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LA PAZ DEL NOBEL

por Sara Mariana Benítez Sierra

LA VIDA Y LEGADO DE ALFRED NOBEL, QUÍMICO, INGENIERO, ESCRITOR E INVENTOR SUECO, REFLEJA UN AMOR PROFUNDO POR EL CONOCIMIENTO Y UNA LABOR COMPROMETIDA CON EL DESARROLLO DE LA HUMANIDAD.

You say I am a riddle — it may be
for all of us are riddles unexplained.
Begun in pain, in deeper torture ended.
This breathing clay what business has it here? […].

Alfred Nobel

 

Para muchos el nombre Nobel sobrevive como un premio, un galardón de talla internacional que se otorga a personas o instituciones que han hecho contribuciones importantes a la humanidad. Estos se entregan de manera anual y cada persona recibe una importante suma de dinero, una medalla y un diploma. 

El creador de este distinguido premio se llamó Alfred Bernhard Nobel, nacido en Estocolmo en los años treinta del siglo XIX. A su nacimiento, la familia Nobel había quedado en la ruina por completo, pero años después se trasladaron a Rusia donde su padre comenzó a ver nuevamente su suerte como fabricante de armas. La Guerra de Crimea le devolvió a la familia el éxito con su negocio. 

Debido a esto, Nobel creció con la posibilidad de acceder a una buena educación. Aprendió a hablar sueco, ruso, francés, inglés y alemán. A pesar de los intereses familiares por que continuara con una carrera donde se explotaran sus conocimientos para desarrollar armas, es bien sabido por algunas fuentes que Alfred tenía un interés inmenso en la poesía y muchos lo describían como un chico ingenuo. Por esto, dedicó parte importante de su vida a la investigación científica. 

Después de su contacto y viajes por Suecia, Alemania, Estados Unidos y París, conocerá a personajes como el profesor T.J. Pelouze, y más tarde al químico Ascanio Sobrero quien tres años después inventaría la nitroglicerina, un líquido sumamente explosivo que se logra mezclando glicerina con ácido sulfúrico y nítrico. 

Además de su poder explosivo, era un material sumamente impredecible, por lo que Nobel estuvo interesado en poder llevar este líquido a otras esferas de su trabajo, sobre todo para la industria de la construcción. ¡Increíble pensar en que esto podría reducir horas y horas hombre de trabajo de construcción monumental! 

Lo impredecible del líquido tenía que ser resuelto con alguna especie de método que pudiera controlar la detonación. Pero el tiempo no estuvo de lado de los Nobel, la guerra había terminado y por tanto debían de regresar. La empresa de su padre ya no estaba en condiciones de continuar con la investigación sobre este explosivo. Pronto la vida les sonreiría nuevamente porque comenzarían la explotación de petróleo en el Imperio Ruso, lo que les permitió convertirse en una de las familias más ricas de su tiempo. 

Sus deseos fueron que su fortuna fuera utilizada para otorgar estos premios […] y seguir motivando el desarrollo científico, cultural y humano de la sociedad.

Bain News Service, Alfred Nobel. Vía Library of Congress. Disponible en www.loc.gov/item/2014697754/

Pronto, Alfred demostró ser un hombre con grandes habilidades con la venta de la dinamita y se convirtió en un empresario. Conforme pasaron los años fundó más de noventa laboratorios en distintos países. El desarrollo de estos explosivos militares le acarrearon una vida llena de culpabilidad y ansiedades. Se sentía responsable del mal que habían generado sus invenciones y por ello se interesó en hacer un testamento en el que buscaba crear una serie de premios para beneficio de la humanidad en campos de la física, la química, la fisiología, la medicina y la literatura.

En su vejez, Nobel conoció a Bertha Félicie Sophie Gräfin Kinsky von Wchinitz und Tettau, activista pacifista, periodista y novelista austríaca, quien marcaría pauta para los libros de historia del Premio Nobel de la Paz. Bertha trabajó como su secretaria en París y rápidamente desarrollaron una amistad muy cercana. Esta relación fue tan importante para Nobel, que cuando ella tomó una postura de desarme y escribió el libro ¡Abajo las Armas!, él consideró de vital importancia incluir en los premios un reconocimiento para personas u organizaciones que promovieran la paz. En 1905, por decisión del Parlamento Noruego, se le otorgó a Bertha von Suttner (ahora conocida por su nombre de casada) el Premio de la Paz. 

Nobel falleció en San Remo el 10 de diciembre de 1896. Sus deseos fueron que su fortuna fuera utilizada para otorgar estos premios y que se hiciera una fundación que se encargara de cuidar y promover de la mejor manera los intereses financieros de la institución para entregar este premio año con año y seguir motivando el desarrollo científico, cultural y humano.  

Sara Mariana Benítez Sierra es egresada de la Licenciatura en historia por la Universidad Iberoamericana. Realizó una estancia académica en la Universidad de Leiden, en los Países Bajos y actualmente estudia el posgrado en artes visuales en la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM. Trabaja para el proyecto Defensores de la Democracia y es creadora del proyecto de divulgación Historia Chiquita. Twitter @samaranto | Instagram @samarantoo

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