por Isis M. Yépez
imágenes de Lucas Dupin
La palabra inspiración en latín significa “respirar” o “soplar”. En este sentido la autora del texto propone pensar ese respiro, íntimamente ligado al uso de la voz y la palabra, como un posicionamiento personal y una pronunciación del mundo, tal como lo sugiere el pedagogo brasileño Paulo Freire.
“La lengua es el hogar, el mundo, una aventura y un enigma”.
Diotima
Al pensar en este texto, me vino una curiosidad casi inmediata ¿habrá algún vínculo entre la inspiración y la voz? En el acto de escribir ya hay un dejo de nuestra propia voz impregnada en las palabras, si así lo permitimos. Pero ¿qué correspondencias podría haber con los procesos pedagógicos?
El viaje inútil de Camila Sosa Villada es un texto fascinante que habla de la trans/escritura y el propio viaje que implica escribir. A propósito de la inspiración Sosa Villada escribe que “está ligada a una imposibilidad. A la palabra “no”. Que todo nazca de ese imposible”.¹ ¿Qué implica esa imposibilidad? Me parece que se entraña en el hecho de que la inspiración nos llama de muchas maneras, a veces encuentra palabras precisas, pero otras veces se expresa de forma torpe, casi balbucea, o llega como un suspiro, un respiro sutil.
Del latín inspiratio, “respirar”, “soplar”, la inspiración es ese respiro, ese pequeño soplo de vida, tenue, casi imposible. Ese aliento produce, en ocasiones, un dejo de voz. “Respirar” se vincula ineludiblemente con la posibilidad de vivir, pero también con la voz, una condición de posibilidad para nuestra existencia.
Para Paulo Freire, existir humanamente es “pronunciar el mundo”, transformarlo. El mundo pronunciado retorna a modo de diálogo para un nuevo pronunciamiento, ahí viene la transformación.² En este sentido, la voz es un encuentro y un con-tacto que transforma. El acto pedagógico, para Freire, no consiste en una transmisión de conocimientos, sino en el goce de la construcción de un mundo común.
Para Freire lo común se construye en la palabra, en la reflexión, en convertirnos en seres de relaciones y contactos. Lo común, como acto pedagógico, es un encuentro en el que no hay ignorantes ni sabios absolutos, sino seres en comunicación, en busca de saber más: de sí mismos, de los demás y del mundo.³ Por tanto, la voz es una exigencia existencial.
Usar la voz es un acto creador, de ahí la importancia de la “inspiración”, y también un posicionamiento personal para hablar del mundo, compartir desde la palabra la forma que sentimos, vivimos, existimos, hacer cuenta de la diversidad de mundos y con-vivir con ello. En palabras del grupo de filósofas Diotima,4 supondría “traer el mundo al mundo”. Nombrar el mundo5 implica la voz para anunciar nuestra existencia y el sentido que le damos a lo que sucede a nuestro alrededor.
Eso no significa que “hablamos y luego existimos”. Más bien, al hablar, hacemos notar nuestra existencia y la compartimos con las demás personas. Y si nombrar el mundo implica vivir ¿por qué, especialmente a nosotras, las mujeres, nos cuesta tanto pronunciar nuestro propio mundo y cuál es la potencia de la palabra, de la voz y de la inspiración para posicionarnos de manera más real y libre?
Estas preguntas me recuerdan unas palabras de Audre Lorde en su texto La poesía no es un lujo: “Los padres blancos nos dijeron: ‘pienso, luego existo’, la madre negra que todas llevamos dentro, la poeta, nos susurra en nuestros sueños: ‘siento, luego puedo ser libre’. La poesía acuña el lenguaje con el cual impulsar esta exigencia revolucionaria, la puesta en práctica de la libertad”.6
Lucas Dupin, De la serie Bibliomorfas #06, 2023. Cortesía del artista y Galería Lume.
[…] la inspiración nos llama de muchas maneras, a veces encuentra palabras precisas, pero otras veces se expresa de forma torpe, casi balbucea, o llega como un suspiro, un respiro sutil.
Lucas Dupin, B36 de la serie Biblioteca por vir (Biblioteca por venir), 2023. Cortesía del artista y Galería Lume.
El acto pedagógico, para Freire, no consiste en una transmisión de conocimientos, sino en el goce de la construcción de un mundo común.
Y aunque me encantaría hablar de poesía, lo que rescato de Lorde es que la libertad implica riesgo. Conlleva salirse de los marcos que creemos establecidos. No salirnos sólo por la acción de hacerlo, sino por estar en sintonía con nuestro ser, con un movimiento más auténtico y profundo, es decir, “pronunciar nuestro mundo”. Ahí radica la valentía de nuestra voz. Sentirse radicalmente diferente con respecto a los demás, aterra, porque se corre el riesgo de que se nos considere un poco locas.
“Traer nuestro mundo al mundo” es un acto de valentía, de decir y compartir nuestra forma de sentir, de darle la importancia a aquello que nos tras-toca. Y ese pronunciamiento que hacemos es un acto pedagógico, un encuentro de voces, un proceso de negociación entre nuestro sentido de existencia y hacer frente al pavor que nos produce ser vistas y escuchadas. Desde la pedagogía crítica, ese proceso de negociación conlleva realizarse como una persona sincera y consciente de su esencia.
En Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo, Chimamanda Ngozi Adichie plantea la relación de nuestra propia voz con el valor de nuestra existencia: “Así que en lugar de enseñar a Chizalum a agradar, enséñale a ser sincera. Y amable. Y valiente. Anímala a decir lo que piensa, a decir lo que opina en realidad, a decir la verdad […] que esté repleta de opiniones y que sus opiniones tengan un punto de partida fundado, humano y de amplias miras”.7 Este ejemplo posibilita “pronunciar el mundo” desde la voz propia que no pide permiso para existir y permite una “inspiración” más libre y plena.
Aunque ese acto de pronunciamiento es también una práctica. Reitero, a veces salen palabras precisas, a veces sólo balbuceos. Nuestras palabras van forjando la imagen que tenemos de nosotras mismas y a medida que fortalezcamos nuestra existencia “los miedos que rigen nuestras vidas y conforman nuestros silencios comienzan a perder el dominio sobre nosotras”.8 Nuestra voz, presente o ausente, informa sobre nuestra concepción del mundo y sobre nuestra historia. Así que, seamos nosotras quienes decidamos qué historias contar, qué silencios permanecen, qué imágenes, gestos, qué tonos nos acompañan, aunque en ocasiones nos podamos sentir “fuera de lugar”, dejar de pedir permiso para existir.
Lucas Dupin, De la serie Bibliomorfa P, 2024. Cortesía del artista y Galería Lume.
Isis M. Yépez es curadora, escritora e investigadora independiente. Cuenta con estudios en pedagogía por la UNAM y Maestría en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha curado exposiciones tanto en México como en España. Ha publicado artículos de divulgación e investigación en torno al arte contemporáneo y pedagogías críticas en México, España, Alemania y Estados Unidos. Actualmente forma parte del equipo curatorial de la Bienal FEMSA que se llevará a cabo en Guanajuato.
- Camila Sosa Villada, El viaje inútil (Córdoba: Ediciones DocumentA/Escénicas, 2018), p. 41.
- Juan Manuel Fernández Moreno, “Paulo Freire: Una propuesta de comunicación para la educación en América Latina” en Razón y palabra (1999), p. 4.
- Juan Manuel Fernández Moreno, “Paulo Freire: Una propuesta de comunicación para la educación en América Latina”, op. cit, p. 5.
- Diotima es una comunidad filosófica femenina fundada en 1983 en la Universidad de Verona, Italia.
- Diotima: mettere al mondo il mondo: oggetto e oggettività alla luce differenza sessuale (Italia: La Tartaruga edizioni, 1990). www.diotimafilosofe.it/pubblicazioni/mettere-al-mondo-il-mondo.
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Audre Lorde, “La poesía no es un lujo” en Sister Outsider (Madrid: Horas y horas, 2003), p. 14.
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Chimamanda Ngozi Adichie, Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo (Bogotá: Random House, 2017), pp. 58-59.
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Audre Lorde, “La poesía no es un lujo”, op. cit, p. 13.