Julio Le Parc, Móvil cuadrado plateado sobre negro, 1968 - 2007. Cortesía de RGR+ART. rgrart.com
por Melissa Mota
A MEDIADOS DEL SIGLO XX UN GRUPO DE ARTISTAS COMENZÓ A INVESTIGAR Y EXPERIMENTAR EL FENÓMENO DEL MOVIMIENTO Y CON ELLO ABRIÓ NUEVAS LÍNEAS DE REPRESENTACIÓN Y EXPERIMENTACIÓN ESTÉTICA.
Carlos Cruz-Diez, Transchromie Mécanique A, (Transcromía mecánica A), 1965-2009. Cortesía de RGR+ART. rgrart.com
El movimiento ha sido uno de los elementos más investigados e intrigantes del arte. Diversas corrientes artísticas se han preocupado por contenerlo y representarlo mediante diferentes técnicas. Sin embargo, los artistas en el siglo XX ya no se conformaron con documentar la acción de un instante y buscaron que la misma obra fuera generadora de movimiento mediante la simulación o activación en el espacio.
A finales del siglo XIX el Impresionismo y el Puntillismo, interesados por el comportamiento del ojo humano, comenzaron a crear composiciones pictóricas basadas en el estudio de la ciencia, principalmente en las teorías del color y de la luz. Con esto, abrieron todo un campo de estudio a las futuras generaciones vanguardistas de las primeras décadas del siguiente siglo. El Cubismo, el Futurismo y el Dadaísmo fueron algunas de las corrientes que, gracias al movimiento, buscaron representar la multiplicidad de puntos de vista, la simultaneidad del tiempo o la velocidad en la era del progreso.
Desde 1919 la Bauhaus marcó una nueva etapa en la forma de comprender el arte al impulsar la multidisciplinariedad y dar a sus alumnos libertad para explorar nuevas formas de expresión. Por orden del partido nazi, en 1933 cerró sus puertas y, una vez que estalló la Segunda Guerra Mundial, muchos de sus alumnos y maestros tuvieron que emigrar a Estados Unidos. Si antes de la guerra París era el epicentro del arte, en la década de los cincuenta, Nueva York lo desplazó.
Uno de los artistas más influyentes de los que migraron fue Josef Albers (1888-1976), quien llevó a cabo una ardua investigación sobre los efectos ópticos del color y abordó la relación que existe entre lo representado y el efecto psicológico de percepciones contradictorias. Paralelamente al estudio de Albers, un grupo de artistas en los años cincuenta, inspirados en los movimientos vanguardistas, retomaron la abstracción geométrica y se dieron a la tarea de explotar sus formas para crear ilusiones y cuestionar la percepción visual humana. Conocida como Op art, esta corriente tenía como fin crear un arte objetivo e impersonal, carente de cualquier aspecto emocional, para enfocarse exclusivamente en la técnica.
El húngaro Viktor Vasarely (1908-1997), considerado como el padre de este movimiento, llevó al límite las posibilidades de la bidimensionalidad a partir del juego de los principios físicos y geométricos, estudios que le permitieron representar las leyes del universo y la naturaleza. Sus investigaciones científicas del color, junto a una paciente observación del comportamiento de la línea, lo llevaron a desarrollar un arte dinámico que jugaba con la impresión retiniana del espectador.
Inspirada por las energías, los ritmos de la luz y los fenómenos naturales que no pueden ser vistos sino sentidos, la artista inglesa Bridget Riley (1931) desarrolló un cuerpo de trabajo pictórico con el que buscaba que el ojo humano experimentara la sensación de un campo de fuerza. Por medio de la repetición –la raíz del movimiento– Riley logró que sus pinturas respiraran, mientras se contraían y se relajaban en función del movimiento propio del espectador.
[…] cambiar el rol del espectador de pasivo a activo y hacer de él un componente más de las piezas.
Jesús Rafael Soto, Tirature, 1966. Cortesía de Maddox Arts. maddoxarts.com
Así como Vasarely y Riley, Carlos Cruz-Diez (1923), Yaacov Agam (1928) o Jesús Rafael Soto (1923-2005), utilizaron los ángulos, las líneas y las curvas, no como elementos estilísticos sino como una estructura para despertar una concepción particular del espacio. El lienzo se convirtió en un lugar paralelo al mundo en el que vivimos, una traducción palpable de los estímulos sensoriales que percibimos de manera inconsciente en la vida cotidiana.
En 1958 la galería parisina Denis René organizó la exposición Le Mouvement en la que reunió a los representantes del Op art con otro grupo de artistas del denominado Arte cinético, una tendencia que se interesaba igualmente en el movimiento, pero ya no en el sugerido sino en el real.
Antes de su consolidación, algunos artistas ya habían experimentado con la dinámica en el arte, como Marcel Duchamp (1887-1968), Alexander Calder (1898-1976), László Moholy-Nagy (1895-1946) y Naum Gabo (1890-1977). Sin embargo, gracias a los avances tecnológicos de la época, se pudieron explorar nuevas formas de percibir el movimiento, por ejemplo, la obra del argentino Julio Le Parc (1928). Si bien en un principio su obra giró en torno al Op art, con el tiempo comenzó a interesarse en las formas en las que el arte podía influir directamente en el entorno.
Continuó utilizando figuras geométricas elementales pero mediante nuevos componentes como aparatos mecánicos, luz artificial u objetos de la vida cotidiana. A diferencia de la pintura que, a pesar de los efectos ópticos, no deja de ser un soporte fijo, sus instalaciones integraron la aleatoriedad y la inestabilidad al arte. Asimismo, confrontó lo establecido en el sistema artístico al cambiar el rol del espectador de pasivo a activo y hacer de él un componente más de las piezas.
De manera similar, Soto se enfocó en las vibraciones ópticas y en el cuestionamiento de la percepción visual y espacial mediante instalaciones penetrables realizadas con hilos de nylon que, mediante el uso del color, formaban figuras geométricas que parecían flotar en el espacio e invitaban al espectador a transitar en ellas.
Tanto el Op art como el Arte cinético marcaron una nueva etapa en la última fase del arte moderno, así como en la conformación del arte contemporáneo por haber hecho converger la ciencia, la tecnología y el arte, además de impulsar una nueva relación entre el público y las obras. Su influencia trascendió a otras prácticas como el diseño gráfico, la publicidad, la arquitectura y la moda. En la actualidad numerosos artistas continúan explorando el comportamiento del movimiento por medio de diferentes medios, haciendo que la esencia de estas corrientes continúe viva.
[…] un arte dinámico que jugaba con la impresión retiniana del espectador.
Carlos Cruz-Diez, Physichromie Panam 160, (Fisicromía Panam 160), 2014. Cortesía de RGR+ART. rgrart.com
Melissa Mota es historiadora del arte dedicada a la curaduría, edición, crítica y difusión del arte contemporáneo. Ha colaborado para revistas como Fahrenheit, Código, Gatopardo y GasTV, y trabajado en el Museo Universitario Arte Contemporáneo y el Antiguo Colegio de San Ildefonso.