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TOMÁS SARACENO, IMAGINAR NUEVOS MUNDOS

por Mariana Pérez

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La producción artística de Tomás Saraceno se genera de un cruce peculiar entre arte, arquitectura, astrofísica, ingeniería y otras disciplinas. Éste da como resultado fantásticas instalaciones interactivas que nos recuerdan el poder del arte y la posibilidad que nos ofrece de imaginar el mundo de otras maneras y entonces, transformarlo.

Tomás Saraceno, Flying Garden/Air-Port-City (Jardín volador / Ciudad aeropuerto), 2005. Vista de la instalación en Villa Manin, Center for Contemporary Art, Codroipo, Italia. Cortesía del artista y Pinksummer Contemporary Art, Génova. © Fotografía de Sillani, 2005.

Tomás Saraceno recorre caminos poco transitados por el arte contemporáneo. Al igual que muchos otros, apuesta por la interdisciplinariedad y el trabajo colaborativo como estrategias de creación artística, pero el particular entrecruzamiento de miradas que nutre su obra no encuentra paralelismos. Su formación como arquitecto por la Universidad de Buenos Aires se complementa con tres posgrados en arte y arquitectura –en Argentina, Alemania e Italia–, además de participar en el Programa Internacional de Estudios Espaciales en el Centro de Investigaciones de la NASA y un constante interés por la entomología, la astrofísica, la química, la ingeniería y la aeronáutica. ¿El resultado? Una propuesta sui géneris que le ha merecido a este argentino afincado en Berlín el reconocimiento internacional dentro de la escena artística actual.

"Es una obra que seduce con la promesa de la ingravidez. Es, ante todo, un juego de ensoñación espacial".

Desde Galaxies Forming Along Filaments, Like Droplets Along the Strands of a Spider’s Web, la instalación que presentó en la Bienal de Venecia en 2009, se anticipaba el interés por la morfología de las telarañas y las estructuras microscópicas de las células, así como las macroscópicas de los fenómenos astrofísicos. El creciente y renovado interés por estos temas, continuó nutriendo series como Cloud Cities, cuyas numerosas entregas desde 2011 nos enfrentan con esferas suspendidas, módulos habitables interconectados y jardines voladores autosustentables. Se trata de proyectos que ponen el acento en modelos alternativos de urbanismo y en una visión utópica de una existencia más interconectada, además de explorar el uso de energías renovables.

Más tarde, habrían de llegar otras instalaciones interactivas, a caballo entre la arquitectura y la exploración espacial, generando paisajes dignos de la ciencia ficción. Entre ellas, una de las más aclamadas fue In Orbit (2013), pieza monumental compuesta por tres niveles de redes de acero suspendidas a 24 metros del piso, bajo la cúpula de cristal del K21 Ständehaus en Düsseldorf; con una cobertura de 2 500 metros cuadrados, los tres niveles se separan por seis esferas de 8.50 metros de diámetro llenas de aire. Pese al rigor técnico y científico que sustenta la obra, lo que prima en ella es la vivencia de los visitantes, quienes transitan por los distintos niveles modificando con cada uno de sus movimientos la experiencia del resto de los paseantes: un tejido que hace evidente nuestra interconexión. Cuando vemos las imágenes, olvidamos por unos momentos que estamos frente a una proeza de la ingeniería y recordamos por qué las propuestas de Saraceno no se agotan en la ciencia y por qué el apelativo que mejor le acomoda es el de artista. No sólo se trata del innegable atractivo estético de su obra, sino del potencial poético de la experiencia. Es una obra que seduce con la promesa de la ingravidez. Es, ante todo, un juego de ensoñación espacial. De ahí que se le invite a colaborar tanto en la NASA o el Instituto Tecnológico de Massachusetts, como en la Bienal de Venecia o de San Pablo. De ahí que sus propuestas se presenten lo mismo en la Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU (COP21) en París, que en el MoMA de Nueva York.

"[…] el arte es poder, es actualización de nuestras potencias".

¿Qué lecciones podemos desprender de la obra de Saraceno? Que el arte es poder, es actualización de nuestras potencias. No sólo nos brinda acceso a lo fantástico y roza con lo imposible –ese casi “flotar entre las nubes” al que se refieren muchos de los visitantes de sus instalaciones–, sino que nos faculta para imaginar otros modos de interacción humana. Nos ofrece un espacio potencial: un espacio de ensoñación que es, a la vez, científicamente plausible y por ello conecta con nuestra capacidad para vislumbrar nuevas y mejores maneras de habitar el mundo. Saraceno no está interesado en espectadores pasivos, sus piezas continuamente invitan a la interacción humana y el juego. Busca nuestra complicidad para imaginar el mundo como no es y nos encara con nuestro poder para transformarlo. He ahí el germen de los actos más relevantes, más creativos y revolucionarios: pensar el mundo como puede llegar a ser.

Tomás Saraceno, Cloud Cities (Ciudades nube), 2011. Vista de la instalación en Hamburger Bahnhof – Museum für Gegenwart, Berlín. Cortesía del artista; Tanya Bonakdar Gallery, Nueva York; Andersen's Contemporary, Copenhage; Pinksummer Contemporary Art, Génova; Esther Schipper, Berlín. © Fotografía de Studio Tomás Saraceno, 2011.

Imágenes: Tomás Saraceno, On Space Time Foam (En espuma del tiempo espacial), 2012. Vista de la instalación en el Hangar Bicocca, Milán. Curaduría de Andrea Lissoni. Cortesía del artista; Tanya Bonakdar Gallery, Nueva York; Andersen's Contemporary, Copenhage; Pinksummer Contemporary Art, Génova; Esther Schipper, Berlín. Fotografía de Camilo Brau. © Studio Tomás Saraceno, 2013.

Mariana Pérez es historiadora del arte y trabaja en proyectos de educación artística y cultural.

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