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VOLUNTAD

Motoi Yamamoto, Floating Garden (Jardín flotante) en la exposición “Univers’ sel” presentada por el Centre des Monuments Nationaux en Aigues Mortes, Francia, 2016. Cortesía del artista.

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por Claudia González

DE ACUERDO CON LA TRADICIÓN JAPONESA, LA VOLUNTAD PUEDE SER UNA GRAN HERRAMIENTA PARA DESCUBRIR NUESTRO LUGAR EN EL MUNDO, EL PUNTO DE ENCUENTRO ENTRE NUESTRA PASIÓN, TALENTO Y VOCACIÓN.

Quizá la voluntad requiera de tiempo. Es potencia, el compás de nuestra vida, una elección personal y única.

Hace poco leí un artículo de Melody Wilding (psicóloga y experta en conducta emocional) sobre la definición de Ikigai, palabra japonesa sin traducción literal al español, pero que significa “tener un propósito que te haga feliz”, es el “eso por lo que vives”.

Encontrar el sentido de la vida o el porqué de la misma es un camino tortuoso que conlleva un sinfín de decisiones equivocadas.

Algunos nos empeñamos en seguir pasiones que no se basan en la realidad y generalmente conducen a frustraciones cuando los sueños no se materializan de la forma en que lo esperamos. Muchos otros nos resignamos a carreras con mucho estatus o dinero sin importar, en la mayoría de los casos, el camino a nosotros mismos. Probablemente compartimos que el peor miedo en la vida es carecer de un sentido en la misma.

¿Qué es el Ikigai y cómo se relaciona con la voluntad? Wilding define al Ikigai como la intersección de hacer lo que te gusta, algo que el mundo necesite, que te interese, que tenga un beneficio social y claro, y que te puedan pagar por hacerlo.

La voluntad encuentra su zona de confort cuando sabe que está en medio de a) la pasión, aquello que nos gusta y sabemos hacer; b) la profesión, lo que sabemos y nos pagan por hacer; c) la vocación, lo que nos pagan por hacer y el mundo necesita; y d) nuestra misión, lo que el mundo necesita sumado a lo que nos apasiona.

En otras palabras, Ikigai es la intersección entre la pasión, la vocación, la misión y la profesión: ese propósito que nos hace vivir. Ikigai es más que un compás para navegar entre decisiones de vida y carrera, es el fin que perseguimos con nuestro accionar cotidiano y, a la vez, tener un propósito en la vida nos motiva y nos hace resilientes.

¿Cómo alcanzar el Ikigai? Con la herramienta para tener elecciones propias, únicas y libres y la potestad de dirigir el accionar propio. La voluntad es esa fuerza que nos hace despertar en las mañanas con un sentido que supera el calendario fijado la noche anterior.

Ojalá hubiera una respuesta inmediata o un manual universal para llegar a “nuestra intersección”. Sin embargo, quisiera compartir algunas reflexiones acerca de la voluntad que aligeran el camino hacia ella.

La voluntad duele porque cultivarla no es de mediocres. Además, es como un músculo que requiere de perseverancia para fortalecerse.

Se necesita de mucho tiempo y reflexión. Cada día es un regalo para ponerla en práctica, cada día es importante en el proceso. Para trabajar la voluntad se requiere de elecciones que parecen triviales, pero están encaminadas a un fin mayor. Es ese fin mayor el que nos lleva a la vez a vivir una vida con sentido.

Cultivar la voluntad es un proceso retador, involucra tiempo de autorreflexión y decisión, pero también implica cometer muchos errores y saber entender las frustraciones. Quizá una voluntad bien trabajada nos devuelve mucha más energía de la que ocupamos para cultivarla.

El ejercicio de la voluntad requiere remover y resetear prioridades, en algunos casos cambiar carreras o dejar atrás relaciones tóxicas en el ámbito familiar, social y laboral. Ella nos fortalece en situaciones de crisis, nos ayuda a dividir y separar, además de identificar las verdaderas razones de los problemas.

La voluntad nos empodera para evaluar las situaciones, las relaciones y el entorno para saber lidiar con el presente y actuar en consecuencia.

La voluntad implica aprender a decir que no a lo que no trasciende, a los rencores, a cumplir las expectativas ajenas y no las propias. Significa también decir que no a castigarnos por decisiones pasadas que no podemos cambiar y a perder el tiempo imaginando lo que podríamos ser en vez de serlo.

Wilding sugiere hacerse cuatro preguntas para poder encaminarnos al Ikigai.

  1. En la actualidad, ¿qué es lo que realmente te hace feliz?
  2. ¿Para qué eres bueno? La respuesta va encaminada a la profesión.
  3. ¿Qué te gustaría que cambiara en tu entorno social?
  4. ¿Para qué te pueden pagar? La respuesta será la vocación.

Estos cuestionamientos, sin duda, trazarán un camino hacia la introspección. La respuesta no vendrá de la noche a la mañana. Sin compromiso, se borrará el trazo, sin voluntad, no habrá respuestas ni un rastro del camino a seguir.

La voluntad, con los fines equívocos de perseguir ese fin último, se convierte en enemiga. Cuando ella persigue un fin útil, la voluntad se convierte en energía pura.

Si es cierto que el fin último de la humanidad es la felicidad, y ésta requiere un balance de vida con sentido, trabajemos pues la voluntad para encontrar esa intersección llamada Ikigai

Motoi Yamamoto, Labyrinth (Laberinto) en la exposición “Making Mends” del Bellevue Arts Museum en WA, Estados Unidos, 2012. Cortesía del artista.

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[…] la intersección de hacer lo que te gusta, algo que el mundo necesite, que te interese, que tenga un beneficio social y claro, que te puedan pagar por hacerlo.

Motoi Yamamoto, Floating Garden (Jardín flotante) en la exposición “Return to the Origin” en el Pola Museum Annex, Tokio, 2015. Cortesía del artista. Fotografía de Em Yamaguchi.

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Motoi Yamamoto es un artista japonés que se dedica a crear instalaciones extraordinarias conformadas de miles de granos de sal y dedicación excesiva. Para Yamamoto la sal posee una estrecha relación con la vida humana que trasciende el tiempo y el espacio. La primera vez que exhibió su obra a nivel internacional fue en 2010 en el Jardín de las Esculturas en Jalapa, Veracruz. motoi.biz

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Claudia González es Directora Ejecutiva para la Banca Privada de J.P. Morgan. Con más de 15 años de experiencia en el área de Wealth Management, Claudia es responsable de Nuevos Negocios para las plataformas de Banca Privada. Egresada del ITAM en administración de empresas. Claudia es mamá de dos hijos: Luis y Sebastián y corre maratones como hobby.

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