Natan Elkanovich, Albert Einstein, 2018. Cortesía del artista.
por Benjamín Ramírez Zamudio
ALBERT EINSTEIN FUE UN FÍSICO VISIONARIO QUE ENTRELAZÓ LAS TEORÍAS MÁS VANGUARDISTAS DE SU ÉPOCA PARA EXPLICAR DE UNA MANERA INNOVADORA EL FUNCIONAMIENTO DEL UNIVERSO Y NUESTRA REALIDAD.
Un hombre despeinado con bigote y pelo entrecano que garabatea ecuaciones suele ser la imagen arquetípica de Albert Einstein, un genio de la física reconocido por haber tenido explicaciones fuera de serie que revolucionaron la forma de comprender el cosmos y la realidad. A sus 26 años el físico nacido en Alemania trabajaba en una oficina de patentes en Berna. Ese trabajo ordinario, monótono, de poca paga y de nula proyección académica, malgastaba su potencial y bien podría haber sido un callejón sin salida. Pero, por suerte, la mente inquieta de Einstein aprovechó la poca exigencia de sus labores y el abundante tiempo libre para estudiar a los autores que planteaban el pensamiento de vanguardia de la física y los enigmas que la disciplina no había podido resolver. Nadie imaginaba que ahí se fraguaba el futuro de la física: un joven que parecía no tener futuro académico escribía cuatro artículos que pronto lo pondrían en el foco del debate científico de su época. El año fue 1905, el Annus mirabilis de Einstein.
Dos de estos artículos comprobaban los trabajos de Robert Brown y Max Planck en una escala microscópica, trabajando con movimientos moleculares y la interacción entre energía y materia a nivel atómico. En uno de esos artículos —probablemente la más reconocida de sus publicaciones y la que le valió el Nobel de física en 1921— desarrolló las ecuaciones que describen el efecto fotoeléctrico. Sin duda, la comprensión de estos fenómenos (aunada a los estudios realizados por otros científicos en física cuántica) fue lo que le llevó a escribir un tercer artículo en el que incluyó su famosa ecuación e=mc2. En ella plantea un vínculo entre materia y energía como aspectos diferentes de un mismo fenómeno. Este planteamiento ayudó a explicar por qué un elemento radiactivo pierde masa al convertirla en energía y estableció los fundamentos de los procesos atómicos que se desarrollarían en el siglo XX.
El cuarto artículo plantea la Teoría de la Relatividad Especial, que tiene como fundamento el postulado de que la velocidad de la luz en el vacío es siempre la misma, independientemente del sistema de coordenadas en las que se mida. De esta forma, establece que un movimiento realizado a una velocidad cercana a la velocidad de la luz puede variar en la distancia y en el tiempo dependiendo si el observador del fenómeno viaja a la misma velocidad o a una diferente. Este fenómeno conocido como la dilación del tiempo establece que el tiempo y el espacio no siempre serán los mismos y serán relativos al movimiento del sistema de referencia. Esto supone la base de lo que se convertiría en 1915 en la Teoría General de la Relatividad, en la que la íntima relación de tiempo y espacio permitiría explicar el comportamiento de los fenómenos en el cosmos de una manera novedosa. Mientras que Newton estableció que la gravedad es una fuerza, para Einstein era un producto de la curvatura del tejido del espacio-tiempo generado por la masa de los objetos. Así, se plantea una nueva geometría del universo que funde las tres dimensiones espaciales con la del tiempo.
[…] un joven que parecía no tener futuro académico escribía cuatro artículos que pronto lo pondrían en el foco del debate científico de su época.
Los postulados de un joven de 36 años que cimbraban las bases de la física eran algo que no fue fácilmente aceptado por la comunidad científica, pero, por suerte, existió la posibilidad de comprobarlo a partir de un fenómeno astronómico. El 29 de marzo de 1919 habría un eclipse de Sol, y el astrónomo Arthur Eddington, de la Royal Astronomical Society of London, preparó una expedición para fotografiar el fenómeno. Si la teoría de Einstein estaba en lo correcto, la interposición de un objeto tan masivo como el Sol curvaría la trayectoria de la luz, haciendo que la posición de las estrellas se distorsionara en comparación con la manera en que normalmente se percibían. Cuando los resultados de esta observación avalaron los presupuestos de la relatividad, Einstein se convirtió en un icono de la talla de Newton, ya que si éste había sido el responsable de sepultar la cosmovisión medieval del universo, Einstein planteó una nueva forma de concebir los fenómenos astronómicos y la realidad misma.
Su legado abriría incontables líneas de investigación que permitirían explicar desde los fenómenos de la desintegración radiactiva, hasta los eventos a escala estelar que suceden a millones de años luz; sus aportaciones en la comprensión del fenómeno fotoeléctrico han permitido crear dispositivos ópticos de adquisición electrónica de imágenes y el desarrollo de la medicina nuclear. Un genio que nos enseñó que la voluntad y una mente aguda pueden hacer que un callejón sin salida se convierta en una revolución estelar.
Benjamín Ramírez Zamudio es un historiador, catedrático del Instituto Thomas Jefferson y estudiante de maestría en la Universidad Iberoamericana. Se ha especializado en la Historia de la Edad Media y en los cambios de configuración del tiempo en los siglos XIX y XX.