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PEDAGOGÍAS DEL HABITAR: CUERPO, AFECTO Y NATURALEZA

por Isis M. Yépez
imágenes de Seonna Hong

ESTE TEXTO PROPONE UNA PEDAGOGÍA QUE REINCORPORE LA POTENCIA DEL CUERPO EN LA ENSEÑANZA Y LA EDUCACIÓN. UNA “PEDAGOGÍA DEL HABITAR” EN LA QUE LA SENSIBILIDAD, LOS SENTIMIENTOS, LAS EMOCIONES, LA ESTÉTICA Y LA EMPATÍA TOMEN UN LUGAR CENTRAL PARA EXPERIMENTAR Y APRENDER EL MUNDO A PARTIR DE LOS DIVERSOS MODOS DE VIDA.

“Aquí es donde ayudan los hongos. La disposición de los hongos a emerger en paisajes arrasados nos permite explorar la ruina en que se ha convertido nuestro hogar colectivo”.
Anna Tsing, The Mushroom at the End of the World 

 

Cuando se camina sin rumbo, sin objetivo o propósito, simplemente por el hecho de hacerlo, podemos permitirnos sentir nuestras sensaciones corporales y percibir cómo nuestros sentidos se abren, nuestra forma de observar cambia, el viento se siente diferente, los olores son más fuertes y los oídos se agudizan. En ese momento, a lo mejor nuestro pensamiento ya no es tan importante como las sensaciones. Comenzamos a leer el mundo de esa forma y aunque sea por un segundo, configuramos nuestra manera de construir la realidad. Nos relacionamos con el mundo de un modo distinto, nos sentimos un poquito más parte de él y dejamos de pensar en esa dicotomía ser humano-naturaleza, para así advertir que la naturaleza también tiene agencia, no es pasiva, contiene sensibilidades, sabidurías y otros mundos. Y a lo mejor, mientras sigo en esa reflexión, se rompe mi construcción lógica y, con un golpe de suerte, me encuentro con un hongo. 

El colapso ambiental de nuestro tiempo también tiene sus raíces en la negación que los seres humanos hemos hecho de lo afectivo. Una posible respuesta ética ante la guerra que le hemos declarado al mundo, exige atender la insensibilidad de nuestros cuerpos frente a la muerte de otros seres, humanos y no; la inacción ante la destrucción y el desafecto ante la devastación.

Comenzar a sentir el mundo desde el cuerpo implica una forma distinta de relacionarnos con la red de engranajes y seres vivos que nos rodean. Implica abrir vías hacia otras epistemes: cuerpos entre cuerpos, mundos entre mundos, pieles entre pieles encontradas en una emocionalidad de un mundo vivo, sintiendo su emoción en nuestro propio cuerpo.¹ En este sentido, ¿es posible plantear una pedagogía que reincorpore la potencia del cuerpo, que ponga en primer plano la sensibilidad, los sentimientos, las emociones y la empatía? Una pedagogía que parta del posicionamiento que nuestra participación en el mundo es constitutivamente afectiva y sintiente. Es decir, una “pedagogía del habitar” que parta del poder del cuerpo, que cultive una sensibilidad de forma común: 

Que nos enseñemos a ser tocados por la emoción de otros cuerpos, que volvamos a recobrar la confianza en nuestros sentidos, que irrumpamos en el lenguaje, y lo llenemos de tierra, que abramos nuestra percepción sensible adormecida por los artefactos de la civilización industrial-racional, y que despertemos nuestros afectos a través del contacto con los diversos modos de vida.²

Para ello se requiere especificar ¿a qué llamamos cuerpo? Por un lado, se podría comprender al cuerpo como el lugar en el que los sentidos se expresan. Percibimos el mundo desde el cuerpo. Pero también hay cuerpos (bacterias, células, microorganismos) que habitan y viven en él. En este sentido, el cuerpo puede ser entendido por la dinámica de relaciones corpóreas y extracorpóreas que lo conforman. 

Desde la perspectiva de las “pedagogías del habitar” el cuerpo es un entramado de senderos, encuentros y desencuentros con otros que están en movimiento:

El filósofo budista Juan Arnau […] nos recuerda cómo Berkeley “aseguraba que el sabor de una manzana no reside en la manzana misma, ni tampoco en la persona que lo saborea, sino en el encuentro entre ambas”. La manzana es el resultado de un flujo de encuentros, como la semilla y la lluvia, los microorganismos del suelo y el árbol, la cosecha y la mano del campesino, […] La larga trayectoria de la manzana, diría José Luis Grosso, es la que nos toca, la que llega a nuestra lengua.³

Nuestra existencia es un inter-existir. No somos, inter-somos, nos tranformamos, entrelazamos, intercambiamos. Interactuamos en un universo sintiente.4 Las “pedagogías del habitar” plantean que no partamos de un mundo desligado (sujeto-naturaleza), más bien que nos entendamos “ya siempre habitando” junto a otros, recibiendo las sensaciones, afectos, potencias y sensibilidades de otros cuerpos con los que estamos en ese encuentro, pues nuestros cuerpos no pueden existir sin los otros. 

Las ‘pedagogías del habitar’ implican aceptar nuestras contradicciones, pero con la claridad e intención de volver a una proporción ante la actual desproporción del sistema en que vivimos […].

Seonna Hong, Kid World (Mundo de los niños), 2021. Cortesía de la artista y Hashimoto Contemporary.

Seonna Hong, Chronomentry (Cronometría), 2021. Cortesía de la artista y Hashimoto Contemporary.

[…] abrir vías hacia otras epistemes: cuerpos entre cuerpos, mundos entre mundos, pieles entre pieles encontradas en una emocionalidad de un mundo vivo, sintiendo su emoción en nuestro propio cuerpo.

En este sentido, las “pedagogías del habitar” implican aprender a llevar acciones desde otro lugar, desde una pedagogía corporizada basada en la disposición de ser afectados por el encuentro con los seres del mundo. Un saber-habitar en las interrelaciones, aprender a saber estar-sentir-amar los lugares que habitamos. Comprender el entorno desde otras preguntas, desde relaciones inter-especies, buscando respuestas en la tierra, en los hongos, en las plantas. Y así, comenzar a cultivar un tipo de afectividad común en la que nos enseñamos entre todos, humanos y no humanos, a ser tocados por la emoción de otro, a prestar atención a los fenómenos de los encuentros y a valorar la experiencia sensible y sintiente de la alteridad que también somos.5

Y en esos encuentros y desencuentros debemos aceptar y comprender también nuestras sombras, imperfecciones, las relaciones no armoniosas y nuestras acciones contra la existencia de otros seres. Las “pedagogías del habitar” implican aceptar nuestras contradicciones, pero con la claridad e intención de volver a una proporción ante la actual desproporción del sistema en que vivimos, de ese mundo devastado y paisajes destruidos. 

Implicaría a lo mejor encontrar algunas respuestas o más preguntas frente al colapso ambiental explorando esos paisajes destruidos, caminar junto a las ruinas. Podría parecerse al ángel de la historia de Walter Benjamin, pero sin mirar más hacia atrás (al pasado), ni hacia el frente pensando en el futuro (el progreso). A lo mejor nos toca voltear hacia abajo para encontrarnos con los hongos. 

Seonna Hong, Like Minded (Afinidades), 2021. Cortesía de la artista y Hashimoto Contemporary.

Seonna Hong es una artista estadounidense que vive en California. Estudió arte y trabajó enseñando a niños durante varios años. Ese tiempo como docente influye sus pinturas, que exploran la ternura y belleza de la experiencia afectiva en el mundo. Por medio de una narrativa serena, la obra de Hong cultiva la sensibilidad y el cariño entre seres humanos y no humanos. La galería Hashimoto Contemporary representa su obra. www.hashimotocontemporary.com | Instagram @hashimotocontemporary

Isis M. Yépez es curadora, escritora e investigadora independiente. Cuenta con estudios en pedagogía por la UNAM y Maestría en historia del arte contemporáneo y cultura visual por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Ha curado exposiciones tanto en México como en España. Ha publicado artículos de divulgación e investigación en torno al arte contemporáneo y la pedagogía en México, España, Alemania y Estados Unidos. Actualmente trabaja en proyectos curatoriales que se presentarán en La Paz, B.C.S., León, Gto. y Ciudad de México. Instagram ​​@i.pez

  1. Omar Felipe Giraldo e Ingrid Toro, Afectividad ambiental: sensibilidad, empatía, estéticas del habitar, México: El Colegio de la Frontera Sur - Universidad Veracruzana, 2020, p. 15.
  2. Ibídem, p. 14
  3. Ibídem, p. 37
  4. Ibídem, p. 38 
  5. Ibídem, p.110
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