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MANO A MANO EN ESTAMBUL: DISEÑO, DAÑO Y CIRCUNSTANCIA

Nohlab, Oculus, 2016. Instalación exhibida en la tercera Bienal de diseño de Estambul. Encargada por HAS Architects. Fotografía de © Nohlab. Cortesía de Nohlab. nohlab.com 

por Pablo Goldin

NUESTRO TIEMPO NO ES IGUAL AL DE LA ARQUITECTURA IMPERIAL OSTENTOSA. HOY, LAS NECESIDADES, LOS INTERESES Y LAS DISCIPLINAS SE HAN MODIFICADO. EN ESTE ESCENARIO OCULUS TOMA UNA FORMA Y UN CONCEPTO DEL PASADO PARA TRAERLOS AL PRESENTE DE UNA MANERA RENOVADA RECORDÁNDONOS QUE LA POSIBILIDAD DEL ÉXITO ESTÁ SIEMPRE LATENTE.

Sutil, emisaria y contundente, la instalación Oculus, concebida en 2016 por la artista y arquitecta Buşra Tunç y el estudio de medios audiovisuales Nohlab, ubicaba una semiesfera de acero invertida bajo el domo del centro cultural Tophane I Amire en la tercera bienal de diseño de Estambul.

Las cúpulas nunca son inocentes. Son hitos y símbolos que exponen los recursos, éxitos y ambiciones de una época. Oculus, una pieza audiovisual inscrita en el programa de barrios creativos que vincula a la sociedad con los temas de la bienal, no es la excepción. Se trata de dos oficinas multidisciplinarias que trabajan horizontalmente para crear una pieza, cuyo fin es exponer el trabajo del estudio de arquitectura turco HAS Architects en un recinto de siete siglos de antigüedad. Are we humans? (¿Somos humanos?) preguntaban Beatriz Colominas y Mark Wigley, curadores invitados de esta edición. Oculus respondió con una experiencia inmersiva de luces y sonido en donde el espectador que orbita entre las dos geometrías encuentra un sitio para meditar al respecto.

Al ver ambas formas yuxtapuestas pienso inevitablemente en el lenguaje y las posibilidades que tiene un mismo concepto para materializarse de maneras distintas; en la idea de libertad con la cual relacionamos las artes creativas y la naturaleza de las limitantes que determinan los procesos de diseño. Como plantea la propia curaduría del certamen, el ser humano y su entorno se han fusionado en el diseño. Nos hemos vuelto indiscernibles de los objetos hasta el punto en que son capaces de cumplir muchos de los criterios que nos hacían únicos. En apariencia la geodésica nos representa, pero me siento más cómodo afirmando nuestra cercanía con la tensión que habita entre ambas.

Me gustaría definir nuestro tiempo como una mezcla contradictoria de posibilidades y restricciones. Somos ese automóvil atorado en el tráfico que tiene la posibilidad de acelerar a 200 km/h, la mente de millones de arquitectos que no tienen recursos ni espacio para construir, la necesidad de preservar y respetar que se contrapone a las ganas de producir cosas nuevas. La memoria ahogada por la nostalgia y los textos autorefenciales llenos de citas de autores muertos. Somos la persona que se imagina frente a una disyuntiva sin darse cuenta de que tomó una decisión mucho tiempo atrás, incapaz de ver que el mundo en el que era posible escoger un camino no es el mismo en el que está queriendo hacerlo. Somos el ser rodeado por la geodésica que ve a lo lejos el domo de piedra y le hace una reverencia. La cúpula temporal expuesta es la regla y poco a poco la preexistente de piedra se transforma en la excepción.

¿Por qué afirmar un conflicto en que parece haber sólo paz y diálogo? Porque cada elemento representa algo diametralmente opuesto a pesar de compartir un mismo concepto geométrico. Son las dos caras del espejo en el que se refleja el usuario y las contradicciones que lo habitan. Mientras la cúpula lo protege de la intemperie, Oculus lo expone a ella y lo excluye de su entorno. El domo de piedra materializa el trabajo inamovible de arquitectos, artistas y artesanos con un mismo fin, la geodésica es la plataforma que permite una infinidad de representaciones desechables sobre ella. Son los quince minutos de fama que Andy Warhol predecía para la humanidad frente a la idea de eternidad que cimentaron la arquitectura y las artes durante siglos. El triunfo de las grandes obras ya lo tenemos, ahora buscamos nuevas experiencias que permitan otro tipo de colaboraciones. Por eso incorporan nuevas disciplinas, porque hay más espacio para crear y por lo tanto más éxito que repartir en un mayor número de plataformas.

Para el cumpleaños número siete de mi hermano le quise comprar un radio donde escuchar CD como los que tuve en la infancia. No hubo tienda que lo vendiera, terminé comprando lo que había. La vida son las circunstancias en las que se inscribe nuestro actuar y la capacidad que tengamos para manejarlas. El efecto cúpula que lograron los bizantinos tiempo atrás, los creadores de Oculus lo replicaron en su entorno de manera distinta. Los caminos cambian aunque los destinos sean similares. Se necesitan de nuevas disciplinas para lograr nuevos resultados, se necesitó de toda la sociedad para hacer política, como lo demostraron los participantes de la ocupación de la plaza Gezi en Estambul en las protestas políticas en 2013. Para construir un mejor mundo, donde incluso los fracasos estén dirigidos hacia algún posible éxito, se necesita de todos. Las cúpulas no son inocentes, son triunfos colectivos, celebraciones congeladas; elementos que nos recuerdan el valor del espacio y el tiempo que habitamos y los caminos y limitantes que existen para construirlo. La excusa de un pabellón adyacente a una bienal fue un acto suficiente para abrir la discusión y comenzar a tomar una posición al respecto.

Las cúpulas nunca son inocentes. Son hitos y símbolos que exponen los recursos, éxitos y ambiciones de una época.

Nohlab, Oculus, 2016. Instalación exhibida en la tercera Bienal de diseño de Estambul. Encargada por HAS Architects. Fotografía de © Cemal Emden. Cortesía de Nohlab. nohlab.com

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Pablo David Goldin Marcovich es alumno de la Facultad de arquitectura de la UNAM y trabaja en Estudio MMX. Hace dirección de arte para cine, proyectos arquitectónicos y diseño.

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