Gemma Anton, Thread (Hilo), 2014. Cortesía de la artista.
por Rosa María Ramírez de Garay
y Vicente Zarco Torres
AL REPLANTEAR EL VALOR MORAL DE LA LEALTAD DESCUBRIMOS QUE TANTO EN LAS RELACIONES AFECTIVAS COMO EN LAS PSICOANALÍTICAS, SER LEAL IMPLICA UN COMPROMISO ÉTICO CON NUESTROS PROPIOS PRINCIPIOS.
¿Qué significa ser leal?, ¿es la lealtad un componente importante en las relaciones afectivas?, ¿puede durar más allá de la relación?, ¿existe en la relación psicoanalítica?
En todas sus acepciones, la lealtad tiene un componente que lo relaciona con la fidelidad, implica ser fiel a algo o alguien, una persona, un principio, un ideal, una institución o una creencia. Se asocia también al respeto y al compromiso. En algunas definiciones incluso se propone que la lealtad implica “devoción”, esto es, amor, veneración, fervor e incluso obediencia.
Sin embargo, siempre conlleva una dimensión ética y moral muy importante, pues es un principio valioso en nuestra cultura (aunque sea como ideal) que hace a una persona más o menos valorada moralmente. No obstante, esto se complejiza cuando ser leal implica, por ejemplo, generar un daño a otros o a uno mismo. En otras palabras, ser leal no es una cualidad ética en sí misma, sino que esa valoración está relacionada con a qué o a quién se le es leal. Muchos soldados le fueron leales a Hitler y llevaron esa lealtad hasta sus últimas consecuencias. ¿Es eso admirable o éticamente correcto? Hubo, por otro lado, quienes al ver la atrocidad de los actos de Hitler decidieron ser desleales y cometer traición, ¿es esto reprobable éticamente?
En las relaciones afectivas, ya sean amorosas o de amistad, con frecuencia la lealtad es un principio al que las personas hacen referencia como algo fundamental, y la traición a esa lealtad puede acarrear la ruptura del vínculo. Pero ¿qué pasa si, por ejemplo, ser leal a esa persona, pareja/amigo/familia, implica guardar un secreto autodestructivo o que pone en peligro la salud o la vida de aquella persona a la que pretendemos ser leales? Y si por alguna razón decidimos terminar esa relación, ¿eso implica ser desleal a esa persona?, ¿será que ser leal significa sostener la promesa de estar siempre al lado de alguien incluso cuando ya no se desea? Éstos son el tipo de puntos muertos éticos con los que nos encontramos cuando problematizamos el término lealtad, en tanto, con frecuencia, este principio se contrapone con otros, e incluso, con el propio deseo.
Si bien no hay ni pretendemos dar una respuesta unívoca a estos cuestionamientos, sí tenemos una propuesta: pensar la lealtad en las relaciones afectivas no en función de una persona o de una relación, sino de una forma de relacionarse. Las relaciones, por lo menos la mayoría de ellas, tienen vigencia, y eso está bien, porque forman parte de la fluidez de la vida. Frente a las múltiples promesas que hacemos cuando nos encontramos en una relación también se encuentran numerosas situaciones que pueden provocar que dichas promesas pierdan vigencia. Cuando decidimos terminar una amistad o una relación de pareja, muchas de esas promesas ya no podrán cumplirse.
Quizás entonces a lo que haya que guardarle lealtad sea a los principios básicos que rigen nuestras relaciones, como el respeto, el cuidado, el amor y la valoración del otro. Si una relación está llegando a su fin, ser leales a la honestidad de hablar con esa persona sobre aquello que estamos sintiendo y pensando en torno a la relación, e incluso cuando ésta haya finalizado, ser leales al respeto y a la privacidad de la otra persona, a sus espacios, a ella misma en la forma en la que nos expresamos con los otros. No confundamos la lealtad con eternidad, ni el fin de una relación con un acto desleal.
Hagamos un salto a otro tipo de relaciones afectivas, la relación psicoanalítica, sin duda una forma de relación muy particular. En ella, el vínculo transferencial, decía Freud, será la mayor resistencia, pero a la vez el único vehículo para el trabajo y la asociación libre. ¿Jugará algún papel la lealtad en este tipo de vínculo? Proponemos apegarnos a la misma hipótesis que sostuvimos con respecto a las relaciones afectivas: la lealtad que se juega en la relación analítica es hacia los principios que rigen la relación y que permiten el trabajo psicoanalítico o la llamada cura. Cuando una persona acude por primera vez con nosotros, con frecuencia lo hace porque está sufriendo, porque hay un dolor o un malestar psíquico/emocional que lo rebasa y con el que busca hacer algo. Quien está en el lugar de analista no le ofrecerá una solución rápida y práctica para ese malestar, no porque no se la quiera dar, sino porque no la tiene. El analista no asume una posición de saber frente al otro, no asume que sabe qué es lo que el otro necesita para sentirse mejor o para ser feliz. Para el analista la respuesta a esa incógnita es completamente singular, esto es, corresponde a cada sujeto, y a lo que se compromete es a acompañar a quien acude a buscarle para que pueda encontrar sus propias respuestas. Se compromete a sostener ese tiempo y ese espacio.
Quizás ése es el compromiso al que mayor lealtad le rinde el analista: no sé a dónde llegaremos, pero mientras quiera trabajar en este recorrido, aquí voy a estar para acompañarlo, escucharlo, y pensarlo con usted. Esta frase que parece sencilla, en realidad implica un compromiso ético enorme. La lealtad en este sentido se desprende del componente moral, en tanto no se explica en términos del bien y del mal, de lo correcto o incorrecto. Implica una promesa de sostenerse ahí, con el fin último de acompañarle en una exploración a lo más íntimo de sí mismo, mientras el otro así lo requiera y lo demande. Y aun cuando la relación termine, el analista será leal al cuidado de todo aquello que el sujeto dejó ver de sí mismo frente a él.
Quizás […] a lo que haya que guardarle lealtad sea a los principios básicos que rigen nuestras relaciones […].
Gemma Anton, Looking Right (Viendo a la derecha), 2014. Cortesía de la artista.
[…] ser leal no es una cualidad ética en sí misma, sino que esa valoración está relacionada con a qué o a quién se le es leal.
Gemma Anton, Man 2 (Hombre 2), 2014. Cortesía de la artista.
Gemma Anton, Thread (Hilo), 2014. Cortesía de la artista.
Rosa María Ramírez de Garay es Licenciada en psicología y Maestra en psicoterapia por la UNAM, actualmente cursa el Doctorado en psicología y salud. Es profesora de la Maestría en psicoterapia para adolescentes en la misma institución.
Vicente Zarco es profesor de posgrado en la UNAM. Encargado del proyecto ESPORA psicológica espora.unam.mx. Es psicoanalista y responsable de diversos proyectos sobre adolescencia y salud mental.