por Fernanda Cisneros
imágenes de Mauricio Salcedo
El desequilibrio que existe entre el peso que se le da al individuo y el que muchas veces no se le otorga a lo social en la política da lugar a problemas sistémicos como el aislamiento, la pobreza e incluso la violencia. Para encontrar soluciones comprehensivas es crucial trabajar en políticas públicas que consideren un enfoque integral y busquen promover el bien común, la colaboración y la participación ciudadana.
El prisma de excesiva individualización que cubre el mundo actual tiende a generar una serie de problemas imposibles de resolver. Imposibles porque, bajo esa lente, se entiende que ciertas problemáticas sociales son fallas de un individuo, culpable y responsable de solucionarlas. Esta mirada nos ofrece escasas oportunidades de resolver problemáticas complejas, pues es una visión parcial que limita un análisis más equilibrado, que dé atención también a las estructuras sociales a fin de solventar de manera comprehensiva.
El individualismo y la competitividad son rasgos prominentes de muchas sociedades modernas. No se debe subestimar esta influencia en el ámbito político. Intrínseca a lo político, la competencia es un aliciente para resolver desacuerdos, crear consenso y alimentar un ciclo saludable. El desequilibrio ocurre cuando la competencia es usada para sobresalir de manera individual y protagónica —algo corriente en un sistema que premia la distinción— y cuando la oferta política se centra en sabotear al oponente —capitalizando su pérdida como ganancia— sin presentar planteamientos propios, coherentes con el bien común.
En esta línea inmersa en el ethos individualista, plantear problemáticas y crear políticas sociales y económicas tiende a privilegiar la iniciativa individual y la responsabilidad personal. Esto no es un atributo nocivo, pero como se le considera la única opción admisible, pasa de lado la solidaridad colectiva o la intervención estatal para asegurar la justicia social y contrarrestar los obstáculos estructurales que enfrentan los individuos.
Importancia del equilibrio individuo/sociedad
El equilibrio entre individuo y sociedad es delicado: el individuo es la unidad básica de las sociedades, la sociedad proporciona la estructura, valores, normas e instituciones que rigen el comportamiento. No es casual que numerosos académicos se hayan abocado a analizar esta relación, por ejemplo, en la Teoría de la Estructuración, Anthony Giddens ha explorado la interacción entre las estructuras sociales y la agencia humana, confirmando esta influencia mutua.
El desequilibrio entre ambos tiene consecuencias. Para el individuo, se afecta el sentido de pertenencia, se promueve el aislamiento y los problemas emocionales o comportamientos de rechazo. A nivel social, el desequilibrio se materializa en conflictos o en la perpetuación de la desigualdad —sólo aquellos capaces o involucrados verán sus intereses y voces reflejadas—.
En equilibrio, individuo y sociedad generan pertenencia y significado, lo cual impacta el bienestar emocional y social. Si los individuos se sienten valorados, son más propensos a contribuir a la comunidad, se construyen redes de apoyo y se participa en organizaciones y movimientos sociales. El balance es clave para una vida plena y una sociedad justa y equitativa.
El equilibrio entre individuo y sociedad es delicado: el individuo es la unidad
básica de las sociedades, la sociedad proporciona la estructura, valores, normas
e instituciones que rigen el comportamiento.
Mauricio Salcedo, Equilibrio #3, 2023. Cortesía del artista y LGM Galería.
Si los individuos se sienten valorados, son más propensos a contribuir a la comunidad, se construyen redes de apoyo y se participa en organizaciones y movimientos sociales.
Mauricio Salcedo, Impacto #1, 2023. Cortesía del artista y LGM Galería.
¿Cómo podría verse el equilibrio individuo/sociedad?
El agravamiento de la pobreza, las desposesiones causadas por el cambio climático e incluso los problemas de salud, son ejemplos de situaciones complejas que también pueden ser dimensionadas como productos indeseados de incentivos estructurales, cuya solución no puede recaer en una visión individualista. Por ejemplo, la acuciante incidencia de las aflicciones mentales, que según la OMS, una de cada ocho personas sufre alguna. No es casual que vivamos una crisis ante la presión de rendir resultados medibles para asegurar la subsistencia, interacciones virtuales 24/7, el declive del contacto físico y los cambios drásticos del entorno. Esta problemática compleja no puede reducirse solamente a determinadas carencias de salud mental. El medio físico, social y virtual cambia más rápidamente que la biología del cuerpo, y esto repercute en la salud mental. La respuesta debe ser igualmente comprehensiva.
Aunque existen obstáculos para atender la situación, las ventanas de oportunidad más importantes apuntan al equilibrio entre el individuo y la sociedad: un enfoque preventivo, multisectorial y con intervenciones comunitarias. Uno de los aportes desde las ciencias políticas pasa por entender, cuestionar y mejorar las bases políticas y económicas que dan cabida a los trastornos mentales en cada contexto, además de garantizar la participación de distintos sectores sociales. Así se podría contribuir a una visión holística distinta de la centrada en la prestación de servicios de salud mental.
Las soluciones comprehensivas que no dejen a cada individuo a su propia suerte están en manos de futuros desarrolladores de políticas públicas. En un esquema mayor, esto implica un compromiso con un enfoque integral que confronte el individualismo político, que busque promover el bien común, la colaboración y la participación ciudadana. Aunado a la promoción de políticas que incentiven la cooperación entre partidos, reforzar los sistemas electorales de representación proporcional —sobre los de mayorías— y de los mecanismos de democracia participativa —la política debe verse como responsabilidad compartida—, una ética que debe enfocarse en la comunidad, desarrollo de políticas públicas inclusivas que promuevan la equidad y reduzcan las desigualdades.
Mauricio Salcedo, Objeto lítico #2, 2024. Cortesía del artista y LGM Galería.
Mauricio Salcedo, Panal #1, 2021. Cortesía del artista y LGM Galería.
Fernanda Cisneros es experta en desarrollo y cooperación internacional, ha trabajado como consultora y funcionaria pública en temas de democracia y seguridad. Licenciada en Relaciones Internacionales por la UNAM y maestra en Desarrollo Internacional por la Universidad de Birmingham.