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VOLVERSE INVISIBLE

Todas las imágenes son de Dia Al-Azzawi. Cortesía del artista y Meem Gallery.

por Jorge F. Hernández

ALGUNOS DE LOS EPISODIOS MÁS DOLOROSOS DE LA HISTORIA NOS ENSEÑAN QUE SÓLO ES NECESARIO UN INSTANTE PARA QUE SE CONDENSE EL PRODIGIO DE TRASCENDER SIN LA NECESIDAD DE SER PROTAGONISTA.

Sadam Husein intentó eternizar su poder de muchas maneras y formas. No pocos olvidan una pantomima autoritaria que quedó grabada para la filmoteca universal del terror: en un auditorio plagado de paleros, el Supremo Sadam lee un discurso que provoca con sus párrafos interrupciones coreografiadas de aplausos que no parecen fingidos hasta que alguna de las páginas que lee el Sátrapa provocan intermitencias de silencio absoluto. En las primeras filas del auditorio se han sentado todos los miembros de su gabinete y eso que llaman el gabinete ampliado. Hasta la lectura que inaugura los silencios los burócratas serviles y los funcionarios lacayos han cumplido armónicamente con los aplausos, pero es que Sadam de pronto entona como si fueran versos de un salmo acusaciones directas a cada uno de sus correligionarios. Uno por uno los ministros y secretarios, los mandos otrora a la sombra de Sadam, van señalándose como corruptos, traidores, engreídos y, en fin, opositores al poder omnímodo del que lleva la voz.

Los denunciados por Husein son sacados de la sala en manos de sicarios que los ejecutan a las afueras del auditorio y la sala se va vaciando por filas, mientras Sadam sigue leyendo con un habano que se esfuma desde su bigote poblado como enmarcando este indescriptible afán por trascender, eternizar su figura al filo de las ejecuciones en fila. Cuentan que, conforme fueron saliendo los expulsados, se les entregaba un arma para que ellos mismos ejecutaran a quienes los precedían ante el paredón.

Al entonces periodista Jabbar Yassin Hussin le tocó que un hijo de Sadam en persona lo torturase hasta dejarlo como cáscara y al salir resucitado milagrosamente de la mazmorra donde lo encarcelaron ilegalmente se enteró que sus tres hermanos habían sufrido la misma desgracia, aunque él sería el único hijo de sus padres en ser torturado por el hijo de Husein en persona. Muy malheridos y mutilados, los cuatro hermanos lograron huir con el paso de los años y decidieron exiliarse en diferentes paisajes, con el compromiso de mantenerse en contacto entre ellos, pero convencidos de que la neblina de la pesadilla que habían compartido en las cámaras de tortura los obligaba a disfrutar del milagro de sus vidas sin poder vivirlas juntos.

Los cuatro hermanos de Bagdad dejaron Irak para convertirse cada uno en escritor, cada uno con un género por encima de los demás géneros, como tinta en otras tantas lenguas para intentar trascender el trauma, romper el maleficio de sus heridas y quizá, cicatrizar. Cuatro idiomas para cuatro hermanos exiliados que eligieron salvarse respectivamente con la dedicación orfebre y callada por cuatro géneros literarios para cada una de sus almas: novela, cuento, crónica y poesía.

Pasó el tiempo para que el mundo entero viera no la trascendencia del dictador que se creía invencible, sino la consecuente intrascendencia con la que fue hallado por sus captores escondido en un hoyo en medio del desierto, llevado a juicio por sus pares sobrevivientes del horror que destiló desde el poder y finalmente con una soga al cuello, gritando hasta el último segundo de su vida en vuelo al Infierno unas desesperadas consignas de su locura.

En un regreso a Bagdad, al dar un paseo a la vera del río, llevando de la mano a una mujer como testigo, Jabbar Yassin Hussin se acercó a un corrillo de niños sentados en semicírculo al pie de la voz de un humilde maestro que les narraba de memoria un relato de siglos pasados, de un cruel emir y de ciertos héroes que habrían de conquistar el Sol con el valor inquebrantable de sus almas como espadas. El maestro, de traje color ala de mosca y blanca camisa medio limpia abotonada al cuello, sin corbata, insistía en hipnotizar a los niños con el cuento en árabe como si fuese una noche más de las mil noches y una noche que contaba una musa para salvar su vida en todas las madrugadas lejanas de su cautiverio injustificado… Ella no podía saber, ni el profesor, ni los niños ni el mundo entero que ese cuento que relataba de memoria el viejo maestro a la vera de un río milenario era en realidad un cuento escrito en francés por Jabbar Yassin Hussin que fue traducido a su idioma inicial para sellar el misterio indescifrable de quien había logrado trascender en silencio… volviéndose invisible. 

[…] el misterio indescifrable de quien había logrado trascender en silencio… volviéndose invisible.

Dia Al-Azzawi es un artista iraquí considerado uno de los pioneros del arte árabe moderno. Cuenta con una trayectoria creativa de más de cincuenta años en la que ha utilizado el color y la pintura, escultura, dibujo, arte objeto, libro de artista, cerámica, entre otros medios para celebrar la cultura árabe al tiempo que evoca una reflexión profunda sobre la relación trascendente entre memoria, literatura, historia y tiempo. La selección en estás páginas invita a redimir el espíritu humano y a pensar nuevas oportunidades para prosperar en un territorio poético en el que reinen la esperanza y la armonía. Meem Gallery en los Emiratos Árabes Unidos representa su trabajo. www.azzawiart.com | www.meemartgallery.com

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Jorge F. Hernández es narrador y ensayista. Candidato al doctorado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesor en diversas universidades y ganador del Premio Nacional Atanasio G. Saravia de Historia Regional BANAMEX y del Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández. Su novela La Emperatriz de Lavapiés fue finalista del Primer Premio Internacional Alfaguara 1998.

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