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NO ONE IS AN ISLAND ¿QUÉ SOMOS?

No One is an Island presentado por Random International, Superblue, Studio Wayne McGregor y BMWi. Bailarines: Rebecca Bassett-Graham y Jacob O’Connell de la Compañía Wayne McGregor. Fotografía de Ravi Deepres. © BMW AG (11/2020).

por Ana Cristina Ortego

EL PROYECTO NO ONE IS AN ISLAND DEL COLECTIVO RANDOM INTERNATIONAL, PONE A DIALOGAR DIVERSOS LENGUAJES ARTÍSTICOS COMO LA DANZA, LA ESCULTURA, LA PINTURA, LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y LA MÚSICA PARA GENERAR UN ESPACIO DE SENSIBILIZACIÓN Y REFLEXIÓN SOBRE LA NECESIDAD HUMANA DE ESTABLECER INTERACCIONES CON OTROS HUMANOS Y OTROS SERES VIVOS, ASÍ COMO CON OTROS DISPOSITIVOS.

Imagina entrar a un cuarto oscuro iluminado por una especie de brazos robóticos moviéndose sutilmente en el centro de la habitación. A los movimientos de este robot singular, los acompaña la danza de dos bailarines en un delicado vaivén en el que los humanos y la máquina se hacen uno. Una pieza ligera y relajante musicaliza el performance. Es una escena encantadora y etérea, en la que el espectador fácilmente olvida que hay un robot como figura principal en el centro del salón.

No describo la escena de una película de ciencia ficción, se trata de una instalación que vio la luz en 2020: No One is an Island del colectivo Random International, que en colaboración con la compañía de danza Wayne McGregor, Superblue y BMWi, desarrolló este proyecto en el que la inteligencia humana y la artificial dialogan para convertirse en parte de un todo.

Random International construyó 15 brazos robóticos con unos puntos de luz en los extremos que permitían iluminar sutilmente la habitación. La escultura robótica fue programada con la mínima cantidad de información para que pudiera ser reconocida como humano. Con esta pieza el colectivo invitaba al espectador a reflexionar sobre cómo es que el desarrollo de la tecnología afecta la condición humana.

La intervención de los bailarines de Wayne McGregor añadía una dimensión de performance a la escultura y enfatiza la conexión entre los movimientos humanos y mecánicos. Inspirados en los dibujos de luz de Pablo Picasso, los bailarines creaban líneas de luz que capturaban movimiento y electricidad gracias a la colaboración de BMWi.

[…] la relación entre tecnología y condición humana permite al espectador preguntarse qué significa estar vivo.

No One is an Island fusiona elementos de inteligencia artificial, desarrollo tecnológico, energía y la condición humana para crear una pieza concebida como un Gesamtkunstwerk, u obra de arte total, que integra escultura, música, danza, video, ciencia y tecnología.

Mediante la interdisciplinariedad, la pieza genera conexiones que unen diversas formas de abordar un mismo tema: la relación entre tecnología y condición humana permite al espectador preguntarse qué significa estar vivo. En un mundo en que la línea entre la inteligencia humana y artificial se ha vuelto tan delgada, No One is an Island se vuelve un puente que permite interacciones profundas y significativas.

Para el colectivo, generar empatía en la pieza era uno de los objetivos centrales de este proyecto pues era indispensable permitir que el espectador tuviera un sentimiento de identificación con éste y fuera capaz de tener un diálogo de interconexión, exploración y sorpresa al verse envuelto en un entorno en el que el ser humano y la máquina se funden. A partir de este diálogo podemos preguntarnos y reflexionar acerca de la relación entre el ser humano y la máquina entendida como un elemento que se ha vuelto fundamental en nuestra vida cotidiana.

Así, la empatía es un concepto medular en la pieza que nos permite entender que las relaciones humanas siempre se ven afectadas por el entorno en el que nos desenvolvemos y hoy en día es imposible concebir dicho entorno sin la interacción con la ciencia, la tecnología y la inteligencia artificial.

No One is an Island, nos invita a preguntarnos cómo se desarrolla esa necesidad de conexión a la luz de una creciente automatización y digitalización de nuestro entorno. No podemos olvidar que este proyecto se desarrolló en un año particularmente complejo, ya que la falta de interacción humana, a raíz de la pandemia, nos obligó a buscar formas de suplirla por medio de la tecnología y plataformas digitales.

Tomando en cuenta este contexto en el que como humanos llegamos a sentirnos tan vulnerables, el performance de Random International hacía visible la evidente voluntad de interactuar con sistemas desconocidos y preguntarnos si esto no podía hacernos sentir aún más vulnerables. 

No One is an Island presentado por Random International, Superblue, Studio Wayne McGregor y BMWi. Bailarines: Rebecca Bassett-Graham y Jacob O’Connell de la Compañía Wayne McGregor. Fotografía de Ravi Deepres. © BMW AG (11/2020).

No One is an Island presentado por Random International, Superblue, Studio Wayne McGregor y BMWi. Bailarines: Rebecca Bassett-Graham y Jacob O’Connell de la Compañía Wayne McGregor. Fotografía de Ravi Deepres. © BMW AG (11/2020).

No One is an Island presentado por Random International, Superblue, Studio Wayne McGregor y BMWi. Bailarina: Rebecca Bassett-Graham de la Compañía Wayne McGregor. Fotografía de Ravi Deepres. © BMW AG (11/2020).

No One is an Island presentado por Random International, Superblue, Studio Wayne McGregor y BMWi. Bailarines: Rebecca Bassett-Graham y Jacob O’Connell de la Compañía Wayne McGregor. Fotografía de Ravi Deepres. © BMW AG (11/2020).

Ana Cristina Ortego es Licenciada en historia del arte por la Universidad Iberoamericana. Ha trabajado como curadora en galerías de arte y como asistente de investigación. Desde 2012 coordina proyectos culturales y de difusión y promoción de artistas y exposiciones independientes. Actualmente es coordinadora editorial de la artista María José de la Macorra.

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