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ESE MISMO CIELO EN LA PALMA DE LA MANO: ERICA BOHM

por Tania Puente

Las observaciones celestes que hace la artista argentina Erica Bohm por medio de la fotografía ponen en perspectiva nuestros tiempos y la escala con la que nos medimos. Su registro de un cielo que cambia, pero que también permanece, nos hace reflexionar sobre el equilibrio frágil y hermoso de nuestra existencia.

Abril de 1986. Luego de 76 años, el cometa Halley volvía a orbitar cerca de la Tierra, haciéndose visible para todos, expertos y curiosos, en medio de la noche. Desde la terraza de su casa en Buenos Aires, Erica, que entonces tenía diez años, vio el cometa con una mira telescópica de su papá. Aquel desplazamiento en el cielo y su tenue resplandor le causaron una impresión tan grande que, sin entonces saberlo, daría inicio a una búsqueda poética mediante la fotografía y la astronomía.

La extensa producción artística de Erica Bohm (Argentina, 1976) nos habla de un estrecho pacto con el cielo. En sus exploraciones fotográficas, se adentra en los secretos del universo mediante una serie de procedimientos que oscilan entre la realidad y la ficción. Construye un lenguaje de cercanía y fascinación con los cuerpos celestes, las conquistas espaciales, la ciencia, la literatura, el tiempo y la materia. “Estabilidad y misterio” son las palabras con las que Erica describe la observación astronómica. Los movimientos de los astros, inscritos en sus tiempos cósmicos, afirman una periodicidad que, en contraste, hacen ver el breve lapso de la vida de los humanos en la Tierra como un fenómeno caótico e impredecible. En su práctica, pone en tensión estas escalas y nos permite pensar en el presente, en relación con el pasado y el futuro, en busca de un equilibrio.

Su obra también se trenza en profunda complicidad con la técnica y la materialidad fotográficas. Si bien los tiempos que corren son los de la inmediatez digital y la sobreproducción de imágenes, Erica apuesta por trabajar a contracorriente con tecnologías de otras épocas, como la cámara estenopeica (que carece de lente) y la cámara instantánea (que captura una imagen en positivo directo). Sin previsualizar las tomas fotográficas, se entrega a lo que pueda suceder cuando la luz y el material fotosensible entren en contacto.

Proyectos como la serie Moonlight (2014-2017), en la que registró por tres años consecutivos el tránsito de la Luna en las noches de Luna llena con una cámara estenopeica, enfatizan su interés por el tiempo, cifrado en las huellas que dejan los objetos astronómicos. Los procesos que conforman su práctica hacen que los soportes fotográficos y los papeles fotosensibles muten con el paso de los años. Los colores de las imágenes viran y desvelan una realidad paralela a nuestra percepción, lo que da lugar a fotografías dinámicas, abiertas a las reconfiguraciones de la memoria y de la materia.

Calendario (2005-2006)

Agosto de 2005. Con una directriz clara y sencilla, Erica dio inicio a su nuevo proyecto: a lo largo de un mes, fotografiaría el cielo con una cámara Polaroid todos los días. Transcurrido ese primer plazo, Erica sumó otro mes a su plan, y luego otro y otro más, hasta completar 365 fotografías, desplegando tanto un retrato del cielo, como un autorretrato de largo aliento.

Calendario se convirtió en testigo de una búsqueda poética y vital en un cielo que cambia y permanece en partes iguales. Cada fotografía instantánea compone un gran cielo que propone tanto un juego con las unidades de medida como un campo pictórico expandido. Luego de un año, el calendario se hizo visible y, con él, la vida de la artista, inscrita en el frágil equilibrio de la existencia.

Esta acción nos lleva a una dimensión ritual. Con la cámara como aliada, se refuerza un punto de enunciación, en el que tomar la fotografía, sujetarla entre las manos y esperar a que aparezca en el papel es casi un acto de fe: ese mismo cielo en la palma de la mano. Como la mayoría de sus obras, Calendario constata la profunda relación que Erica sostiene con la bóveda celeste y el espacio exterior, una plegaria subjetiva que acompaña su porvenir y dispone como materia sensible para que otros se encuentren a sí mismos en ese pacto. 

Agosto, 2005.

Septiembre, 2005.

Octubre, 2005.

[…] pone en tensión estas escalas y nos permite pensar en el presente, en relación con el pasado y el futuro, en busca de un equilibrio.

En sus exploraciones fotográficas, se adentra en los secretos del universo mediante una serie de procedimientos que oscilan entre la realidad y la ficción.

Tania Puente García (Ciudad de México, 1988) es curadora, traductora e investigadora. Magister en Curaduría en Artes Visuales por la UNTREF de Argentina, publica de manera frecuente en revistas especializadas en arte de México y otros países. Instagram @tanipony

Instagram @erica_bohm

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