Todas las imágenes: Javier Areán, de la serie El Gran Gatsby, 2017. Cortesía del artista y Saenger Galería.
por Rocío Cerón
ENTRE EL NACIMIENTO Y LA MUERTE UNA SERIE DE EVENTOS FUGACES, SENCILLOS, ORDINARIOS, FRAGMENTARIOS, SE AFINCAN EN EL LENGUAJE Y LA RESPIRACIÓN, E, HILADOS UNO A UNO, COMPONEN RELATOS, VIDAS Y MUNDOS.
“La taza del café del bar Supremo, la imagen del leopardo, el pájaro que se equivocó, aquella escoba de Bangkok. Son la pala, la sonda y el anzuelo”.
Eva Lootz
Lo finito y lo infinito, entre ellos un puente: un residuo, un fragmento de objeto, un recuerdo que se abre en la mente como estrella fugaz cruzando archipiélagos de neuronas. Lo breve, lo aparentemente insustancial, aquello que no es una oda a la grandilocuencia, eso. Lo que vale la pena vivir por su fugacidad. El justo momento en que, como en los textos védicos, uno cae en cuenta que el residuo es el mundo.
Vida y respiración, vida y lenguaje, nos conectamos con la vida al contarnos quiénes somos, en relatos que van quedando como esquirlas-frases que atraviesan el cuerpo. Nos enunciamos mediante las frases adheridas con aproximaciones sucesivas al recuerdo. La mano sobre el hombro del padre, la sonrisa cómplice de tu mejor amigo. La piedra recogida en el río, el sombrero que te acompañó en toda la travesía por la selva chiapaneca. En cada fragmento —residuo— de nuestros actos hay ya un resguardo contra la finitud.
Contra todo lo que el mercado signa, lo más valioso es esa pedacería (el craquelado estuche de las plumas de tu abuelo) lo que pone en la vida una mirada disidente, subjetiva. Riesgo y despliegue: No es en la grieta sino en la hendidura donde reside el pulso de una casa, dice la poeta. Y sí, lo que hiende en nuestras vidas son esas cuentas de oro (metafísicas, hilos anudados de memorias) que se tejen como articulaciones. Aquello que pensamos irrelevante, el día a día, lo habitual, lo diario profundamente cotidiano, como respirar u oler una taza de té por las mañanas o a media tarde, acariciar la mejilla de tu novia, sentir el papel del libro entre las manos o la primera mirada a la calle al salir de tu casa, son los verdaderos inicios del placer. Lo dejó en claro, profundamente, la pandemia.
Mirar por el rabillo del ojo, no la figura central sino las apariciones desde el margen, entonces observar profundamente aquello que se muestra (y no) como puertas a múltiples preguntas donde la flecha y el punto se tocan. En esa servilleta con manchas de café, y el dibujo apenas esbozado, se gesta el nacimiento de una revolución. Cada gesto, objeto, frase o cabeceo es una sedimentación inestable de futuro. Para pasar la laguna de la Estigia (¡oh Patinir, primo hermano de la muerte!), una moneda era necesaria. Como necesarios son los indicios, geografías nebulosas y de ángulos ciegos, que permiten ver más allá y desde donde hombres y mujeres cabales, cada invierno, destruyen el piso de su casa.
Entre el alfa y el omega, entre el aire y la respiración, y entre todos los puntos sucesivos, el abrevadero vital. Providencial es cada instante, en cada segundo se fragua una configuración de territorio álmico. Abrazamos el viento como resguardamos lo brevísimo, el imperio de lo nimio, lo imperfecto, todo aquello que nos da la nitidez de estancia, lo esencial de la respiración y el lenguaje. La casa, constituida de la música del pensamiento y los afectos, radica en la palma de tu mano: en ella el sentido de ese carrete de hilo/tuerca/llaves/ hace cuerpo. Y con ello, abres de un tajo al mundo.
En cada fragmento —residuo— de nuestros actos hay ya un resguardo contra la finitud.
Cada gesto, objeto, frase o cabeceo es una sedimentación inestable de futuro.
Todas las imágenes: Javier Areán, de la serie El Gran Gatsby, 2017. Cortesía del artista y Saenger Galería.
Rocío Cerón (Ciudad de México, 1972) es poeta, ensayista y editora. Ha publicado Materia oscura (Parentalia, 2018), Borealis (FCE, 2016) y La rebelión. O mirar el mundo hasta pulverizarse los ojos (UANL, 2016), entre muchos otros. Acciones poéticas suyas se han presentado en los Institutos Cervantes de Berlín, Londres y Estocolmo; Centro Pompidou de París y el Museo Karen Blixen de Dinamarca, entre otros. Ha recibido varios premios internacionales y obra suya ha sido traducida a más de ocho idiomas. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA.