coreanos se dio a la tarea de recopilar datos de estudiantes que cursaron asignaturas creativas para analizar distintos aspectos sobre la relación entre la educación artística y las emociones. Los resultados demuestran que aprendizajes relacionados con la creatividad y el arte pueden contribuir a la salud mental de los alumnos bajo ciertos parámetros de enseñanza.
Recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS)¹ reveló que una de cada siete personas, entre los 10 y 19 años, vive con algún padecimiento de salud mental. En la búsqueda de soluciones, ¿puede ayudar el arte?
Algunos estudios han mostrado que la educación artística puede tener un impacto positivo, pues mejora el estado de ánimo y ayuda a que se desarrollen ciertas habilidades como la lectora o la motriz. Sin embargo, varios autores² señalan que la falta de evidencia sobre el efecto que tiene el arte en otros aspectos clave, como la creatividad, la motivación o el autoconcepto de los estudiantes, dificulta la posibilidad de concluir que el arte mejora la salud mental. Es así porque los potenciales efectos positivos o negativos que pueda tener el arte en las emociones de los jóvenes dependerá de cómo se enseña. Por lo tanto, se vuelve crucial investigar aspectos relacionados con la educación artística, como las escuelas y los profesores, y su efecto en el estado emocional de los jóvenes.
Un grupo de investigadores coreanos recopiló datos de 253 estudiantes que habían cursado distintas asignaturas artísticas en la Universidad Z, en China, y aplicaron una encuesta en una muestra representativa con el fin de analizar la relación entre distintos aspectos de la educación artística y las emociones de los estudiantes.
Sus resultados,³ cuya fiabilidad fue evaluada mediante el Alfa de Cronbach,4 un coeficiente que se usa en psicometría para, justamente, medir qué tan fiable es un test, fueron publicados recientemente en la revista International Journal of Advanced Culture Technology.
El estudio revela aspectos clave, pero pocas veces visibles. Por ejemplo, el reconocimiento profesional de los profesores importa. Cuando los profesores reciben un alto reconocimiento profesional en educación artística, hay un impacto positivo en el desempeño académico de los estudiantes y entonces crece su percepción de autoeficacia, es decir, sienten que son buenos en lo que hacen. Lo mismo sucede cuando hay buenas instalaciones y oportunidades de práctica independiente, los estudiantes tienen más espacios para la creatividad y desarrollan más fácilmente la sensación de logro.
Concluyen que las escuelas pueden contribuir a la salud mental de los estudiantes con acciones que van más allá del contenido curricular. A medida en que reconocen a sus profesores, mejoran los espacios para la creatividad y tienen estrategias didácticas más incluyentes e interactivas, los alumnos se autoperciben más sensibles, exitosos y con emociones más positivas.


Akihito Okunaka, vistas de la exposición Akihito Okunaka. Synesthesia –Crossing the senses with art– en el WHAT MUSEUM, Tokio, 2024 - 2025. ©Akihito Okunaka, Fotografía de Keizo KIOKU.
1.OMS, “La salud mental de los adolescentes”, octubre de 2024. Recuperado de https://shorturl.at/MG5St el 17 de diembre de 2024.
2. Winner, Goldstein y Vincent-Lancrin, La influencia de la educación artística (México: Instituto Politécnico Nacional, 2014). Recuperado de https://shorturl.at/CChCs
el 17 de diembre de 2024.
3. Xin Du, Fangxia Xu y Dongkwon Seong, “Exploring the Impact of Art Education on Students’ Emotions - School and Teacher Factors” en International Journal of Advanced Culture Technology 12, no. 3 (septiembre de 2024): 170–81. Recuperado de https://shorturl.at/fvFBW el 19 de diciembre de 2024.
4. Roco-Videla, Flores, Vladimir, Olguin-Barraza y Maureira-Carsalade, “Alpha de Cronbach y su intervalo de confianza” en Nutrición Hospitalaria, 41(1) (2024), pp. 270-271. Recuperado de https://dx.doi.org/10.20960/nh.04961 el 19 de dicembre de 2024.
EL PODER DEL ARTE PARA LA SALUD
Investigadores en nuestro país desarrollan estudios en el cerebro para analizar cómo se perciben la música y el arte, y qué efectos tienen en nuestras emociones.

Mediante neuroimágenes producidas con resonancia magnética, es posible ver qué partes del cerebro están siendo especialmente impactadas cuando escuchan una melodía, para que en el futuro pueda usarse cierto tipo de música o ciertos ritmos con fines terapéuticos.

Un grupo de investigadores observa una escena: un hombre mayor camina lentamente, con dificultad, encorvado e inclinado hacia la andadera que le permite avanzar. De pronto, el hombre avanza sin andadera, un poco más erguido y a buen paso. Lo que ocurrió es que… escuchó música.
La imagen forma parte de una serie de observaciones y experimentos de distintos grupos de investigación para entender cuál es el efecto que tiene la música, y otros distintos tipos de arte, en el cerebro, pues sospechan que al analizar la forma en que los individuos reaccionan al arte pueden entender cómo funciona el cerebro y cómo prevenir o ralentizar su desgaste.
En México, Vani Rajendran, investigadora del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, ha explorado el vínculo entre música y cerebro en animales. En sus estudios ha observado cómo, por ejemplo, un grupo de ratas, aún sedadas, responde neuronalmente a la música.
Y no sólo eso, ha descubierto que los roedores pueden sincronizarse y hacer un movimiento a partir de cierto sonido; escuchan un ritmo y se sincronizan, es decir, lamen, se detienen, lamen, se detienen, de la misma forma en la que los seres humanos aplaudimos porque nos sincronizamos y predecimos un ritmo. Es lo que se conoce como sincronización auditivo-motora.
Rajendran dice que el ritmo activa el sistema motriz, por eso es común que escuchemos música y queramos bailar. Pero en ciertas patologías, la música activa partes como la corteza motora y el sistema de recompensa, cuyo rol es clave en nuestra capacidad para movernos.
Mediante neuroimágenes producidas con resonancia magnética, es posible ver qué partes del cerebro están siendo especialmente impactadas cuando escuchan una melodía, para que en el futuro pueda usarse cierto tipo de música o ciertos ritmos con fines terapéuticos.
Tras varios experimentos con animales, Rajendran finalmente empezará a estudiar el poder del arte en la salud de los seres humanos. Como parte de su proyecto, la investigadora analizará durante un año a personas mayores para ver si la práctica de algún instrumento, o una actividad artística como la pintura, puede desarrollar cambios en el cerebro que impacten positivamente en el desarrollo cognitivo, como la memoria, la atención y el razonamiento.
La salud del cerebro no puede excluir a la salud auditiva y por eso una de las líneas de investigación en neurociencias más prometedora consiste en analizar cómo se puede usar la música para entender el cerebro y propiciar su salud.
Aleida Rueda es una periodista científica de la Ciudad de México. Escribe para SciDev.Net (América Latina), Salud con Lupa (Perú) y Pie de Página (México). También trabaja como comunicadora científica en el Centro de Ciencias Complejas de la UNAM. Es cofundadora y ex presidenta de la Red Mexicana de Periodistas Científicos.