por María Fernanda Varela Valdés
imágenes de matali crasset
En un mundo cada vez más digitalizado, la brecha generacional en el acceso a la tecnología puede generar exclusión. Para enfrentar esta problemática, un grupo de estudiantes mexicanos desarrolló un proyecto intergeneracional con el objetivo de que los jóvenes enseñen a personas mayores a usar herramientas digitales.
Como parte de la asignatura Laboratorio de Sociopedagogía y Desarrollo Comunitario, estudiantes de pedagogía del SUAyED de la UNAM realizan pequeñas intervenciones en comunidades, a fin de vincular teoría y práctica desde una mirada transformadora.
Una de estas experiencias, ocurrida en la CDMX, resultó significativa por el modo en que vinculó generaciones por medio de la tecnología. Roberto, uno de mis estudiantes, decidió trabajar con su abuela, quien le compartió lo difícil que resultaba para ella y varios vecinos utilizar el celular para tareas básicas: comunicarse con familiares, hacer trámites en línea o acceder a información. Esa dificultad cotidiana, a menudo invisibilizada, fue el punto de partida para un proyecto con enfoque sociopedagógico.
Aunque suele hablarse de desigualdad en términos económicos o educativos, pocas veces se señala a la edad como una forma de exclusión. Los adultos mayores enfrentan barreras ante los cambios acelerados en el uso de dispositivos digitales. Quedar fuera de estos entornos no solo limita el acceso a derechos, sino que refuerza sentimientos de aislamiento y dependencia.
Para atender esta situación, Roberto y su equipo propusieron realizar un taller intergeneracional en el que jóvenes enseñaran a personas mayores a usar herramientas digitales. Una vecina, Josefina, propuso que su nieto Rodrigo —recién egresado del bachillerato y en espera de ingresar a la universidad— fuera quien impartiera las clases.
El grupo, coordinado por los estudiantes, organizó horarios y consiguió un espacio de reunión. Querían aprender a mandar stickers por WhatsApp, pagar servicios o consultar su correo sin depender de los demás. A cambio, los jóvenes recibieron una pequeña retribución económica. Durante semanas, el taller funcionó como un punto de encuentro comunitario. Más allá del aprendizaje técnico, se generaron vínculos de afecto, reconocimiento y conversación.
Este tipo de proyectos son fundamentales para regenerar el tejido social. Reunir a generaciones que han quedado distantes por diferencias tecnológicas permite tender puentes de comprensión. Las personas mayores no solo aprenden de los jóvenes; también comparten saberes valiosos: historias de vida, consejos, formas de acompañar. En un país como México marcado por desigualdades, crear redes comunitarias desde la educación es una apuesta ética. La intervención de Roberto y su equipo no fue grande en escala, pero sí en profundidad: ayudó a que algunas personas se sintieran capaces y acompañadas.


Reunir a generaciones que han quedado distantes por diferencias tecnológicas permite tender puentes de comprensión.

matali crasset, Le pavillon des radiophoniques (El pabellón de la radio), 2024. Compagnie Maâloum. Fotografías de Anthony Lanneretonne.
María Fernanda Varela Valdés es doctora y maestra en Pedagogía por la FFyL de la UNAM, licenciada en Sociología por la FES Acatlán, docente en línea en Pedagogía de la FFyL y de la maestría en Educación del Campus Virtual de Universidad Humanitas.








