Alejandro Aravena, Centro de Innovación UC – Anacleto Angelini, Universidad Católica de Chile, Campus San Joaquín, 2014. Foto por Cristóbal Palma. Cortesía Elemental.
por Elena Tudela
.
.
Este artículo se enfoca en el arquitecto de origen chileno Alejandro Aravena, quien recibió recientemente el Premio Pritzker por su práctica arquitectónica, además de su participación como curador y director de la Bienal de Arquitectura de Venecia 2016, abordando dos ejemplos paradigmáticos de su obra: la Quinta Monroy y el Centro de Innovación de la Universidad Católica de Chile.
.
.
El arquitecto chileno Alejandro Aravena ha estado presente de forma muy significativa en las noticias de arquitectura de los últimos meses, primero al ser designado como curador y director de la 15a edición de la más relevante muestra de discursos arquitectónicos, la Bienal de Arquitectura de Venecia 2016, la cual Aravena tituló “Reportando desde el frente”, y más recientemente, al recibir el premio Pritzker 2016, el máximo reconocimiento para la práctica de arquitectura.
Con 42 años de edad, el chileno se encuentra entre los arquitectos más jóvenes en recibir este preciado galardón, lo cual hace destacar no solo lo valioso de su trabajo sino también lo apremiante de los temas y problemáticas que aborda. Su trabajo circunda lo inesperado no solamente al obtener rápida notoriedad en el escenario internacional de la arquitectura, tomando en cuenta que su obra se encuentra principalmente en Chile, sino también por los resultados de sus proyectos que, generalmente, reinterpretan demandas específicas para ofrecer posibilidades más adecuadas para finalmente, llevarlo a plantear soluciones imprevistas.
Alejandro Aravena, Centro de Innovación UC – Anacleto Angelini, Universidad Católica de Chile, Campus San Joaquín, 2014. Foto por Nina Vidic. Cortesía Elemental
Gran parte de su trabajo, como él mismo lo describe en su TED Talk (2014), consiste en plantear las preguntas correctas, que le permitan elegir lo que más importa para un colectivo de actores, usuarios o ciudadanos, retando en muchas ocasiones la creciente desigualdad social. Durante su formación profesional, cuando se le dio a elegir un cliente hipotético como ejercicio de diseño, Aravena eligió al taxista que conocía sobre el artista excéntrico desconocido, que resultaría mucho más popular como elección entre estudiantes. Sus proyectos parecen anteponer la colectividad sobre la individualidad, mientras que reconoce al diseño arquitectónico como valor añadido y no un costo adicional. En este sentido, se le identifica como un arquitecto de valores sociales y de procesos participativos, sin embargo, estas descripciones siguen siendo poco precisas y genéricas.
Habría que recalcar que no toda su obra sigue procesos de índole social y participativos, como los que acompañaron el desarrollo de la Quinta Monroy; otra de sus obras más reconocidas y de reciente producción es el Centro de Innovación de la Universidad Católica de Chile (2014). En este proyecto el reto era de otro tipo, en lugar de diseñar la envolvente del edificio de vidrio, se planteó el uso de masa térmica monolítica perimetral para contener el calor que se desprendía al desocuparse el edificio por la noche. El proyecto invierte la fachada para generar al interior un atrio central abierto de alta transparencia, permitiendo que las personas puedan verse entre sí. Para incorporar la ventilación, a través del edificio generó aperturas de vanos casi monumentales que ponen en relación al atrio con la envolvente exterior y generan una sensación de estar en una serie de espacios públicos elevados.
El trabajo de Alejandro Aravena utiliza las herramientas de la arquitectura como la forma y la configuración espacial, pero elude todas las trampas que hemos ido colocando en la arquitectura y que nos han ido llevando a perder relevancia en los temas más discutidos a nivel global desde otras disciplinas y perspectivas. Tal vez estas sean las razones primordiales (aunque conforme más se indaga, más factores salen a la luz) para que el jurado del premio Pritzker haya elegido de forma “reveladora” otorgarle esta distinción que ha tomado por sorpresa a muchos arquitectos, incluyéndolo a él mismo, y que espero, le permita verdaderamente reportar desde el frente, no solo los problemas actuales, sino también los de la arquitectura.
Si continuamos estudiando su trabajo y trayectoria a mayor profundidad, encontramos en sus propios discursos y palabras una búsqueda constante de síntesis. La síntesis de una vasta cantidad de variables o “fuerzas” locales, como él las denomina, ahí está el proyecto. Son estas fuerzas las que Alejandro Aravena traduce en formas, y cuyo objetivo es siempre mejorar la calidad de vida, en particular de aquellos clientes que habitan los objetos y las ciudades, frecuentemente poco escuchados o tomados en cuenta de forma comprometida por los que diseñan esos espacios.
El arquitecto y profesor libanés Hashim Sarkis, amigo y compañero de inquietudes de Aravena, a quien conoció durante su estancia en la Universidad de Harvard, menciona en un artículo reciente que los proyectos del arquitecto chileno se condensan en ecuaciones fáciles de explicar y entender, que tienen la gran virtud de permanecer abiertas en el tiempo, permitiéndoles generar su propia identidad.
Tal es el caso de una de sus obras más conocidas y emblemáticas: el proyecto Quinta Monroy en Iquique, Chile (2004). Para este proyecto buscó reformular la pregunta tradicional de cómo hacer casas terminadas de muy bajo coste, lo cual le permitió desarrollar un conjunto de medias viviendas adosadas, para las que construyó solo la parte más compleja que es la de erigir, mientras dejó que los usuarios completasen el resto a futuro de acuerdo a sus necesidades y posibilidades.
Alejandro Aravena, Proyecto Quinta Monroy, Iquique, Chile, 2004. Fotos por Cristóbal Palma. Cortesía Elemental. Izquierda: “La mitad de una buena casa” financiada con recursos públicos. Derecha: Estándar de clase media logrado por los propios residentes.
Foto en portada de esta página: Alejandro Aravena, Centro de Innovación UC – Anacleto Angelini, Universidad Católica de Chile, Campus San Joaquín, 2014. Foto por Felipe Díaz. Cortesía Elemental.
Elena Tudela Rivadeneyra es profesora e investigadora de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, es Cofundadora de la consultoría Agencia de Resiliencia Urbana y colabora en proyectos de arquitectura con EMEDÉ Arquitectos. Cuenta con una Maestría en Arquitectura en Diseño Urbano por la Graduate School of Design de la Universidad de Harvard y actualmente es candidata doctoral en la Facultad de Arquitectura de la UNAM.