LA ESCUELA RURAL PRODUCTIVA Y DE CÓMO EL ESPACIO PUEDE SER DISEÑADO COMO AGENTE ACTIVO DE APRENDIZAJE

por Fernanda Chávez Pérez

La Escuela Rural Productiva es un proyecto desarrollado por Comunal, grupo de trabajo mexicano, en el que se vinculan estudiantes, comunidad, arquitectos y empresas, con el fin de demostrar que la arquitectura se puede convertir en un agente activo de aprendizaje que da lugar a que los estudiantes se apropien de su lugar de estudio para adaptarlo a sus necesidades.

El entorno que construimos desempeña un papel fundamental en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Ya desde varias corrientes de pensamiento, se ha reconocido que la arquitectura no es un elemento pasivo, sino un agente que influye en la manera en que los individuos interactúan con el conocimiento. Así, el espacio, lejos de ser un elemento inerte, se convierte en un detonante de nuevas formas de enseñanza y organización social. 

En contextos rurales, donde las condiciones educativas suelen ser adversas, la arquitectura cobra una relevancia aún mayor al responder a necesidades específicas y fortalecer los procesos de organización comunitaria. La Escuela Rural Productiva en Tepetzintan, Puebla, es un ejemplo de cómo, desde la Producción y Gestión Social del Hábitat (PyGSH), el diseño arquitectónico puede articularse con la educación y el desarrollo local. Esta postura, basada en el diálogo con los saberes y territorios, reconoce que son las personas organizadas quienes transforman el espacio y, con ello, su realidad social.

Frente a la falta de infraestructura para la educación media superior en la región, las y los estudiantes del Bachillerato Rural Digital 186, en colaboración con Comunal, participaron activamente en el diseño de su escuela a través de talleres de planificación colectiva y procesos de negociación comunitaria. Este enfoque permitió que el espacio respondiera directamente a sus necesidades y aspiraciones, consolidándose como un recurso pedagógico en sí mismo y resaltando el papel de la arquitectura participativa en los procesos de aprendizaje y apropiación del territorio.

El proyecto se materializó mediante un sistema modular que combina materiales locales, como bambú y piedra, con elementos industrializados, garantizando eficiencia constructiva y sostenibilidad. Más allá de su función académica, la escuela opera también como un Centro de Capacitación Comunitaria, vinculado a la economía local mediante talleres productivos. Sin embargo, la articulación de este proyecto no se limitó a la comunidad y los arquitectos. Empresas como Novaceramic, Rotoplas y Ecolam se sumaron a la iniciativa, proporcionando materiales y apoyo logístico. La vinculación entre distintos actores —estudiantes, arquitectos, comunidad y empresas— permitió consolidar una escuela que no solo responde a las necesidades educativas del presente, sino que sienta las bases para el desarrollo sostenible de la región.

Desde su trinchera, la Escuela Rural Productiva suma a la construcción de una mejor realidad, pues demuestra que la arquitectura, cuando se concibe como un agente activo de aprendizaje, permite a los estudiantes no solo habitar un lugar, sino apropiarse de él, entenderlo y adaptarlo a sus necesidades. Cuando la educación y la arquitectura dialogan, el resultado es una comunidad que aprende, se organiza y se proyecta hacia el futuro.  

[…] la arquitectura, cuando se concibe como un agente activo de aprendizaje, permite a los estudiantes no solo habitar un lugar, sino apropiarse de él, entenderlo y adaptarlo a sus necesidades.

Imágenes cortesía de Comunal.

Fernanda Chávez Pérez es socióloga egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y especialista en diseño urbano por la Universidad CENTRO. Actualmente cursa la maestría en Estudios Urbanos y Metropolitanos en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha trabajado en múltiples intervenciones para transformar y regenerar el espacio desde el ámbito público y privado. Su trabajo de investigación se centra en el análisis de la financiarización urbana.