Todas las imágenes: Sebastian ErraZuriz, The Beginning of the End (El principio del final), 2019. Fotografías de Sebastian ErraZuriz Studio. Cortesía del artista.
por Rafael Bifano
EL INTENSO DESARROLLO TECNOLÓGICO DE LAS ÚLTIMAS DÉCADAS HA DERIVADO EN LA CREACIÓN DE ECOSISTEMAS OPERATIVOS EXCLUYENTES QUE OBLIGAN A LOS USUARIOS A DECANTARSE POR UNA SOLA OPCIÓN Y NO ACCEDER AL POTENCIAL COMPLETO QUE OFRECE LA TECNOLOGÍA.
Tan pronto como aparecieron las primeras computadoras personales, entre 1975 y 1984, surgieron también los fanáticos de la computación, personas que defendían a capa y espada la marca o el sistema operativo que utilizaban. A medida que las computadoras personales y los sistemas operativos se fueron consolidando estos fanáticos recibieron el sobrenombre de fanboy.
A pesar de las fervientes discusiones en revistas, foros y eventos, los fanboys eran casi siempre personas dedicadas a la computación o alguna ciencia relacionada. El resto de los usuarios en general elegía un producto acorde a su presupuesto o para uso genérico que cualquier marca podría proporcionar.
Todo esto cambió cuando los fabricantes de sistemas operativos comenzaron a negociar exclusividades con los grandes fabricantes de computadoras (1990-1996), lo que no sólo comenzó a limitar la conectividad entre distintas marcas de computadoras, sino que impidió que los usuarios utilizaran todo el potencial tecnológico.
No obstante, la lealtad en esa época era realmente voluntaria, los usuarios comunes y corrientes podían elegir libremente si querían cambiar de sistema operativo. Al pasar los años la conectividad en el mundo fue aumentando, llegó el teléfono inteligente en la primera década del dos mil y el mundo de la tecnología cambió por completo.
[la expansión tecnológica] ha llevado a que los usuarios comunes […] se conviertan en fanboys y queden atrapados en un solo ecosistema debido a la incompatibilidad entre ellos.
Los principales fabricantes comenzaron a crear no sólo dispositivos móviles sino todo un ecosistema tecnológico que se ha vuelto parte de nuestras dinámicas cotidianas: aplicaciones bancarias, asistentes inteligentes, computadoras, cámaras, casas inteligentes, dispositivos médicos y software de diseño, entre otras. Esta expansión ha llevado a que los usuarios comunes, poco a poco y sin una intención premeditada, se conviertan en fanboys y queden atrapados en un solo ecosistema debido a la incompatibilidad entre ellos.
El problema de esta trampa no es pagar más dinero por recibir cierta tecnología, sino que existe la posibilidad de que personas no tengan acceso a tecnología moderna que podría cambiar su vida. Por ejemplo, la compañía X desarrolla exclusivamente un dispositivo médico para diabéticos y este dispositivo sólo será compatible con el ecosistema de esa compañía. La persona que quisiera tener dicho dispositivo quedaría atrapada en ese ecosistema, así como en los términos y condiciones de seguridad.
Hoy, el tema de la lealtad tecnológica ha alcanzado otro nivel gracias a las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China. En caso de que las sanciones se cumplan, éstas dejarán a los usuarios de marcas de teléfono chinas sin el soporte de las americanas, lo cual los orillará a cambiar de forma involuntaria a otro ecosistema o perderse de ciertos avances en la tecnología.
Los avances tecnológicos deberían darnos la libertad de elegir lo mejor para nuestras vidas y necesidades y no obligarnos a ser prisioneros de ciertos ecosistemas. Por tal motivo es importante tomar una decisión informada sobre qué tecnología realmente ofrece un beneficio y si el costo es justificable.
Rafael Bifano es ingeniero en sistemas electrónicos del TEC de Monterrey, tiene un MBA con especialización en marketing y estrategia de Schulich School of Business Toronto. Es amante de la tecnología, los videojuegos y la ciencia ficción.