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APRENDER PARTICIPANDO DEL MUNDO

Todas las imágenes: Ines Esnal, Zimaa’s, 2015. Fotografías de ImagenSubminal Miguel de Guzmán + Rocío Romero. Cortesía de la artista.

por Elisa Navarro Chinchilla

EN LAS TEORÍAS PEDAGÓGICAS ACTUALES VA GANANDO TERRENO LA IDEA DEL APRENDIZAJE MEDIANTE LA PARTICIPACIÓN Y EL ESTUDIO A PARTIR DE SITUACIONES SOCIALES REALES Y CON PERSONAS QUE DOMINAN LO QUE HACEN. ESTO REVIERTE LA IDEA TRADICIONAL DE EDUCACIÓN QUE PIENSA EL CONOCIMIENTO COMO MATERIA FIJA QUE PUEDE SER TRANSMITIDO DE MAESTRO A ALUMNO.

¿Cómo aprendemos? Esta pregunta pedagógica básica tiene muchas respuestas teóricas. En los años noventa una académica matemática, Anna Sfard, nos ayudó a acomodar todas las diferentes respuestas en dos posturas: la metáfora de la adquisición y la de la participación. Esto es importante, porque nos ayuda a entender cómo, últimamente, caminamos cada vez más hacia la idea de que aprendemos participando en lo social, en situaciones reales, y nos alejamos de la idea de adquirir conocimientos sólo en el aula.

Empecemos por ver a qué se refiere Sfard con estas dos metáforas. Bajo la idea de metáfora de la adquisición está toda la línea de pensamiento que plantea que la educación es transferencia de conocimientos. El conocimiento entendido como algo finito, como si fuera una cosa con características físicas que se puede poseer, dar y recibir. Con esta idea estamos muy familiarizados, pues es la forma más convencional en la que el maestro transmite conocimientos a los alumnos, ellos lo adquieren y, en el mejor de los casos, lo “transfieren” a diferentes situaciones para aplicarlo. La transferencia de conocimientos es incluso uno de los indicadores en las evaluaciones que comprueban que el alumno realmente aprendió. Bajo esta metáfora, los conceptos son considerados como la unidad mínima del conocimiento, adquirimos conceptos que se acumulan, se entremezclan y construyen el aprendizaje. Quien aprende es un gran contenedor, como un cajón que puede llenarse. Muchos términos que usamos en la educación se ubican dentro de esta metáfora: facilitar, transmitir, adquirir, construir, apropiarse, transferir, entre otros.

La otra metáfora, la de participación, es una forma de entender el aprendizaje más como una acción que como un sustantivo. El acento ya no está puesto en el concepto de conocimiento sino en el proceso y en la acción de aprender, ya no es tener sino saber hacer. Uno de los principales libros que empujó esta línea de pensamiento fue Aprendizaje situado. Participación periférica legítima. Escrito en los noventa por la antropóloga, Jean Lave, y el informático, Étienne Wenger, el libro propone entender el aprendizaje como algo que sucede en la interacción social y se sitúa en un contexto real. El aprendizaje sucede entre los newcomers o novatos, que aprenden de aquellos que ya saben hacer: los oldtimers o veteranos. La forma más sencilla de imaginarlo es en la que se aprenden ciertos oficios en las familias de artesanos, el adulto hace su trabajo y los niños lo observan, ayudan en tareas menores, y poco a poco, se vuelven expertos; a esto le llaman “participación periférica legítima” en comunidades de práctica. En esta metáfora quedarían términos educativos como: situado, contextual, comunidad, socializar, participar, comunicar, entre otros.

La metáfora de participación ha ido ganando terreno en las últimas décadas. Bajo los planes y programas aparece como “aprender a aprender” o “saber hacer con saber”. El mundo cambia tanto y tan rápido que los conocimientos de ahora no servirán para los trabajos del futuro y de nada sirve acumularlos; por ello los niños deben saber aprender por sí mismos, colaborar con sus pares y tener una formación continua. En las escuelas esta metáfora se ha implementado con ideas como: llevar a los niños de excursión, hacer trabajo de campo, talleres, huertos, simulaciones, interpretación de papeles o roles, prácticas profesionales y uso de juegos en el aula. Todas estas actividades se dirigen hacia la idea de que, quien aprende, debe hacerlo de forma inmersiva, en la práctica, participando de contextos y situaciones lo más parecidas a la realidad.

La propuesta de acomodar las diferentes líneas de pensamiento bajo la idea de estas dos metáforas es una forma de ayudarnos a entender cómo va cambiando el pensamiento pedagógico, pero no hay necesidad de decantarse por una de las dos. La idea de estas dos metáforas también nos puede dar luz sobre propuestas más contemporáneas, como el post humanismo. Si contraponemos el humanismo, bajo la metáfora de adquisición, y el post humanismo bajo la de participación, podemos entender la crítica tan fuerte que el post humanismo arroja sobre la idea de aprendizaje.

El post humanismo aglomera una serie de corrientes de pensamiento que buscan ir más allá del humanismo, con ideas diversas como: imaginar un planeta sin nosotros; quitarle peso a la subjetividad humana y darle peso a la colectividad, a la comunidad o a todo los que nos rodea (cosas, plantas o animales), abriendo también una postura ética, en la que los humanos no tenemos más derecho que las demás entidades biológicas; o el trans humanismo, que busca superar las limitaciones de la inteligencia humana y dar paso a la inteligencia artificial o a la idea de lo humano más allá del cuerpo físico. Estas ideas caen bajo la metáfora de participación: “Participación es casi un sinónimo de ‘ser parte de’ o ‘participar de’, ambas expresiones apuntan a que el aprendizaje debe ser visto como el proceso de formar parte de un gran todo”.¹ El humano como un participante más del mundo natural o social; como un ser que puede ir más allá de su subjetividad para pensarse en la comunidad o en el todo.

Si el proyecto por excelencia del humanismo ha sido la escuela, donde aprendemos a ser mejores humanos, al adquirir conocimientos y distinguirnos de lo animal, ¿cómo sería entonces una escuela post humanista o qué papel tendría la educación? Hay muchos académicos (Clayton Pierce, Patricia MacCormack, Helena Pedersen, Jason Wallen, entre otros) que desde el post humanismo construyen críticas que nos permiten imaginar otra función para las escuelas:

Mientras las teorías de educación humanista típicamente ven el conocimiento y el aprendizaje como algo que se construye o se adquiere, las ontologías post humanistas configuran la práctica pedagógica como convergencias e intensidades que fluyen; un contagio mutuo entre humanos (maestro, aprendiz, niño, estudiante) y no humanos (salón, computadora, libro de texto); entidades que se mueven, convergen, formando momentáneamente, ensamblajes inestables de aprendizaje dentro de un espectro muy variado de palabras y potencialidades en formación. 

 

El acento ya no está puesto en el concepto de conocimiento sino en el proceso y en la acción de aprender, ya no es tener sino saber hacer.

El humano como un participante más del mundo natural o social; como un ser que puede ir más allá de su subjetividad para pensarse en la comunidad o en el todo.

Bibliografía

Sfard, Anna. “On Two Metaphors for Learning and the Dangers of Choosing Just One” en Educational Researcher Vol. 27, No. 2 (USA: SAGE, 1998).

Pedersen, Helena. “Education” en Critical Posthumanism / Genealogy of the Posthuman. https://criticalposthumanism.net (consultado el 22 de febrero de 2021).

Ines Esnal es una creadora española que reside y trabaja en Nueva York desde 2006 donde se desempeña como arquitecta y artista con un enfoque integrador. Es directora de Studio Esnal, fundado en 2014, donde se realizan proyectos de arquitectura e instalaciones de arte de ámbito internacional con una sensibilidad que invita a comprender de manera profunda la realidad que nos rodea. www.inesesnal.com | Instagram @inesesnal

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Elisa Navarro Chinchilla es desarrolladora de videojuegos y tecnología educativa. Fundadora de Gargamel Estudio, es Maestra en pedagogía por el Instituto de Educación de UCL (Reino Unido), animadora por Eunoia School y Licenciada en literatura por la Universidad Iberoamericana. www.gargamel-estudio.com

1. Anna Sfard, “On Two Metaphors for Learning and the Dangers of Choosing Just One” en Educational Researcher Vol. 27, No. 2 (USA: SAGE, 1998).

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