Imam Subanjar, Storm In Away (Tormenta a lo lejos), 2017. Cortesía del artista.
por Leticia Caporal
EN EL LIBRO EL ARTE DE AMAR, ERICH FROMM NOS REGALA UNA SERIE DE REFLEXIONES PROFUNDAS SOBRE LA NATURALEZA DEL HUMANO Y NOS AYUDA A VISLUMBRAR QUE EL AMOR, COMO CUALQUIER ARTE, REQUIERE DE DEDICACIÓN Y COMPROMISO.
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El amor es un tema que a todos interesa, pues, de una manera u otra, nos hemos topado con él, lo hemos vivido y seguramente nos seguirá acompañando en nuestra vida.
En este artículo se hablará del amor desde los ojos de Erich Fromm, quien creía firmemente que el amor debe ser considerado un arte, desde una perspectiva psicoanalítica, antropológica, sociológica y existencial.
Erich Pinchas Fromm nació en Frankfurt el 13 de marzo de 1900. Hijo único de Naftalí Fromm, un judío ortodoxo comerciante de vinos, y de Rosa Krause, ambos provenían de familias rabínicas. En su adolescencia dos sucesos marcaron su vida: a los 12 años supo de una muchacha que se suicidó por la muerte de su padre y quería que la enterraran con él; a los 14 años, conoció el desprecio de los alemanes por los ingleses, que generó la histeria que dio lugar a la Primera Guerra Mundial.
Estudió su bachillerato en Frankfurt y en 1918 hizo dos semestres de derecho para luego estudiar sociología, filosofía y psicología en Heidelberg. En 1922 se recibió de doctor y comenzó su carrera como psicoterapeuta. En 1924 es psicoanalizado por Wilhelm Wittenberg en Múnich y conoce a la psicoanalista Frieda Reichmann, con la que se casará dos años más tarde.
En relación con el amor, resulta interesante que para 1959, Fromm planteaba la idea de que el amor se basa en un deseo de intercambio, el hombre o la mujer son vistos como premios, idea arraigada de una cultura contemporánea, donde el otro debe poseer cualidades que resultan atractivas y rentables, es decir, hay un mercado de la personalidad.
De ese modo, a palabras de Fromm “dos personas se enamoran cuando sienten que han encontrado el mejor objeto disponible en el mercado, entre los límites impuestos por los valores de intercambio”.
Esto nos lleva a establecer dos formas de amar: por un lado, la unión simbiótica (mismo tipo de relación psicológica) que tiene un patrón desde el nacimiento del niño, cuando madre y niño se viven como uno solo, la relación.
El amor simbiótico tiene dos formas, la primera, la sumisión (masoquismo), donde el sujeto está a merced del otro, no toma decisiones, evitando así correr riesgos. Estos individuos buscan de forma desesperada escapar de la soledad. La otra forma, la activa (sadismo), al igual que el primero, tiene un gran temor a la soledad, pero lo afronta de diferente manera, convierte al otro en parte de sí mismo, lo somete, se siente acrecentado y puede abusar de ello.
Así, el sádico es tan dependiente del sumiso como éste de aquél; esto desemboca en una relación de poco crecimiento humano, así como de una escasa satisfacción de amar y sentirse amado.
Ahora bien, el contraste con la unión simbiótica sería el amor maduro, que significa una unión a condición de preservar la propia integridad, la propia individualidad.
Bajo esta premisa Fromm enuncia: que “el amor es un poder activo que atraviesa las barreras que separan al humano y lo une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentido de aislamiento”.
Existen algunos tipos de amor desde la perspectiva planteada por Fromm:
El amor entre padres e hijos. Los hijos aprenden que sus padres los aman por lo que son. Por otro lado, el amor de padre a hijo se vincula con el desarrollo económico-social, donde el amor paterno es condicional, su principio es “te amo porque llenas mis aspiraciones y porque cumples con tu deber”.
Cabe señalar que el amor es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo, de la que se desprende:
El amor fraternal: la clase más fundamental de amor. Por él se entiende “el sentido de responsabilidad, cuidado, respeto y conocimiento con respecto a cualquier otro ser humano”. Se basa en la experiencia de que todos somos uno mismo.
El amor materno: es una afirmación condicional de la vida del niño y sus necesidades, que se puede ver en dos sentidos: el primero es en forma pasiva y el segundo, y muy importante, la madre trasmite al niño el amor a la vida.
Amor erótico: “el anhelo de fusión completa, de unión con una única otra persona. Por su propia naturaleza es exclusivo y no universal”, es quizá, la forma de amor más engañosa, pues se le puede confundir con la experiencia explosiva de enamorarse. Este tipo de amor tiene una premisa: amar desde la esencia del ser (y vivir a la otra persona en la esencia de su ser).
Amor a sí mismo: mi propia persona debe ser objeto de mi amor. “La afirmación de la vida, la felicidad, el crecimiento y la libertad están arraigados a la propia capacidad de amar.”
Amor a Dios: “surge de la necesidad de superar la separatidad y lograr la unión”.
Parece que para superar el fracaso del amor es necesario examinar las causas de tal fracaso y estudiar el significado del amor. Hay que entender que el amor es un arte, como vivir. En palabras de Fromm: “Si deseamos aprender a amar debemos proceder en la misma forma en que lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte”.
Ningún acto creativo surge de la obligatoriedad […].
BIBLIOGRAFíA
Boeree, C. Cara y cruz del psicoanálisis. España: Bruguera, 1997.
Fromm, E. El arte de amar. España: Paidós, 1959.
Leticia Caporal es coordinadora académica de campus Santa Fe.