por Abraham G. Aldrete
imágenes de Margarita Brum
Desde el siglo XIX, el ser humano ha buscado la inspiración de vivir en el deseo. En las organizaciones teológicas, Dios y la expectativa de una vida después de la muerte, producían sentido de existencia. Después de la Revolución Francesa, en el Romanticismo alemán, surgió un nuevo modelo de ser humano: los seres oníricos que buscan felicidad. ¿Para qué vivir? Para realizar nuestros deseos.
Margarita Brum, Las mitades imposibles, 2022. Cortesía de la artista.
En el contexto analítico, el deseo es una referencia ética: ‘¿Ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita?’.
Margarita Brum, Una bandada de pájaros negros, 2022. Cortesía de la artista.
[…] desde la perspectiva freudiana, el deseo es inspiración onírica que debe negociarse con la realidad y la cultura […].
“Trabajos y cuidados habitan yermas playas
Sin exceder jamás su estrecho círculo.
La fantasía, en cambio, se eleva sobre mares
Lejanos convocando islas felices, tierras fabulosas”.
August Wilhelm von Schlegel
El inconsciente freudiano coincide con los principales temas del romanticismo alemán:¹ la clave de la vida está en los sueños, el arte y la poesía, hay que seguir el deseo. En el campo de la psicología y de la psiquiatría alemana, Griesinger (1817-1868) desarrolló un tratado de enfermedades mentales basado en una teoría psicológica del deseo. Este libro tuvo fuerte influencia en Freud, quien llegó a afirmar que “solamente un deseo puede impulsar a trabajar a nuestro aparato anímico”.² Griesinger y Freud coinciden en la idea de que el deseo tiende a producir una alucinación de satisfacción, y el encuentro con la realidad exige un rodeo necesario: no basta con soñar que comemos, hay que alimentarse en la realidad efectiva. Este desvío está enmarcado por las reglas culturales de cada sociedad: no se puede robar el pan, hay que trabajar por él, por ejemplo. Por lo tanto, desde la perspectiva freudiana, el deseo es inspiración onírica que debe negociarse con la realidad y la cultura: el trabajo y las leyes exigen desarrollar inteligencia para llevar a cabo el proyecto anhelado.
Mediante una lectura en clave hegeliana, Lacan estipula una interpretación negativa del deseo. El ser humano no sigue un plan de vida basado en el instinto animal, porque está atravesado por el lenguaje y la ley. El lenguaje no acierta a decir aquello que se necesita, el sujeto solicita cosas que no lo colman. Entre la necesidad y la demanda, surge una falta que Lacan llama “deseo”. Ésta es importante, porque le permite al sujeto actuar de acuerdo con su excepcionalidad. El deseo permite trazar un camino propio, constituye una orientación fundamental para poder decir “no” a la demanda exigente del otro. Desde esta perspectiva renunciar al deseo es abandonar la propia vía, traicionarse. En el contexto analítico, el deseo es una referencia ética: “¿Ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita?”³
Actuar conforme al deseo tiene varias dificultades: el deseo no tiene garantías de cumplimiento. Más que una meta, es una apuesta. Frecuentemente exige asumir pérdidas, hay bienes a los que hay que renunciar para vivir conforme al deseo. Por lo tanto, el deseo conlleva riesgos: se pierde algo por una apuesta que no tiene garantía de satisfacción. El deseo siempre avanza y en la mayoría de los casos no se conforma con lo que ha obtenido. No hay tregua, invariablemente produce un nuevo horizonte. En algunas situaciones, desear significa anhelar cosas contradictorias, pero permite comprometerse con una pasión particular, resiste a las exigencias del otro, por lo que requiere asumir la soledad de su experiencia.
Lacan desarrolló una lógica de estructuras clínicas que describen la posición de cada sujeto respecto del deseo. En la neurosis hay distintos modos de ceder ante él: el modo histérico y el obsesivo. El sujeto histérico cede mediante una queja reiterada. En un estado de insatisfacción permanente, el deseo se mantiene en la lejanía. Esta distancia se traduce en una ausencia de actos, y en la repetición de una demanda exigente a los otros. A pesar de que se le otorgue todo lo que pida, el sujeto histérico nunca queda satisfecho. Todo lo contrario, los reclamos aumentan. El paciente adjudica a los otros la causa de su malestar y queda instaurado en un sufrimiento querellante. Aunque el sujeto quiera traicionar su deseo, los síntomas son una metáfora que lo recuerdan.
En la neurosis obsesiva, el deseo se coloca en el lugar de lo imposible. El sujeto obsesivo se pone obstáculos, así se prohíbe aquello que desea. Estos impedimentos no tienen que ver con la ley o con la facticidad de la aspiración, sino con prejuicios de ideales morales, autoexigencias e imposición de hazañas. La duda y el sentimiento de culpa le impiden actuar. La represión funciona como un bloqueo que obliga a conservarse en un mismo lugar, sin aspiración alguna. El paciente obsesivo se anquilosa en un estado conformado por deberes, rutinas, preceptos y ceremonias. En estos casos, se tiene la impresión de que el deseo está totalmente muerto, asfixiado, y el sujeto se construye un callejón sin salida, una vida llena de impedimentos.
Aunque el psicoanálisis tiene el valor de tener una propuesta diagnóstica propia, Foucault realiza una crítica al uso esquemático del deseo para elaborar una psicopatología. El pensador de Poitiers señala que el deseo es el núcleo del dispositivo de la sexualidad que surgió en el siglo XIX. Este dispositivo subordina al producir una subjetividad basada en el deseo: el ser del sujeto se identifica con el deseo y se crea el mandato de reconocerse en él. Este modo de comprenderse ha provocado la saturación de “dispositivos que intensifican el deseo y la autoafirmación”,4 de tal manera que la psicopatología construida a partir del deseo necesita una revisión crítica.
Lacan recomienda actuar conforme al deseo, Freud se limitaba a interpretarlo. Entre el acto y la comprensión, en cada proceso psicoterapéutico es necesario incluir el análisis del deseo como un elemento importante del tratamiento: preguntarse por él es una cuestión fundamental para no quedar atrapado en las demandas de los otros. Queda para la discusión si el deseo debe considerarse como un precepto ético o solamente como un modelo de inspiración onírica.
Referencias bibliográficas
Castro, R. Dispositivos neoliberales y resistencias. México: Herder, 2003.
Freud, S. Obras Completas. Ordenamiento, comentarios y notas de James Strachey, con la colaboración de Anna Freud. 24 vols. Buenos Aires: Amorrortu, 2001.
García, J. A. Floreced mientras. Poesía del Romanticismo alemán. Barcelona: Galaxia Gutemberg, 2017.
Griesinger, W. Patología y terapéutica de las enfermedades mentales. Buenos Aires: Polemos, 1997.
Lacan, J. El seminario de Jacques Lacan: libro 7: la ética del psicoanálisis. México: Paidós, 2003.
Margarita Brum, Variaciones sobre retrato rosa IV, 2022. Cortesía de la artista.
Margarita Brum, Variaciones sobre retrato rosa II, 2022.Cortesía de la artista.
Abraham Godínez Aldrete es psicoanalista. Profesor Investigador de tiempo completo del Departamento de Humanidades y Artes del Centro Universitario de Tonalá, UdeG. Miembro del SNI de CONACYT y autor de La noción de ser en psicoanálisis (UACJ, 2017), Filosofía política y subjetividad, aportaciones a una genealogía del deseo (U de G, 2018), Amor romántico y muerte voluntaria, vida y obra de Manuel Acuña (U de G, 2020).
- He expuesto la influencia del romanticismo alemán en el concepto de inconsciente de Freud en el libro Filosofía política y subjetividad: aportaciones a una genealogía del deseo (Guadalajara: UdeG, 2018).
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Freud, Obras Completas. Ordenamiento, comentarios y notas de James Strachey (Buenos Aires: Amorrortu, 2000), p. 559.
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Lacan, El seminario de Jacques Lacan: libro 7: la ética del psicoanálisis (México: Paidós, 2003), p. 373.
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Castro, Dispositivos neoliberales y resistencias (México: Herder, 2003), p. 118.