fbpx

JUNYA ISHIGAMI: SOBRENATURAL

por Daniel Daou

EL PROYECTO ART BIOTOP WATER GARDEN DEL DESPACHO JAPONÉS JUNYA ISHIGAMI, UTILIZA ESTRUCTURAS EXPERIMENTALES QUE INTERPRETAN LA ARQUITECTURA TRADICIONAL JUNTO A UNA OBSERVACIÓN Y REFLEXIÓN AFILADA DE LOS FENÓMENOS NATURALES, PARA GENERAR UN ESPACIO ARQUITECTÓNICO QUE REIMAGINA NUESTRA RELACIÓN CON LA NATURALEZA.

Todas las imágenes: Junya Ishigami + Associates, Art Biotop Water Garden en Tochigi, Japón, 2018. Cortesía de Junya Ishigami + Associates.

En la arquitectura la motivación siempre está desde el inicio, es la condición básica para un buen proyecto, que te entusiasme, que quieras asumir el reto de resolverlo, llevar los límites más allá de lo esperado y lograr un buen resultado.

[…] demostrar que reciclar tiene un menor costo económico y un mayor beneficio social y ambiental.

La tradición paisajística comienza en los Países Bajos un país que no existiría si no fuera por las obras de ingeniería que le han permitido ganar terreno al mar. Su pintura fue la primera en considerar el paisaje, no como telón de fondo, sino como protagonista. De ahí que, aunque popularmente el paisaje nos haga pensar en la naturaleza, el concepto más bien alude a un espacio híbrido, resultado tanto de las fuerzas naturales como de la acción humana. En otras palabras, desde su concepción, el paisaje es artificio. 

Pero aun reconociendo el paisaje como artificio, hay de trucos a trucos. Por ejemplo, una cosa es Central Park en Manhattan, que parece ser una rebanada de naturaleza alrededor de la cual creció la ciudad, y otra cosa, los jardines de Versalles cuya geometría estricta delata la mano del jardinero. Y luego está el Jardín Acuático de Junya Ishigami…

Enclavado en las laderas de las montañas Nasu, a una hora en tren bala al noreste de Tokio, el proyecto consiste en un pequeño bosque salido de un cuento de hadas. 318 árboles repartidos entre 160 pequeños estanques de apenas unos cuantos centímetros de profundidad, todo cubierto de musgo. Es una visión fantástica digna del universo de Tolkien o alguna película animada de Hayao Miyazaki. 

El proyecto comenzó cuando Art Biotop, la compañía encargada de administrar el complejo cultural y turístico que incluye restaurante, galería, talleres, villas y residencias artísticas, decidió desarrollar un solar en donde se encontraba parte de un bosque. Ishigami pensó que sería triste talar los árboles del sitio, por lo que se dio a la tarea de desarrollar un plan quijotesco para reubicarlos. 

Hechizante por su geometría que oscila entre lo natural y el artilugio, el jardín es una sinfonía de metáforas sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza. Los árboles fueron trasladados al nuevo sitio por las únicas dos máquinas disponibles en todo Japón para tal tarea. En el plano del proyecto aparecen dibujados los estanques como las amibas estilizadas del clásico videojuego japonés de los noventas, Puyo Puyo. 

El área del bosque que se iba a talar tenía el mismo tamaño que la pradera cercana donde se mudaron los árboles. El resultado es un paisaje híbrido imposible de encontrar en la naturaleza. Bajo el delicado disfraz del agua y el musgo, los robles blancos, las hayas y los cornejos, las flores y el pasto, se esconde un intrincado sistema de membranas impermeables, tuberías subterráneas, mallas retenedoras y un sistema de bombeo que permite la coexistencia del bosque con la pradera. Sin estos trucos mecánicos y el enorme trabajo de mantenimiento, las raíces se ahogarían, la erosión borraría los estanques y los árboles perderían su elegante esbeltez al desarrollar copas más frondosas. 

A lo largo de su rica historia, las formas que ha cobrado el jardín japonés desde los inmaculados jardines imperiales hasta los icónicos jardines de piedra han sido animadas por discusiones filosóficas sobre el papel del humano en la naturaleza. Aunque el jardín de agua a primera vista pareciera romper con esta historia, tiene antecedentes en el jardín japonés tradicional tanto en su concepción como en su cuidado. 

El carácter ambiguo del jardín a veces natural, a veces sobrenatural lo vuelve desconcertante. A veces nos recuerda algunos paisajes típicos, como el “chito” las praderas pantanosas endémicas de Japón caracterizadas por su geomorfología de lagunas someras interconectadas, pero otras, pareciera no tener referentes. Por ejemplo, una técnica del paisajismo tradicional japonés es el shakkei, o paisaje prestado, que es cuando un jardín integra elementos del paisaje distante desdibujando así sus propios límites. El jardín de agua en este sentido es autocontenido.  

Para el artista Robert Smithson, el landart era una manera de explorar el aspecto entrópico de la naturaleza. Una de sus obras más famosas, Spiral Jetty, una formación rocosa en un sitio en el desierto que suele inundarse, tenía por propósito ser testigo de los procesos de erosión natural. En contraste, en el jardín de Ishigami el tiempo se ha detenido. Aunque pasen las estaciones, el agua fluya en los estanques y los árboles renueven sus frondas, el paisaje entero mantendrá su forma tal cual se le fuerza a un bonsái. 

El Antropoceno nos obliga a reimaginar nuestra relación con la naturaleza con formas más simbióticas y menos prometeicas. El jardín de agua no contiene un mensaje moralino de interdependencia y cuidado; no sugiere que la acción humana es necesaria para salvar a la naturaleza. Más bien celebra la exuberancia que es posible cuando sumamos lo mejor de ambas esferas.  

Daniel Daou es arquitecto, Doctor en diseño por la Universidad de Harvard, profesor asociado de la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

www.jnyi.jp | Instagram @junya.ishigami_associates

Deja un comentario

error: Contenido protegido !!