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UNA COLECCIÓN DE EXPERIENCIAS

Erwin Heerich, Guesthouse “Kloster” (Casa de huéspedes “Kloster”), Raketenstation Hombroich, © Bildarchiv Foto Marburg / Tomas Riehle.

por Jorge Vázquez Ángeles

AL OESTE DE ALEMANIA SE ENCUENTRA UN PARAÍSO ARTÍSTICO EN EL QUE OBRAS DE ARTE, ESCULTURAS Y ARQUITECTURA DE DIFERENTES TIEMPOS Y AUTORES ENTRAN EN UN DIÁLOGO ARMÓNICO PARA OFRECER A LOS VISITANTES UNA EXPERIENCIA A LA MANERA DE LOS ROMÁNTICOS.

Erwin Heerich, Hohe Galerie (walk-in-sculpture) [Hohe Galerie (escultura transitable)], Museum Insel Hombroich, © Bildarchiv Foto Marburg / Tomas Riehle.

Erwin Heerich, Wohnhaus (Edificio residencial), Raketenstation Hombroich, © Bildarchiv Foto Marburg / Tomas Riehle.

Erwin Heerich, Kassenhaus (walk-in-sculpture) [Taquilla (escultura transitable)], Museum Insel Hombroich, © Ivo Faber, VG BILD-KUNST Bonn, 2020.

[…] la intención de esta aparente falta de orden tiene que ver con el deseo de no crear un museo típico […] sino contribuir a que libremente los visitantes elijan su propio camino […].

Tadao Ando, Langen Foundation, 2014. © Langen Foundation. Cortesía de Langen Foundation, © Bildarchiv Foto Marburg / Tomas Riehle.

Vivimos en un mundo en el que la experiencia se ha convertido en un eslogan para convencer a la gente de que visitar un centro comercial, comprar una hamburguesa, ir al cine o acudir a un parque de diversiones supone vivir en carne propia una serie de emociones y vivencias perdurables que nos harán felices. Es la “cultura Disney”: la promesa de experiencias únicas en una inmensa tienda de suvenires, a la espera de que la fila avance.

Ante esta parafernalia forzosa, destaca que un museo en Alemania se construyera con el propósito contrario: sin aspirar a ser un icono (como los museos Guggenheim), el Insel Hombroich ofrece un desconcertante planteamiento que coloca la experiencia de sus visitantes en el centro.

Ubicado a las afueras de Düsseldorf, muy cerca del río Erft, el museo hace honor a su nombre: es una isla (insel, en alemán). La zona que lo rodea se caracteriza por combinar paisajes naturales con fábricas y campos de cultivo. Insel Hombroich nace gracias al esfuerzo del coleccionista alemán Karl-Heinrich Müller para resguardar y exponer la cantidad de obras que adquirió a lo largo de su vida.

Por ello, en 1982, adquirió la finca Hombroich, a cuya extensión añadiría, en 1994, una vieja estación para lanzar cohetes, propiedad de la otan.

Con 25 hectáreas a su disposición, Müller se asoció con el escultor Erwin Heerich, Gotthard Graubner, pintor y responsable de la museografía, y con el paisajista Bernhard Korte. La idea: crear una galería fragmentada.

La ausencia de arquitectos en esta primera fase dio como resultado once estructuras que a primera vista parecen edificios, y que en realidad constituyen un espacio escultórico en el que un único material —tabique rojo, algunos de ellos más quemados o “recochos”—, unifican esta colección de piezas que por momentos juegan a ser edificios.

Heerich los clasificó en tres tipos: 1) Esculturas visitables o “caminables”, provistas de puertas y ventanas para dar una impresión de habitabilidad (Kassenhaus, Turm, Labyrinth, Hohe Galerie, Graubner Pavillion, Tadeusz Pavillon, Zwölf-Räume-Haus y Schnecke); 2) Pabellón para exponer pinturas o esculturas (Orangerie) y, 3) Volúmenes que sí cumplen con un propósito arquitectónico (Atelier-und Wohnhaus Graubner, Cafeteria).

[…] la Fundación Langen oculta las salas de exhibición al tiempo que juega con largos pasillos que, como vitrinas, enfatizan el concepto global del sitio […].

Per Kirkeby, Drei Kapellen (walk-in-sculptures) [Tres capillas (escultura transitable)], Kirkeby-Field, © Stefano Graziani.

De acuerdo con el pensamiento de Karl-Heinrich Müller, la intención de esta aparente falta de orden tiene que ver con el deseo de no crear un museo típico, ajustado a un recorrido lineal o de tiempo, sino contribuir a que libremente los visitantes elijan su propio camino, descubran qué hay dentro de cada escultura y propiciar una experiencia única y personal.

Esta idea radical se refuerza con otras características no menos importantes: los pabellones no cuentan con iluminación artificial, ni fichas ni señales que permitan conducir el pensamiento del observador. Al ir de un volumen a otro, el paisaje juega un papel importante, pues su función contemplativa abre un espacio a la reflexión individual respecto de las obras antes apreciadas.

Desde su apertura en 1987, más arquitectos y artistas han contribuido a configurar la isla, como el trabajo de Per Kirkeby y sus capillas, Raimund Abraham y su Casa para la música, y los edificios de Álvaro Siza y Tadao Ando.

En el caso del portugués, un verdadero arquitecto de la contemplación, se trata de un pabellón en forma de herradura, construido con tabique rojo. Por su parte, Tadao Ando proyectó un museo más en forma, en su estilo particular —muros de concreto aparente y amplias superficies de vidrio—.

Precedida por un lago, la Fundación Langen (Langen Foundation) oculta las salas de exhibición al tiempo que juega con largos pasillos que, como vitrinas, enfatizan el concepto global del sitio: que los visitantes necesitan aire y luz para completar la experiencia de observar esta colección que carece de explicaciones.

Paisaje, espacio escultórico, museo. Todo es y no es, al mismo tiempo, el Insel Hombroich, cuyo lema no podría ser más certero: “Arte en paralelo a la naturaleza”.

Raimund Abraham, Haus für Musiker (Casa para músicos), Insel Hombroich Foundation, Raketenstation Hombroich, © Bildarchiv Foto Marburg / Tomas Riehle.

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Jorge Vázquez Ángeles (CDMX, 1977) es arquitecto por la Universidad Iberoamericana (UIA). Desde 2003 se dedica a la literatura y la edición. Ha sido editor de las revistas Leemás y Tierra Adentro. Sus artículos pueden leerse en Casa del Tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Es el fundador del sitio metropolifixion.com.

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