por Carlos Azar Manzur
entrevista realizada el 4 de julio de 2025
Gabriela Ortiz es una de las compositoras más relevantes de México y una figura de gran proyección internacional. En esta entrevista para Capitel, la ganadora de tres Premios Grammy (2025), la Medalla de Oro de Bellas Artes (2022) y el Premio Nacional de Artes y Literatura, habla sobre su camino creativo, la fusión de lenguajes contemporáneos con raíces populares, y el aprendizaje como un diálogo constante.
Sabemos que pertenece a una tradición familiar dedicada a la música. ¿Nos podría decir cómo influyó esa tradición en su formación como compositora?
Crecí en un mundo diverso entre la música de concierto y el folclor. Mis padres fundaron Los Folkloristas, un grupo fundamental de la música folclórica. Gracias a ellos, conocí a músicos como Daniel Viglietti, Víctor Jara o Mercedes Sosa. Asimismo, mi familia fue muy cercana a la de El Negro Ojeda, viajábamos juntos escuchando música veracruzana. Paralelamente mi papá amaba la música clásica, gusto que heredó de mi abuelo. Iba a los conciertos de la Sinfónica Nacional y vio a Stravinsky, a Celibidache y muchos más. Mi mamá sí sabía leer música y tocaba el piano, gracias a ella conocí obras como Claro de Luna de Debussy.
Algo que definió mi vocación fue que mi mamá me animó a aprender a tocar el piano y leer música desde chica. Empecé a estudiar con Graciela de Tapia, una maestra excelente que sabía tanto de pedagogía, como de música. En sexto de primaria, en la escuela contrataron a Mario Stern, un compositor profesional, cuya clase era sobre creatividad musical. Ahí me di cuenta de que tenía habilidad para crear una melodía y ejecutar un ritmo. Nos decía: “inventen una canción, organícense y la grabamos”. Fue la primera vez que fui directora de orquesta y compositora. Y me encantó.
Después, entré a la academia de María Antonieta Lozano, una gran maestra de armonía. Ella me mostró a Béla Bartók y eso me cambió la vida. Su rítmica, cuestiones modales y lenguaje estético me abrieron un panorama muy diferente al de Mozart, Bach o Schubert. Cuando toqué Mikrokosmos (una obra de pequeñas piezas en las que se trabajan objetivos muy específicos) decidí empezar a hacer mis propias piececitas. Gracias a Bartók pude definir mi vocación de compositora. Tenía 14 años y, desde entonces, casi no dudé, aunque mi mamá sí. Al terminar la prepa, me pidió ir a París a estudiar Civilización Francesa y pensar si la música era realmente mi sueño, y no el de mi papá.
Te confieso que esos estudios me tuvieron sin cuidado. Llegué a París, busqué el Conservatorio y un piano que pudiera tocar. Pensé en quedarme a estudiar música pero tuve que regresar. Las cosas pasan por algo, si me hubiera quedado, me habría enfrentado a un sistema cerrado, dominado por las ideas de Boulez.
Al regresar a México, me inscribí en la Ollin Yoliztli, ahí conocí al maestro Mario Lavista y empezó otra historia.
Leí hace unos años que aunque Boulez luchó por romper esquemas tradicionales, estableció una nueva tiranía; se rompieron esquemas para generar una nueva línea a seguir. Cuéntanos de Mario Lavista y lo que significó en tu formación.
Fue una relación de gran amistad, yo lo quise muchísimo. Mario se fue a estudiar a Europa, con Stockhausen, pero regresó a México. Hizo lo que tenía que hacer independientemente de lo que pasaba en Europa o de los compositores nacionalistas. Mario fue Mario. Y esa parte se la admiro muchísimo, porque además de tener una estética y un lenguaje personal, logró construir un mundo absolutamente lavistiano. Mario era realmente muy culto, muy generoso y además muy conocedor de la tradición.
Esto es algo importante que quisiera recalcar porque muchas de las nuevas generaciones quieren romper con la tradición, sin conocerla. No puedes ignorar de dónde venimos. Con Mario se analizaba Mozart (lo admiraba muchísimo), a Beethoven, nos ofrecía una parte formativa muy sólida, que él mismo había heredado de Carlos Chávez. Nos abría la puerta hacia ese mundo y, además, tuvo la inteligencia de ser un maestro con la capacidad de encauzar el lenguaje o la búsqueda de sus alumnos sin imponer su propio estilo. Un creador debe buscarse a sí mismo para después elegir qué técnicas o qué herramientas le van a servir. Eso lo sabía hacer Mario. Para mí, Mario fue la persona que me hizo entender qué es ser un compositor.
Me gustaría saber cómo abordas una obra, si hay un punto de partida o no. Una vez leí que Harrison Birtwistle rompía el terror de la página en blanco poniendo un mi bemol al principio de cada obra. ¿Tienes algún procedimiento o esperas que llegue un interés específico, estético o social?
Eso ha variado mucho en los más de 30 años que llevo componiendo. Al principio, pensaba más en abstracto, de manera más técnica, me era importante desarrollar habilidades teóricas. Después me fui interesando por otras cosas que podrían nutrir este punto de partida creativo. Empecé a hacer colaboraciones y me involucré con cosas que no eran necesariamente musicales. Empecé a leer, ir a exposiciones, a buscar un territorio más amplio. Eso hizo que aceptara nuevas influencias.
Hoy, que tengo una agenda muy apretada, debo ser eficiente con mis tiempos. Pienso mucho la obra antes de empezar. Últimamente, me han estado interesando temas como el cambio climático, la violencia contra la mujer, la frontera. La música es mi forma de hablar de ellos. Mi compromiso y mi campo de batalla es la música y desde ahí establezco mi lucha y denuncia.
Eso me ha ayudado a explorar herramientas musicales que no había explorado antes. Por ejemplo, ¿cómo resolver una protesta callejera en un balé? En Fractales quise analizar el tema del cambio climático y de los fractales en la naturaleza, pero no de manera matemática, sino poética. Cuando trabajé con Cristina Rivera Garza, me habló del violentómetro que yo desconocía. No sabía que había un lenguaje tipificado para describir los diferentes tipos de violencia doméstica. ¿Eso cómo lo musicalizas? Gracias a Cristina, pude resolver musicalmente un tema que no había imaginado.
Recientemente hice una obra inspirada en la foto de Graciela Iturbide: Mujer Ángel. Es una imagen que me encanta y que me llevó a investigar sobre las mujeres de la comunidad seri que viven en el Desierto de Sonora y los armónicos naturales. Posteriormente, seguí investigando sobre esos sonidos efímeros y volátiles evocados por la naturaleza en una nueva pieza para la la Orquesta Philharmonia que acabo de terminar: Si el oxígeno fuera verde.


Una de las cosas que más me gusta de ser maestra es aprender de los alumnos […].
¿Y tal vez por eso te interesó explorar la ópera o el balé, porque encontraste que había posibilidades diversas, sociales, creativas, literarias?
Mira, llegué a la ópera porque me encargaron una, así de sencillo…
La de Camelia La Texana…
Es una historia bastante loca. Estando en Caracas me ofrecieron hacer una ópera de formato pequeño por cinco mil dólares. En ese entonces, yo componía gratis, así que acepté sin dudarlo. Sin embargo yo no sabía nada de ópera; mi hermano Rubén, que es un loco, se animó a hacer el libreto: “Tú no eres escritor”, le dije, me contestó: “Lo que importa es la idea”.
Así nació Únicamente la verdad, y cuando se presentó en México, causó polémica. Muchos dijeron que eso no era una ópera, que sólo era cantar las noticias del periódico. Yo me indigné, pero Rubén estaba muerto de risa: eso queríamos, que cantaran el periódico.
Claro, las obras de arte son polémicas, generan algo. Pero encontraste en el escenario una nueva veta, algo que te fue interesando después.
Por supuesto. Esta fue la primera ópera, llevo tres, todas de pequeño formato. Ha sido muy interesante porque el trabajo de un compositor es muy solitario, pero en la ópera interviene mucha gente y ese trabajo interdisciplinario es muy divertido e interesante.
Un creador debe buscarse a sí mismo para después elegir qué técnicas o qué herramientas le van a servir.
Hablando de lo solitario del trabajo de una compositora, Boulez decía que él trabajaba en aeropuertos y en hoteles, ¿en la composición contemporánea, hay nuevas circunstancias laborales y vitales que hayan cambiado la idea de componer?
Lo que ha revolucionado la forma de componer es la tecnología. En mi caso, yo siempre había dependido de un piano para componer, pero desde que está la tecnología y los softwares de composición, me he independizado del piano para componer directamente en la computadora. No me es fácil componer en un hotel, porque me distraigo mucho de viaje. Fuera de mi estudio, hago otras cosas: leo, investigo, trabajo en la parte pre composicional, pero para componer requiero del espacio que tengo destinado para eso.
Ahora, a pesar del mi bemol de Birtwistle, el miedo a la página en blanco existe. Yo creo que no hay artista al que no le dé pavor decidir cómo proceder. El primer impulso es durísimo. Y para mí, un buen comienzo es fenomenal. Si la obra empieza mal, todo se complica, en cambio, cuando siento que empiezo bien, me pongo en camino. La incertidumbre existe, pero también sé que es fascinante, que el proceso va a llegar a un fin.
Pero si ya estoy trabajando para grandes orquestas, la presión es muy fuerte. Si el oxígeno fuera verde, que mencioné antes, se irá de gira con la Orquesta Philharmonia; se estrenará en Ámsterdam, luego viajará a Londres, Viena y a varias ciudades de EEUU.
El tema de este número de Capitel es el aprendizaje. Sabemos que además de compositora, tienes una carrera como maestra, ¿cómo definirías el aprendizaje?
Una de las cosas que más me gusta de ser maestra es aprender de los alumnos, porque el contacto con ellos significa nunca dejar de aprender. Yo no puedo estar al día, pero tengo estudiantes que me ayudan a conocer nuevas obras.
Una última pregunta, como compositora, ¿qué desafíos has enfrentado? ¿Y si hay algún consejo que le pudieras dar a alguien que quisiera dedicarse a la música?
Muchos desafíos, porque la vida es resolver. Mujica decía que el éxito se mide en términos de cuántas cosas acabas resolviendo bien. Y yo creo un poco que así funciona: el éxito es poder llegar a un buen fin y haber resuelto una serie de temas que se presentaron en el camino.
Aunque la carrera musical es muy complicada, si no la enfrentamos desde la pasión, no es posible. Si puedo dar un consejo es justamente ese: si estás seguro de que esto es lo que quieres, si es tu pasión y tu mundo, hazlo con disciplina, trabajo y sacrificio, porque vendrá una gran satisfacción.
¡Muchas gracias!
Carlos Azar Manzur es corrector de estilo de Capitel, de Universidad Humanitas.








