BIG, Copenhill, 2017. Fotografía de Rasmus Hjortshoj. Cortesía de BIG.
por Pablo Goldin
EL PROYECTO COPENHILL DESARROLLADO EN COPENHAGUE POR EL DESPACHO DANÉS BIG, REPIENSA LA RELACIÓN ENTRE INFRAESTRUCTURA, SOCIABILIDAD, CULTURA Y NATURALEZA PARA OFRECER UN ESPACIO ARQUITECTÓNICO QUE PERMITE EL DEBATE SOBRE EL BALANCE DE LOS DIFERENTES COMPONENTES DE LA VIDA URBANA.
Como parte de las acciones para neutralizar las emisiones de carbono en Copenhague para 2025, los distintos entes públicos y privados que operaban la antigua planta de incineración de basura en la isla de Amager propusieron en 2009 construir un nuevo edificio menos contaminante y con mayor capacidad. En 2011 llevaron a cabo un concurso internacional para diseñar el nuevo edificio. La iniciativa cobró una dimensión inesperada dejando entrever el delicado balance entre armonía y conflicto en el que se articulan los distintos componentes de las ciudades.
La propuesta ganadora, elaborada por el despacho danés BIG, proponía integrar de manera radical la planta incineradora a la vida urbana transformándola en un destino y a la vez en un emblema del compromiso de la ciudad con el medio ambiente. Se buscaba dejar atrás los estigmas sobre la peligrosa relación entre infraestructuras energéticas y la sociedad que tragedias como Chernobyl en 1986 y Fukushima en 2011 plasmaron en el inconsciente colectivo y abrazar de lleno el concepto de sustentabilidad hedonista con el que el Bjarke Ingels, el socio fundador del despacho, abandera sus proyectos en el contexto del cambio climático. Para sorpresa del jurado, el proyecto proponía hacer la planta de incineración de basura con la forma de una montaña y aprovechar su pendiente para esquiar en ella, escalar sus laderas, tener un centro educativo en sus entrañas, disfrutar las vistas de la ciudad desde su cima y lanzar anillos de humo al cielo danés que visualizaran el impacto de la infraestructura en el entorno.
Desde el punto de vista mediático y político la propuesta resultaba irresistible. Algo tan frecuentemente repudiado como una planta energética se convertiría en un hito. Si bien la evolución en el diseño de las plantas de incineración ha avanzado desde hace décadas en un camino de reconciliación entre estos colosos y su entorno –como la planta Spittelau ubicada en el centro de Viena decorada por el artista Friedensreich Hundertwasser, las plantas de Huiyang y Nanhai en China que integraron espacios verdes a su alrededor y el diseño de Thomas Heatherwick para la planta de biomasa BEI-Teesside que tiene forma de volcán–, la Copenhill de BIG agregaba la narrativa de una reconciliación urbana a esta tipología arquitectónica con la cual el antagonismo entre compañías energéticas y sociedad civil migraría hacia un comienzo nuevo y amistoso.
Sin embargo, meses después surgieron algunos conflictos¹ y con ello el dilema que por unos años nutrió las discusiones entre diversos actores sobre la pertinencia del proyecto. El grupo liderado por el Consejo Técnico de Asuntos Ambientales (TEA) argumentó que la planta no tendría suficiente basura para ser económicamente sustentable, mientras que una planta más pequeña junto a un centro de reciclaje sería mejor para el medio ambiente. Otra facción insistió en el cambio de paradigma que representaba la propuesta del concurso. En 2012 los argumentos a favor fueron aprobados y el edificio terminó de construirse en 2019.
Visité el edificio poco antes de ser inaugurado. La fachada es sobria, lo distópico de la pista tiene su atractivo; el interior es impresionante. Algunos autores son reacios,² otros lo describen como un caso ejemplar.³ Si bien me parece que la historia completa se sostiene sobre una capa de hielo fino que pone en evidencia muchos cuestionamientos del diseño urbano, celebro que exista. Entender que el consumo de calefacción, energía y tratamiento de basura pueden generar un edificio como éste y el potencial de conflicto o armonía económica, ambiental y social que representa invitan a seguir pensando el tema.
[…] el proyecto proponía hacer la planta de incineración de basura con la forma de una montaña y aprovechar su pendiente para esquiar en ella, escalar sus laderas, tener un centro educativo en sus entrañas, disfrutar las vistas de la ciudad […].
BIG, Copenhill, 2017. Fotografía de Rasmus Hjortshoj. Cortesía de BIG.
BIG, Copenhill, 2017. Fotografía de Rasmus Hjortshoj. Cortesía de BIG.
BIG, Copenhill, 2017. Fotografía de Soren Aagaard. Cortesía de BIG.
[…] la Copenhill de BIG agregaba la narrativa de una reconciliación urbana a esta tipología arquitectónica […].
Pablo Goldin es arquitecto por la UNAM y urbanista por la Higher School of Economics de Moscú.
www.big.dk | Instagram @bjarke_ingels
1. Como los menciona Urik Kohl en su tesis de maestría en la Universidad de Malmö. Ver Urik Kohl, The Copenhill Crisis: The Dark Side of Planning The Greenest Waste-fired Power Plant Ever Seen, Master Thesis in Urban Studies. Sweden: Malmö Universitet.
2. Johan Madsen, “A Danish fiasco: the Copenhagen incineration plant” en Zero Waste Europe, (2019), https://bit.ly/35tsUl9 (consultado el 10 de noviembre de 2020).
3. Rowan Moore. “Amager Resource Centre Review – Green Energy Goes off-Piste.”, (2019), en The Guardian. Guardian News and Media, https://bit.ly/3s62qPN (consultado el 10 de noviembre de 2020).