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LA CURIOSIDAD EN LAS RELACIONES, ¿MOTOR O CONFLICTO?

por Fernanda Ballesteros
imágenes de Kat Kristof

EN TÉRMINOS DEL PSICOANÁLISIS, NUESTRA CURIOSIDAD, O “PULSIÓN DE SABER”, NOS ACERCA A LOS OTROS PARA DAR LUGAR A LA INTIMIDAD. EN ELLA, EL DESEO Y EL PENSAMIENTO SE ENTRELAZAN Y PUEDEN LLEVARNOS A LUGARES OSCUROS O BRILLANTES EN FUNCIÓN DE NUESTRA CAPACIDAD DE DOMINAR EL EGO Y DE TENDER PUENTES HACIA LOS DEMÁS.

Todas las imágenes son de Kat Kristof. Cortesía de la artista.

¿Cómo utilizar la curiosidad como herramienta para conocimiento de ti mismo, del Otro y del mundo?.

Giras cautelosamente la chapa de una puerta, sin saber si del otro lado van a aceptar que entres o no. Atracción espontánea, natural. ¿Para qué lo haces si nadie te lo pidió? ¿Qué tanto quieres ver, oler, tocar, aprender, confrontarte? ¿Qué tanto calculas los efectos de entrar a ese espacio? 

La curiosidad es una culebra que cava, por debajo de la tierra, conexiones con los otros. ¿Cómo distinguir entre los túneles que crean puntos de encuentro y los que, enredados, engendran laberintos? ¿En qué momento la curiosidad pasa de ser constructiva a perversa, destructiva?

La psicoanalista Melanie Klein escribió que la curiosidad en el humano es un impulso innato que viene desde el primer objeto de conocimiento, desde la exploración del cuerpo materno. Fuerza epistemofílica. Luego viene la edad de las preguntas. El qué-es-eso cada dos minutos de cuando fuiste niño. Klein remarca la importancia de que alguien te responda a esas preguntas sin anticiparlas para que desarrolles tu curiosidad sin represión: una base para el desarrollo intelectual y creativo. 

La “pulsión de saber” enlaza la fuerza del deseo y la actividad del pensamiento según el filósofo y psicoanalista francés Bertrand Pontalis. La curiosidad es una pulsión de saber, movimiento manual y también pensativo, un motor que se dirige y abre estructuras hacia la creación humana. Pero, ¿qué pasa cuando este movimiento, en vez de estar concentrado en un objeto o en un concepto, se vierte hacia una persona?

Hay cuatro tipos de curiosidad según el psicólogo británico Daniel Berlyne: la específica, cuando necesitas información distinta; la diversiva, cuando buscas estímulos que te quiten el aburrimiento; la perceptual, cuando los estímulos son ambiguos o impresionantes y la epistémica, cuando tienes un verdadero anhelo de conocimiento. La diversiva y la perceptual te motivan a encontrar nuevas ideas, mientras que la epistémica es la manera de aterrizarlas. Los factores que prenden tu curiosidad, para Berlyne, son: novedad, complejidad, incertidumbre y conflicto. 

¿Dónde está tu pareja? ¿Qué está haciendo? ¿Con quién habla? ¿Por cuánto tiempo? ¿Desde cuándo lo conoce? ¿Qué le está pasando por la cabeza? ¿Está coqueteando? Cuando la curiosidad por la persona que amas gira en torno a garantizar tu dominio, desde un intento de posesión, se convierte en una búsqueda de comida para tu ego. Para tu goce, en términos lacanianos. El trayecto te lleva a un vacío, a estrellarte contra tus propias sombras: un itinerario cíclico en el que la culpa, la angustia y el hambre de control se amamantan entre ellos. 

Los celos son la curiosidad pervertida, que no acepta la incertidumbre. El “interés extremado y activo que alguien siente por una causa o por una persona”, según la RAE. Y como todo lo extremado, carcome. Otra de las definiciones: “Sospecha, inquietud o temor de que la persona amada deposite su cariño en otra”. La curiosidad se tuerce con el miedo. El miedo impone gases tóxicos a la mirada, al acercamiento. La predisposición al daño mata la confianza hasta asfixiar la relación.

¿Cómo se identifica el deseo de saber que el otro está bien, sano, a salvo? ¿Ya llegó a su casa? ¿Cómo la estará pasando? ¿Cómo se siente? El deseo, según Lacan, crea puentes hacia el Otro. El deseo implica una apertura a la escucha que evita la invasión desde el respeto. Porque al desear, aceptas el vacío en tu ser y buscas la construcción hacia el mundo, hacia los Otros. 

En las relaciones impuestas, las familiares, las laborales, la curiosidad es un índice que marca la frontera entre la indiferencia y la voluntad de amor. También indica protección, miedo o respeto. Puede ser el primer paso para transformar una relación. Preguntas íntimas a tu compañero de trabajo pueden convertirse en los primeros cimientos de una amistad. O al revés. Quieres recaudar más detalles de tu jefe para odiarlo con más precisión. 

La curiosidad no parte de la necesidad. ¿De dónde sale, entonces, del afecto, del capricho? ¿Y qué significa la carencia de curiosidad en una relación? ¿El indicio de un final? ¿Protección? ¿Miedo? ¿Cómo pasar del conflicto al motor? ¿De los celos al interés auténtico? ¿Cómo salir de la ruleta del goce por las escaleras del deseo? ¿Cómo utilizar la curiosidad como herramienta para conocimiento de ti mismo, del Otro y del mundo?

Estamos en perpetuo movimiento, en construcción o derrumbe continuo. El ciclo de vida y muerte está presente cada día. La curiosidad en el amor es probablemente querer entrar en esos ciclos, saber los cambios, los minúsculos y los grandes, las sensaciones y los pensamientos que atraviesan y que transforman, poco a poco, a tu ser amado. Los celos o la curiosidad invasiva aparecen cuando no hay una aceptación de la incertidumbre, de la individualidad. 

En la voluntad de amor, la curiosidad es el terreno fértil para cavar nuevos pasillos, nuevas conexiones. En otras etapas de la relación, por ejemplo, en la pasional, la persona está sumergida en sus emociones y la curiosidad tiende a patinar rápidamente hacia los laberintos de la inseguridad. Se pasa de la pasión al deseo al momento de vencer la represión. Al ya no estar sometido, nace una posibilidad de invención. La curiosidad prende nuevas luces en el enamoramiento. Pero demasiada luz ciega, abruma. 

Ignorar partes del Otro mantiene vivo nuestro interés, nos aleja de la arrogancia. Mantener el espíritu de aprendiz nos asegura un estado de exploración, despegados del ego, con la mirada fresca. 

La curiosidad es una pulsión de saber, movimiento manual y también pensativo, un motor que se dirige y abre estructuras hacia la creación humana.

Kat Kristof es una artista originaria de Hungría que actualmente vive y trabaja en Folkestone, Reino Unido. Estudió arte y diseño en la Universidad de Arte y Diseño Moholy-Nagy de Budapest y en el Royal College of Art de Londres. Tiene una Maestría en Arquitectura y Diseño de Interiores. Influidas por sus estudios de arquitectura, las pinturas de Kat son una fusión imaginativa de elementos naturales y arquitectónicos, que con sensibilidad y sensualidad exploran la complejidad de las relaciones contemporáneas. Una posible lectura de estas pinturas puede apuntar a la idea psicoanalítica de la curiosidad como un “impulso a saber” y un deseo que nos acerca a los demás para dar lugar a la intimidad. www.katkristof.co.uk | Instagram @kat_kristof

Fernanda Ballesteros es escritora, pintora y documentalista, trabaja temas psicológicos, históricos y sociales. En 2023 ganó el prestigioso premio Elías Nandino de poesía. www.fernandaballesteros.com | Instagram @fernandaballesterosf

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