escritos y fotografía de Sofía Emiána
ALGUNAS VECES UNA PRESENCIA BRUSCA O UNA ENERGÍA VIGOROSA NOS PUEDE LLEVAR A ENFRENTARNOS A NOSOTROS MISMOS Y ENCONTRAR LA LUZ INTERIOR.
“Durante siglos, astrólogos hindúes han aprendido que mitológicamente el más grandioso, poderoso y peligroso de los nueve planetas es Saturno. Han invertido tiempo y esfuerzo en estudiar maneras para mantener las consecuencias de la influencia de Saturno en los seres humanos bajo control”.
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Fue un sábado por la noche, el día de su cumpleaños, cuando apareció Saturno en la vida de Helena, el más temido de los planetas.
Tuvo que ser un sábado, pues martes es de Marte, jueves pertenece a Júpiter…
A sus 28 años, ella sabía que vendría. Lo que la sorprendió fue tanta oscuridad en sonido y color, lo que la obligó a salir de su zona de confort.
Esa mañana, lo confundió con los cuervos que la despertaron a las cinco.
Estaba convencida, Saturno lleva alas y no solamente un aro a su alrededor.
Siempre odiado y con la peor reputación, asustaría a cualquiera, por eso Helena se mantuvo alerta. No la tomaría desprevenida.
Dentro de su lista de posibles disfraces con los que Saturno se presentaría estaban:
- la noche
- insectos
- roedores
- pesadillas
- temblores
- Nunca se esperó una fuerza difícil de señalar, imposible de pelear.
No tenía cara, era sólo energía que atrapa. Fue inevitable sentirse cautivada por su misterio.
La suavidad y amabilidad de otros planetas como Venus no sirvió para aprender ciertas lecciones. Esa oscuridad saturniana la llevó a enfrentarse con lo que en otras ocasiones era posible ignorar. Las distracciones de la vida cotidiana fueron el mejor analgésico, ahora era tiempo de introspección para una posible evolución.
A veces, lo que nos hace mejores humanos y permite mayor crecimiento es el cambio menos buscado.
“Si muestro compasión hacia ti, jamás obtendrás la sabiduría personal de mis habilidades. Al menos una vez deberás experimentar mi juego, de otra forma tu insolencia no te abandonaría”.
Fue ahí desde lo más oscuro y profundo donde brotaron como flores, miedos; los propios, ajenos, nuevos y viejos.
Sentada bajo la sombra del árbol, tomó entre sus manos cada uno de esos miedos, como si fueran piezas frágiles y únicas.
Los observó, analizó, desarmó y los escuchó.
En completo aislamiento encontró su propia voz.
Se sentía enraizar con el árbol, cada vez más fuerte en su propio ser.
“Los griegos conocían a Saturno como Kronos, el que otorga medidas, el que originó el tiempo.
Cualquier cosa que nos haga aislarnos de los demás y del resto del mundo física o mentalmente, se debe a la función de Saturno”.
Llegaron vientos, terremotos y tormentas que se convirtieron en olas gigantescas como las montañas. Helena, sumergida en lo más profundo, respiró en calma hasta que la tormenta pasara. Dos años de bloqueos y batallas.
Hasta ahora, mejor maestro no había conocido.
Dispuesta o no, se vio forzada a lidiar con sus fantasmas, debilidades y opuestos.
De pronto,
silencio.
Era de día, jueves por la mañana. Júpiter se asomaba, con el Sol.
Llegó por fin el tiempo de expansión…
“El verdadero heroísmo está en conquistar tu propia naturaleza. Hasta no lograrlo, Saturno te seguirá afectando. Él encontrará las debilidades en tu personalidad y las expondrá hasta ser vistas al máximo”.
BIBLIOGRAFÍA
-Svoboda, Robert. The Greatness of Saturn. Estados Unidos: Lotus Press. 1997.
Sofía Emiána es editora de la sección Mandala de la revista Capitel de Universidad Humanitas.