por R. Abdallah
imágenes de Ceslovas Cesnakevicius
LA RELACIÓN ENTRE EL SER HUMANO Y EL MUNDO ES SIN DUDA MUY INTENSA. NUESTRA INDEFENSIÓN ANTE EL VIGOR DE LA NATURALEZA Y LOS FENÓMENOS NATURALES HA IMPACTADO EN NUESTRA PSIQUE Y NOS HA LLEVADO A BUSCAR EXPLICACIONES SOBRE SU INMENSIDAD POR MEDIO DE PROCESOS PSICOLÓGICOS EN LOS QUE PROYECTAMOS, MEDIANTE SÍMBOLOS Y RITOS, AQUELLO QUE NOS SOBREPASA.
Es frecuente que el ser humano se vea invadido por el impenetrable abismo que está presente en los grandes cuerpos de la naturaleza. Mares, desiertos, bosques y la misma bóveda celeste han arrebatado miradas de la humanidad, es evidente que en cada uno de estos espacios subyacen misterios insondables que confrontan directamente al ser humano con su propia pequeñez y finitud. Pensar que la naturaleza ha sido mucho antes de la existencia del ser humano, y que seguirá siendo aun cuando éste desaparezca, le revela al ser su cualidad temporal, y, sin embargo, lejos de sentir un rechazo o desaliento, el sujeto se ve profundamente atraído hacia ella, comprende que su vida (su existencia) le pertenece y arma vínculos especiales en los que la naturaleza ocupa siempre un lugar central. La disciplina antropológica ha buscado comprender los fuertes lazos que existían entre la naturaleza y las primeras tribus que se vieron impactadas por su fuerza; los nómadas vivían errando, su desplazamiento obligado era motivado principalmente por la búsqueda de alimentos, dado que no había sido descubierta una manera de conservar alimentos, aunque hubiese buena caza, toda la carne resultaría inservible en poco tiempo, por lo que aparecieron interesantes conductas relacionadas con la ingesta que para la dieta moderna resultarían impensables. Comer hasta rebasar la satisfacción, sin importar el tipo de carne, fue un mecanismo preventivo que le permitió a algunas tribus sobrevivir hasta que volviesen a casar, en otras palabras, el cuerpo se adaptó a la ingesta desmedida seguida de un ayuno indefinido, tal situación quedó grabada en la genética humana, y hoy mismo pueden encontrarse personas que comen sólo motivadas por el hambre y no necesariamente por una indicación nutricional en la que se sugiere tener cinco comidas al día. En otras palabras, muy prontamente se configuró una relación entre la naturaleza, la necesidad y la incertidumbre, pues no siempre la caza resultaba exitosa.
Las tribus primitivas también fueron puestas a prueba con los cambios climáticos, si el nómada no se desplazaba por alimento lo hacía con la esperanza de encontrar zonas más cálidas o superficies más estables en las cuales asentarse. ¿Qué se podía pensar de las tempestades, las fuertes nevadas o los intensos terremotos? El humano primitivo está totalmente indefenso por dos cosas, no puede controlar la naturaleza y tampoco puede explicarla, sólo queda huir y refugiarse, sin embargo, en los breves momentos de calma, en aquellos instantes en los que saciada el hambre y el sueño el hombre nómada descansaba, también descubrió la habilidad de pensar, no es que no lo hiciera antes (¡para sobrevivir hay que pensar bastante bien!) sino que asume una postura reflexiva frente a su realidad, y en un intento de explicar la inmensidad de la naturaleza, realiza un movimiento psicológico-proyectivo fundamental para entenderla: la dota de consciencia, la idealiza y la independiza de sí. Se ha deificado a la naturaleza.
Es bien sabido que tanto las tribus como las antiguas civilizaciones contaban con un sistema de dioses que permitieran comprender y ordenar la realidad. Las deidades más primitivas (o fundantes) son fuerzas naturales y/o elementos que han sido dotados (proyectivamente) de cualidades humanas. A este movimiento psíquico se le ha llamado antropomorfización, en el que resulta evidente que la naturaleza-dios “piense”, “sienta”, “se moleste” o “esté satisfecha”. De esta manera, el vínculo que el ser humano generó con lo natural fue totalmente ritual y panteísta (del griego pan —todo— y theos —dios—). Que la naturaleza sea llamada madre es una clara muestra de ello, los elementos maternos de cuidado, fertilidad, nutricios y sobre todo la vitalidad en sí misma, muestran una asociación entre madre, naturaleza y diosa. La naturaleza está viva, pero no es la vida de la obviedad biológica, sino la vida psíquica que el ser humano impregna en ella y de la cual se vuelve a alimentar. El pueblo maya lo tenía muy claro, antes de cortar un alimento o de cazar un animal, solicitaban permiso a la madre naturaleza (Ixmucané), pedían disculpas por los posibles daños y agradecían por los beneficios recibidos.
El ser humano pasó de una relación lineal por necesidad a una simbólica-religiosa en la que la naturaleza es una entidad independiente, dicha simbolización de la naturaleza permitió también que, en su particularidad, el ser humano la fragmentara para sí, e incorporara en su psiquismo elementos y cualidades específicos que le permitieran comprender y ampliar su vida mental. Comer venado para adquirir su agilidad o beber la sangre de un toro para incrementar la fuerza, son ejemplos concretos de esta incorporación, en el momento en el que esta adquisición es simbólica (metafórica) se puede hablar de la implementación de arquetipos que enriquecen la vida psíquica. Un arquetipo es un símbolo universal que se hereda colectivamente; una paloma es arquetípica en cuanto es portadora de los significados de paz y libertad, una manzana lo es cuando subyace en ella el significado de discordia o muerte, el Sol puede representar al padre por su calidez y protección, en suma, cada uno de los elementos de la naturaleza (plantas, animales o cambios climáticos) poseen cualidades arquetípicas independientes unas de otras. ¿Seguirá el ser humano relacionándose arquetípicamente con la naturaleza?
El inconsciente está habitado por pulsiones y fantasías que constantemente pugnan por manifestarse, agresión y sexualidad son dos de los elementos más importantes que constituyen este nivel interno de la mente, ergo, la relación sujeto-naturaleza delata el estado psicológico de un individuo o de toda una sociedad; la naturaleza simboliza la mente, una gran madre que ofrece vitalidad o bien, es devaluada a un objeto ornamental.
Ceslovas Cesnakevicius, Library (Biblioteca) de la serie The world according to an illusionist (El mundo según un ilusionista), 2014. Cortesía del artista. © Ceslovas Cesnakevicius.
Ceslovas Cesnakevicius, Yellow submarine (Submarino amarillo) de la serie The world according to an illusionist (El mundo según un ilusionista), 2008. Cortesía del artista. © Ceslovas Cesnakevicius.
Ceslovas Cesnakevicius, The Race (La carrera) de la serie The world according to an illusionist (El mundo según un ilusionista), 2015. Cortesía del artista. © Ceslovas Cesnakevicius.
[El humano] en un intento de explicar la inmensidad de la naturaleza, realiza un movimiento psicológico-proyectivo fundamental para entenderla: la dota de consciencia, la idealiza y la independiza de sí. Se ha deificado a la naturaleza.
Ceslovas Cesnakevicius, Drifting (A la deriva) de la serie The world according to an illusionist (El mundo según un ilusionista), 2008. Cortesía del artista. © Ceslovas Cesnakevicius.
R. Abdallah es psicólogo clínico por parte de la Universidad Anáhuac, estudió la Maestría en psicoterapia psicoanalítica en el Centro Eleia y se inclina por la investigación y divulgación filosófica. Es profesor en diferentes instituciones y docente activo en Universidad Humanitas.