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YAYOI KUSAMA: CONECTANDO MUNDOS

Yayoi Kusama, The obliteration room (El cuarto borrado), 2002-presente. Instalación en la exposición Yayoi Kusama: Give Me Love en la galería David Zwirner, Nueva York, 2015. © YAYOI KUSAMA. Cortesía de la artista, David Zwirner, Ota Fine Arts y Victoria Miro.

por Mariana Pérez

LA OBRA DE LA RECONOCIDA ARTISTA JAPONESA YAYOI KUSAMA, DE MANERA MUY HONESTA Y HUMANA, SE PRESENTA COMO UN PUENTE QUE DA ACCESO A SU MUNDO INTERIOR. LAS INMERSIONES E ILUSIONES QUE PARECEN INFINITAS EN SUS PIEZAS PROPICIAN EL TERRENO PARA QUE CONECTEMOS CON OTRAS FORMAS DE EXPERIMENTAR, ASUMIR Y REPRESENTAR LA REALIDAD.

De septiembre del 2014 a enero de 2015, el Museo Tamayo presentó Obsesión Infinita, muestra retrospectiva de Yayoi Kusama (Matsumoto, 1929) con más de un centenar de obras entre pintura, escultura, videos e instalaciones. Manifestar que la respuesta del público mexicano fue avasalladora es decir poco. La asistencia total fue de casi 320 mil personas, hubo quien acampó en las áreas verdes a un costado del museo y no era raro ver a los visitantes que recorrían el recinto con lunares de colores en su rostro y vestimenta. A sus 93 años, la celebrada artista japonesa causa furor y agita las aguas de cualquier lugar en el que se presenta, mientras que sus obras alcanzan precios desorbitantes —baste como ejemplo Red infinita No.2 vendido por 5.1 millones de dólares en 2008.

La pregunta obligada es: ¿desde dónde se ha construido su popularidad y qué hay en su propuesta artística que la hace tan atractiva? La respuesta se relaciona con el énfasis en las experiencias sensoriales inmersivas y la percepción visual de un innegable valor estético, pero también en la forma en que Kusama ha hecho que su arte sea indivisible de su personalidad. “Mi arte es una expresión de mi vida, en particular de mi enfermedad mental”, afirma. Así, toda reseña o aproximación crítica a su trabajo ronda insistentemente en su difícil historia personal marcada por una dinámica familiar disfuncional y el trastorno obsesivo - compulsivo, las alucinaciones y la depresión que la han aquejado desde la infancia. El arte para Kusama es la medicina que le ayuda a sobrevivir al dolor, la ansiedad y el miedo.

Kusama comenzó a pintar a los diez años, cuando experimentó las primeras alucinaciones que habrían de acompañarla toda su vida, convirtiéndose en su motor creativo. Un dibujo de 1939 de una mujer en kimono cubierta de lunares marcó el antecedente de las llamadas “redes infinitas”. Extraídos directamente de sus alucinaciones, los círculos multicolores, puntos y lunares repetitivos se convertirían en la marca personal de su trabajo al salir del lienzo para invadir todos los elementos circundantes (paredes, pisos, objetos del hogar o cuerpos desnudos). En su estancia en Nueva York (1958 a 1973), utilizó este recurso recurrentemente y continúa presente en su producción artística desde entonces. La instalación I’m here, but nothing (2000) es un cuarto amueblado en el que las paredes están repletas con cientos de lunares fluorescentes que brillan en la luz ultravioleta. En una tónica similar, la instalación Obliteration Room (2002), que formó parte de la exposición Give Me Love en la galería neoyorquina David Zwirner en 2015, recrea un hogar en el que el blanco impoluto ha sido invadido por cientos de puntos de colores de manera aleatoria. El título hace alusión a una alucinación que rodea por completo, una visión en la que el individuo se funde, se diluye y finalmente se anula.

A partir de recursos ópticos, simples pero ingeniosos, las obras de Kusama tienden puentes que buscan generar un lazo social y nos invitan a ser parte de la representación de su universo intenso. Si transitamos por sus instalaciones inmersivas y dejamos de lado la observación distante y segura de quien sólo busca una buena foto para redes sociales, se anulan las convenciones de la percepción sensorial y de la normalidad para dar lugar a nuevas normas: las de la alucinación. Entonces, nos olvidamos y nos perdemos en los ilusorios infinitos de las piezas y esos puntos y reflejos salen a nuestro encuentro desde cada rincón, mientras nos invitan a sentir al unísono con la artista. Quizá eso le permite a ella sentirse acompañada en el abismo, quizá así la alucinación es menos alienante. De nuestra parte, el regalo es invaluable: la posibilidad de conectar con otras formas de experimentar, asumir y representar la realidad. Las obras de Kusama nos invitan a habitar su mundo interior al recordarnos que, ante todo, el arte es empatía.

Instalaciones, happenings, pinturas, dibujos, esculturas, moda y video… todas sus obras deben ser reconocidas como fragmentos de la realidad que ha construido y que busca compartir con apertura radical. En dibujos de producción reciente, como los que conformaron la exposición I want your tears to flow with the words I wrote (2021) en la galería David Zwirner, puede reconocerse el mismo tinte convulso y estridente. Ojos, rostros, formas orgánicas que recuerdan virus u organismos celulares y mucho más.Los dibujos los realiza en su estudio ubicado a tan sólo cinco minutos del hospital psiquiátrico en el que se internó voluntariamente desde 1977. Kusama asiste ahí todos los días a trabajar incansablemente y perderse en el arte para salvarse a sí misma. 

Yayoi Kusama, MY LONGING, THE UNSEEN LAND OF DEATH (MI ANHELO, LA TIERRA INVISIBLE DE LA MUERTE), 2014. © YAYOI KUSAMA. Cortesía de la artista, David Zwirner, Ota Fine Arts y Victoria Miro.

Yayoi Kusama, PUMPKIN (CALABAZA), 2015. © YAYOI KUSAMA. Cortesía de la artista, David Zwirner, Ota Fine Arts y Victoria Miro.

Las obras de Kusama nos invitan a habitar su mundo interior al recordarnos que, ante todo, el arte es empatía.

Yayoi Kusama, The obliteration room (El cuarto borrado), 2002-presente. Instalación en la exposición Yayoi Kusama: Give Me Love en la galería David Zwirner, Nueva York, 2015. © YAYOI KUSAMA. Cortesía de la artista, David Zwirner, Ota Fine Arts y Victoria Miro.

[…] todas sus obras deben ser reconocidas como fragmentos de la realidad que ha construido y que busca compartir con apertura radical.

Yayoi Kusama, VISIONARY DEATH (MUERTE VISIONARIA), 2014. © YAYOI KUSAMA. Cortesía de la artista, David Zwirner, Ota Fine Arts y Victoria Miro.

Yayoi Kusama,  MAY YOU WHO PASSED AWAY DISPLAY YOUR BEAUTY FOREVER (QUE USTED, QUE FALLECIÓ, MUESTRE SU BELLEZA POR SIEMPRE), 2020. © YAYOI KUSAMA. Cortesía de la artista, David Zwirner, Ota Fine Arts y Victoria Miro.

Yayoi Kusama, TO THE BEAUTY OF LIVING (POR LA BELLEZA DE VIVIR), 2020. © YAYOI KUSAMA. Cortesía de la artista, David Zwirner, Ota Fine Arts y Victoria Miro.

Yayoi Kusama, I WHO CRY IN THE FLOWERING SEASON (YO, QUIEN LLORA EN LA TEMPORADA DE FLORACIÓN), 2015. © YAYOI KUSAMA. Cortesía de la artista, David Zwirner, Ota Fine Arts y Victoria Miro.

Mariana Pérez es historiadora del arte. Trabaja en proyectos editoriales y de educación artística y cultural.

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