Félix González-Torres, “Untitled” (Perfect Lovers) [“Sin título” (Amantes perfectos)], 1987-1990. Edición de 3, 1 AP. © Félix González-Torres. Cortesía de The Felix Gonzalez-Torres Foundation.
por Andrea Ancira
FÉLIX GONZÁLEZ-TORRES, MEDIANTE SUS ESCULTURAS /INSTALACIONES HECHAS DE CARAMELOS, LUCES TINTINEANTES Y RELOJES SINCRONIZADOS, NOS OFRECE UNA BELLA Y TRÁGICA REFLEXIÓN SOBRE EL AMOR CONTEMPORÁNEO.
¿Qué significa hacer algo en nombre del amor? ¿Puede el amor tener implicaciones ético-políticas? Hacia fines de los ochenta, cuando le preguntaban al artista estadounidense nacido en Cuba Félix González-Torres a qué público dirigía su obra, respondía: “a Ross”. Desde 1988 hasta su muerte en 1996, las bases en las que se teje y explica la producción de este artista son el amor por Ross Laycock, su pareja de más de ocho años, así como la postura crítica pero sutil que asumió frente a una sociedad discriminatoria.
Al estallar la crisis del VIH en Estados Unidos, se comenzaron a adoptar estrategias para resistir la censura o la representación distorsionada de los cuerpos. En ese contexto, González-Torres se integró a Group Material (entre 1987-1991), un grupo de artistas que vivían en Nueva York y que colaboraron alrededor de temas políticos y sociales, desde el activismo cultural, la protesta y la educación comunitaria. En su práctica individual la táctica que adoptó fue distinta, más discreta si se quiere. González-Torres desarrolló un lenguaje estético informado por el minimalismo y el arte conceptual para hablar del amor, la impermanencia, la enfermedad, la mortalidad, la fragilidad de la vida y la regeneración. En un momento en que cualquier artista que transgrediera el canon de la representación heteronormada podía ser censurado o incluso castigado, este artista logró infiltrar sus referencias al amor en las calles y museos públicos.
Un ejemplo de ello es “Untitled” (Perfect Lovers) (1987-1990), una sencilla alegoría del amor, en la que González-Torres instaló en un muro dos relojes idénticos, sincronizados a la misma hora, uno al lado del otro. En la medida en que la batería se consume, los relojes se desincronizan, hasta que alguno de los dos se detiene. Cuando esto sucede, según las instrucciones del artista, éstos deberán ser reemplazados o restaurados. Aunque pareciera ser una solución a un detalle técnico, la regla es esencial para el espíritu de la obra ya que, al reajustar o sustituir los relojes perpetuamente, la pieza adquiere una temporalidad infinita. Estos objetos hacen referencia a los relojes conceptuales de Kosuth de 1965, y la austeridad de la instalación, a la escultura minimalista; sin embargo, como todas las obras de González-Torres, la solución formal sirve como vehículo o metáfora velada de mensajes que en apariencia son personales y hasta cursis, aunque en el fondo contengan una postura política. La abstracción y sustitución poética de los cuerpos de los amantes por los relojes permite leer esta instalación como una metáfora de cualquier tipo de relación íntima. Sin embargo, la interpretación cambia al considerar que el artista creó esta pieza mientras su pareja estaba muriendo. Si bien podría interpretarse como una metáfora existencial del dolor y el miedo frente a la inevitabilidad de la muerte, una suerte de cuenta regresiva o temporizador de la vida, si se mira detenidamente la pieza y el dibujo incluido en la carta que González-Torres le escribe a Ross en 1988, se cae en la cuenta de que, por el contrario, los relojes parecen apoyarse entre sí, uno sobre otro, moverse en paz, juntos, aunque cada uno a su ritmo. Más que reafirmar una concepción idealizada del amor como sincronía absoluta entre dos personas, el amor perfecto al que el título de la instalación alude, quizás, refiere a la ilusión de sincronía y la aceptación radical del flujo de discontinuidades en una relación afectiva como condición de posibilidad del amor y no como obstáculo.
Otro rasgo que caracteriza el trabajo de este artista es el modo en el que gestos simples pero poéticos despliegan un profundo compromiso con el lema feminista que, desde los setenta, preconizaba la necesidad de integrar la esfera de la vida y las relaciones personales como parte del debate y la lucha política. La importancia que le otorga a la dimensión pública y participativa de su trabajo está anclada en esa preocupación y se materializa en formatos que le dan la opción al público de interactuar o completar la obra, haciéndolo parte de sus representaciones del amor. “Untitled” (Placebo) es una escultura hecha de dulces envueltos en papel plateado colocados en el piso, que evoca el lienzo horizontal de Pollock. Esta pieza es del mismo año en que su pareja falleció. Contrariamente a la interacción convencional del espectador con las obras en el museo, esta pieza le da la opción a los visitantes de tomar y consumir los dulces. Tanto el peso, la altura y la recreación de esta instalación (una vez que se terminan los dulces) son decisiones que están en manos de quien exhibe la pieza ya que, según la Fundación Félix González-Torres, la intención del artista era que en cada puesta en el espacio y a lo largo del tiempo, la interpretación y el sentido de la pieza se renovaran. Al ofrecer un regalo, el artista emplea el placer del dulce para confrontar sutilmente al espectador con el miedo social al contacto físico con las personas VIH+. Pero no sólo eso, a manera de un ritual de duelo, esta pieza colectiviza la pérdida y permite negociar y resignificarla con el paso del tiempo, desde distintos públicos, pero también generaciones y comunidades diversas. En este modo de vivir y socializar el duelo que mantiene una tensión con el otro que perdimos, más que obstaculizar, posibilita formas de solidaridad que van más allá del vínculo interpersonal o de pareja. Desde una lectura crítica de Duelo y melancolía de Freud, Sara Ahmed afirma que este rechazo a “dejar ir” u “olvidar” un trauma personal y social es una respuesta ética ante la pérdida.
La obra de Félix González-Torres presenta el amor como una experiencia social que al configurarse con-y-entre-otros, constituye un espacio y un tiempo en el que se revelan las jerarquías y relaciones heteropatriarcales de poder. Al hablar en nombre del amor, sus piezas permiten reconocer la sexualidad como un campo de fuerzas que potencia la vida de algunos y la muerte de otros. A medida que se problematiza la representación usual de los cuerpos amantes y enfermos por medio del arte, se habla de un fenómeno político, un conflicto y una serie de relatos de dolor, pero también de amor comunitario.
Félix González-Torres, “Untitled” (USA Today) [“Sin título” (EEUU hoy)], 1990. (Instalación de dulces envueltos en papel celofán rojo, plateado y azul; suministro ilimitado). Vista de instalación: Felix Gonzalez-Torres: Specific Objects without Specific Form (Félix González-Torres: Objetos específicos sin una forma específica) en Wiels Contemporary Art Centre, Bruselas, Bélgica. Enero – febrero 2010. Curadora Elena Filipovic; marzo – mayo 2010. Curador Danh Vo. Fotografía de Sven Laurent. © Félix González-Torres. Cortesía de The Felix Gonzalez-Torres Foundation.
[…] la aceptación radical del flujo de discontinuidades en una relación afectiva como condición de posibilidad del amor y no como obstáculo.
Félix González-Torres, “Untitled” [“Sin título”], 1991-1993. (Valla publicitaria).
Félix González-Torres, “Untitled” (Placebo) [“Sin título” (Placebo)], 1991. (Instalación de dulces envueltos en celofán plateado; peso ideal 1,000 - 1,200 libras).
Vista de instalación: Félix González-Torres, Specific Objects without Specific Form (Objetos específicos sin una forma específica) en Fondation Beyeler, Basilea, Suiza. Mayo–julio 2010. Curadora Elena Filipovic; julio–agosto 2010. Curadora Carol Bove. Fotografía de Serge Hasenboehler. © Félix González-Torres. Cortesía de The Felix Gonzalez-Torres Foundation.
Félix González-Torres, “Untitled” (America) [“Sin título” (América)], 1994. (Instalación de focos; 12 partes; medidas variables). Vista de instalación: OPEN AT NIGHT – Festival of Lights (Abierto de noche: Festival de luces) en Villa Medici, Roma, Italia. Diciembre 2017 – enero 2018. Curadora Chiara Parisi. © Félix González-Torres. Cortesía de The Felix Gonzalez-Torres Foundation.
Andrea Ancira es escritora, editora e investigadora. Ha impartido y coordinado seminarios sobre Estudios visuales, Teoría crítica y Marxismo; Etnografías sonoras; y Arte sonoro. Actualmente es coordinadora editorial de Buró-Buró y cofundadora del proyecto editorial tumbalacasa. Más información sobre sus proyectos en a-a-g.me.