por Capitel
fotografías de Munir Hamdan
EN ESTA CONVERSACIÓN CAUTIVADORA CON EL COORDINADOR DE CURADORES DEL MUSEO NACIONAL DE ARTE EN LA CIUDAD DE MÉXICO, DESCUBRIMOS EN LA OBRA DE GERARDO MURILLO, UN NUEVO SIGNIFICADO DE IDENTIDAD NACIONAL Y UN PROFUNDO SENTIMIENTO DE LEALTAD AL PAISAJE QUE NOS VIO NACER.
En una de las salas del MUNAL, donde se expone la muestra Atl, fuego, tierra y viento; sublime sensación, se lleva a cabo la presente entrevista con Héctor Palhares, coordinador de curadores de este recinto. Héctor es historiador de arte, curador y autor de diversas publicaciones. Mientras conversa, pone en relieve lo que él llama “vasos comunicantes” entre las piezas de distintos autores.
¿Puede compartirnos un poco de la historia y la colección del MUNAL?
Hablemos del edificio, es un inmueble del siglo XVII que comienza como noviciado de la Compañía de Jesús. Pero tras la expulsión de los jesuitas por el decreto de Carlos III el inmueble tiene que convertirse en el Hospital de San Andrés. Este hospital atendió a muchas personas y cabe destacar que el emperador Maximiliano fue embalsamado aquí. A Maximiliano lo embalsaman en Querétaro, pero sin éxito, así que llega a México y se encomienda un segundo embalsamamiento para devolverlo a Viena. Juárez vio a Maximiliano colgado bocabajo para que escurrieran los líquidos y comentó: “es más alto de lo que pensaba”.
En la época porfiriana el inmueble cambió su vocación porque Porfirio Díaz decide, en el marco del centenario, crear edificios de enorme envergadura arquitectónica como el Palacio de Bellas Artes, el Palacio Postal y éste, destinado al Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas. Para ello, Díaz invitó a arquitectos extranjeros; Adamo Boari para Bellas Artes y el Correo, y Silvio Contri, un arquitecto de origen italiano que llega a México trayendo el estilo ecléctico en boga a fines del XIX: para este edificio reunió diferentes elementos del Renacimiento italiano, el Neoclasicismo francés, la Bella Época. El edificio se construyó entre 1904 y 1911 y lo inauguró formalmente Francisco I. Madero en 1912. Vemos la deslumbrante arquitectura en cantera con columnas, con capiteles de estilo corintio y jónico, y a partir de esta coexistencia de estilos, Contri se encargó de la arquitectura. Después vinieron los Coppedé: Mariano, el patriarca, y sus hijos, hicieron las pinturas de los plafones: por ejemplo, la alegoría de la paz que remata la magnífica escalera o las del salón de recepciones con varias figuras alegóricas. Hay mobiliario original diseñado por ellos que forma parte del acervo del MUNAL.
En el siglo XX se gestionaron las comunicaciones del país —teléfono, telégrafo, ferrocarril—, hasta que en 1954 se hace el nuevo edificio de la SCOP en la colonia Narvarte. Más tarde, el inmueble será el Archivo General de la Nación antes de trasladarse a Lecumberri, y, en 1982 se convertirá en el Museo Nacional de Arte (MUNAL), con la intención de reunir a los grandes maestros de la pintura nacional. Lo inaugurará José López Portillo a unos meses de su salida.
Las colecciones del MUNAL se enriquecieron cuando en 1999 cierra la Pinacoteca Virreinal. La colección actual consta de 6700 piezas, la más importante del país en arte novohispano y mexicano.
Cuéntenos sobre la célebre escultura El Caballito en la plaza Tolsá.
Es interesante pensar que Silvio Contri también proyectó una explanada que fuera vecina del Palacio de Minería: la actual Plaza Tolsá.
Esta plaza recibe una escultura que no fue proyectada para estar allí, el retrato ecuestre del rey Carlos IV de Borbón, que hace Manuel Tolsá, el arquitecto y escultor de origen valenciano que vino a México a dejar obras extraordinarias.
El Caballito ha cabalgado por distintas zonas de la ciudad; estuvo en el patio de la Real y Pontificia Universidad de México y en el Paseo de la Reforma donde está el caballito amarillo de Sebastián. Llega a la Plaza Tolsá y se convierte en una referencia obligada del lugar. La escultura es de la figura emblemática de un rey que simbolizará el preámbulo de las guerras de independencia y será el eje referencial para pensar en el tránsito del Neoclasicismo académico al universo de las artes en el siglo XIX. Por eso es un diálogo tan atractivo. A pesar del pobre recuerdo por los recientes procesos de restauración, El Caballito seguirá siendo un emblema de la Plaza Tolsá.
¿Qué papel juega el MUNAL en la cartografía museística de la CDMX? ¿Cuáles son las cualidades específicas de este recinto y a qué comunidades convoca?
La Ciudad de México tiene más de 170 museos diferentes, pero los del Centro Histórico tienen un plus particular porque, además de las obras, vemos la historia de un inmueble y la memoria de una tradición histórica. Varios museos están en el Centro Histórico: el Franz Mayer, el MIDE o las Vizcaínas, pero el MUNAL resulta ser emblemático porque tiene el mejor acervo del país, con obras de Velasco, el Dr. Atl, Siqueiros, Rivera, Orozco o incluso de los grandes artífices del arte virreinal como Cabrera o Villalpando.
¿A qué públicos convoca? A todos, porque tenemos un acervo referencial para personas adultas, de la tercera edad, para los niños con importantes programas educativos porque el MUNAL educa y estructura experiencias lúdicas, pero nos gusta que venga mucha gente joven. El MUNAL crea puentes con el arte contemporáneo; muy pronto vendrá una exposición dedicada a Miriam Medrez, una artista que trabaja instalación, poesía, vestuario.
Platiquemos sobre la exposición Atl, fuego, tierra y viento; sublime sensación. ¿Cuéntenos sobre el Fondo Atl y el interés que dio lugar a esta propuesta curatorial?
Gerardo Murillo, Dr. Atl, es uno de los pilares del arte moderno nacional. Su influencia se ve en los grandes artistas del siglo XX, porque recurrirán a su perspectiva curvilínea, a técnicas, colores, contrastes de materiales que sólo él pudo diseñar.
Para hacer la exposición había que releer los fondos del MUNAL e invitar a colecciones como la de Andrés Blaisten o la de Maricarmen y Jorge Ramos. Se trataba de insertar a Atl como el creador del paisaje nacional moderno. Sus grandes referencias están en la obra de José María Velasco, el paisajista por excelencia de la época porfiriana, cuyas perspectivas son un símbolo de identidad y una plataforma para que el Dr. Atl lleve el paisaje a la vanguardia. Si Velasco construye el paisaje nacional como identidad, Atl lo hace como modernidad.
En la figura del Doctor Atl se conjugan la destreza técnica y una devoción profunda por el estudio e investigación, ¿cómo le parece que este perfil impactó en la renovación artística de nuestro país?
Como espectadores podemos ubicarnos frente a una pintura de Atl y descubrir en ella texturas extrañas, empastes y grumos, nos hace ver su influencia en pintores como Siqueiros. Atl inventó una técnica que se llama “Atl color”, se trata de crayolas hechas con encáustica, cera de abeja. Vemos cómo esa texturización crea una serie de contrastes, rugosidades, combinaciones de color, que pocos artistas de su generación lograron. Las obras de Atl tienen una visión panóptica, integral, que logró hacer gracias a un recurso técnico y un dominio de perspectiva extraordinario. Atl tenía contactos en el ejército mexicano que le permitían sobrevolar en avioneta para tener la visión panorámica y pintar en perspectiva, por eso se llama “aeropaisaje”. Hay obras de Atl, en las que se ve el movimiento en la vegetación que provocaban las hélices de la nave. Es el gran fundador del paisaje moderno en México.
Nos gustaría profundizar sobre la pasión del artista por la geología y vulcanología, su relación con el volcán Paricutín y el impacto que tuvo en su obra.
Uno de los núcleos temáticos de la exposición está dedicado al Paricutín, el volcán más joven del mundo. Nace en febrero de 1943 y prácticamente acabó con los pueblos de la periferia. De hecho, en San Juan Parangaricutiro se ven las torres y parte de la fachada de la iglesia entre la lava solidificada. Así como para Claude Monet fue tan importante registrar los efectos lumínicos en su pintura o para Renoir manejar las distintas tonalidades de la paleta cromática, para Atl, fue estudiar los fenómenos físicos del paisaje.
Atl tuvo una particular afición a la vulcanología, le parecía un fenómeno que configuraba una parte medular en la historia del paisaje. Se fue dos años a vivir sobre la lava carbonizada en la periferia del Paricutín. La formación fue muy curiosa porque el magma creó un cono que impidió que saliera ceniza, sólo basalto y gases sulfurosos que acabaron por dañar la salud de Atl. Allí tuvo problemas de respiración, varias caídas, y una de ellas le afectó tanto que le tuvieron que amputar una pierna. Sin embargo, no hay un registro, ni siquiera desde la ciencia, tan pormenorizado como el que hizo Atl de este volcán. Es hermoso ver su interés por el paisaje y mediante estas pasiones, entender al gran maestro del arte moderno en México.
Él entendía lo que implicaba ser leal a una realidad nacional a partir de una búsqueda estética.
¿Cómo dialogan los paisajes de Atl con el trabajo de otros artistas como José María Velasco, Luis Nishizawa o Cleofas Almanza, entre otros, también presentes en la exposición?
El curador de esta exposición, Víctor Rodríguez Rangel, decidió generar un diálogo con la historia del paisaje mexicano desde el siglo XIX, con artistas como Cleofas Almanza, hasta el siglo XX con Luis Nishizawa, sin olvidar a José María Velasco. La idea era crear vasos comunicantes entre las formas de representar a México.
El aeropaisaje no es un horizonte lineal, sino curvilíneo, las nubes enmarcan el valle y la serranía. Eso que Atl lleva al umbral de la vanguardia tiene espejo con obras de artistas como Joaquín Clausell, Nishizawa o Jorge Obregón, un artista vivo que forma parte de esta muestra.
Atl llevó el paisaje al escenario naturalista de vanguardia por sus planos, colores, texturas y la forma de construir. Es una suerte de paisaje interior, moderno, sin ser una copia. Mientras Velasco seguía el rigor de la Academia y del Naturalismo, en Atl hay una libertad creativa que da con la modernidad. En esa época todo el universo del arte europeo va a prevalecer en la creación de artistas nacionales, figuras que incidirán en la construcción de un paisaje moderno.
¿Qué nuevos elementos salen a la luz sobre la historia del arte mexicano al poner en diálogo estas obras?
Es una orquesta de voces, una historia hermanada, una serie de vasos comunicantes que aluden al paisaje como una forma de representar el “otro yo”: el paisaje se vuelve el alter ego del nacionalismo. El paisaje de Velasco es el síntoma de la realidad porfiriana, de la construcción de un México moderno, como el de La cañada de Metlac, con el ferrocarril creando ejes de modernidad, que aquí hace espejo con el cuadro de Carlos Rivera.
Sin embargo, para el Dr. Atl es un paisaje distinto, el de un nacionalismo cultural diferente. Se trata de hablar de un México revolucionario que busca crear nuevos diálogos en el país. Es una realidad que se estructura de otra manera, fragmentada, como la de Picasso de Las Señoritas de Avignon o la de Matisse con sus damas esquematizadas. Es un paisaje interior, intelectualizado, más moderno.
Esta edición de Capitel está dedicada a reflexionar sobre el concepto de lealtad. ¿Cómo entiende usted este valor desde un enfoque artístico y cómo podemos leerlo en la obra del Dr. Atl?
Muy sugerente la pregunta porque habla de cualquier etapa de la historia del arte. Entre el artista, su obra y su tema hay un ejercicio de lealtad. Pocos artistas en la historia de México tuvieron mayor lealtad por el paisaje, la forma, la textura o la fuerza que el Dr. Atl. Él entendía lo que implicaba ser leal a una realidad nacional a partir de una búsqueda estética. En la exposición XX en el XXI hay un cuadro de Atl, La sombra del Popocatépetl, en el que sólo vemos la sombra del volcán. Es un hombre congruente con estudiar, vivir, aprender e incluso padecer a la naturaleza. En 1950, Atl publica un libro, Cómo nace y crece un volcán, y da cuenta de ese ejercicio de lealtad frente al tema que lo apasionó hasta el final de su vida. Hay en él, en su carrera plural y versátil, una congruencia que lo ubica como uno de los artistas de mayor lealtad a su universo estético.
Vale la pena recordar una anécdota. Tras estudiar en Europa, el barco de regreso naufraga y Atl estuvo a punto de perder la vida. En México el poeta argentino Leopoldo Lugones mete a Atl a una tina, le echa champaña encima y brindan: “¡Doctor, por tu doctorado en Roma, “Atl”, agua en náhuatl!” Finalmente, la complicidad con el agua le salvó la vida y eso está expuesto en su pintura: una lealtad por los elementos que lo convierte en uno de los grandes maestros de la pintura nacional.
¿Le gustaría agregar algo más?
Agradecer que sus lectores puedan conocer la importancia de esta colección. La muestra estará abierta hasta el 29 de septiembre para que se acerquen al MUNAL y encuentren una experiencia integral arquitectónica, artística, vivencial y que, en una época tan complicada como ésta, de fronteras, divisiones y nacionalismos heridos, resignifiquemos lo que vale ser mexicanos.