Todas las imágenes son de Kit Paulson. Cortesía de la artista.
por Guillermo Cárdenas Guzmán
UN ESTUDIO RECIENTE DETERMINÓ QUE DESDE HACE VARIAS DÉCADAS LA INTRODUCCIÓN DE VENTILADORES MECÁNICOS Y CIRUGÍAS DE TRASPLANTES DE ÓRGANOS EN LA PRÁCTICA CLÍNICA MODIFICÓ DE MANERA DETERMINANTE LOS CRITERIOS PARA DEFINIR LOS LÍMITES ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE.
Hasta mediados del siglo XX, el cese de funciones vitales marcaba el final de la vida humana. Pero dos grandes hitos de la medicina moderna cambiaron este concepto, en tanto hicieron posible prolongarla más allá del propio cuerpo: los ventiladores mecánicos y los trasplantes de órganos.
El ventilador mecánico permite asistir la respiración de los enfermos, mantener su circulación y otras funciones vitales. Por otro lado, desde el trasplante de riñón exitoso, estos procedimientos se extendieron hasta abarcar operaciones cada vez más complejas con otros órganos como hígado, corazón, páncreas y pulmones.
Un informe académico revisó los cambios recientes en el campo médico acerca de la definición de los límites entre la vida y la muerte, abarcando criterios fisiológicos, así como neurológicos y filosóficos.
En el informe se asienta que antes, la definición de muerte era inequívoca: se declaraba cuando el paciente dejaba de mostrar signos vitales. Pero con la llegada de estos hitos, el punto definitorio del cese de la vida tuvo que replantearse.
Esta situación dio paso al llamado Reporte Harvard (1968), que estableció nuevos criterios médicos y éticos que siguen vigentes. Desde esa fecha, en lugar de los signos vitales, se adoptó el criterio de muerte cerebral como indicador del fallecimiento de una persona.
Aunque este criterio se generalizó en la práctica clínica, no ha estado exento de controversia, sobre todo al analizar casos de pacientes inicialmente desahuciados que lograron sobrevivir más tiempo. Por ello, Iván Ortega y David Rodríguez de las universidades de Alcalá y Granada plantean que es indispensable valorar las condiciones particulares de cada caso para determinar si la prioridad es salvar pacientes o salvar sus órganos.
Según ellos, los casos de pacientes considerados muertos y que luego pudieron recuperarse obligan a examinar con detalle todas las implicaciones médicas y éticas antes de comenzar protocolos de trasplante para salvar vidas.
TERAPIA DE CORAZÓN PARA SALVAR VIDAS
CIENTÍFICOS DE LA UNIVERSIDAD MÉDICA DEL SUR DE CAROLINA ENSAYARON CON ÉXITO UN TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO QUE MINIMIZA LAS LESIONES QUE APARECEN ANTES Y DESPUÉS DE LA INTERVENCIÓN QUIRÚRGICA PARA TRASPLANTAR UN CORAZÓN Y ASÍ PROLONGAR LA VIDA DE LOS PACIENTES.
El éxito de un trasplante de corazón depende de que el órgano no sea rechazado por su nuevo hospedero, obstáculo que se presenta en uno de cada cuatros casos. El rechazo se debe a dos factores: uno es la reacción de las células “T” del sistema inmunitario que luchan para expulsar de su territorio al tejido cardíaco que reconocen como extraño. El segundo se debe al daño que el corazón puede sufrir durante el proceso previo y posterior a la cirugía, ya que debe extirparse del donador y guardarse en cajas con hielo para mantenerlo en buenas condiciones mientras es trasladado al hospital.
En este proceso, el corazón carece de irrigación —que se restablece cuando es reconectado a los vasos sanguíneos del receptor— y está sujeto a estrés ambiental y bajas temperaturas. Estos factores terminan por ocasionar cierto daño, que en la jerga médica se conoce como lesión por isquemia-reperfusión post trasplante.
Para atacar el problema, expertos dirigidos por el investigador Stephen Tomlinson del Departamento de Microbiología e Inmunología de la Universidad Médica del Sur de Carolina desarrollaron una prometedora terapia que podría minimizar ese tipo de lesiones.
Este nuevo tratamiento farmacológico, basado en dos inhibidores de la respuesta inmunitaria llamados C2 y CR1, está dirigido a las células superficiales del corazón que resultan dañadas en la intervención y que al ligarse a los anticuerpos en el torrente sanguíneo activan un sistema complementario de defensa.
Con esto, Tomlinson y sus colegas buscan reducir la severidad del daño por isquemia-reperfusión, pero sin afectar al sistema inmunitario, como sucede con otros fármacos disponibles. “Los resultados fueron claros. Logramos reducir a la mitad la dosis del fármaco utilizado para proteger a los corazones trasplantados; pero lo más importante es que no hubo ningún efecto en la actividad del sistema complementario”, expresó Tomlinson.
Guillermo Cárdenas Guzmán es periodista especializado en temas de ciencia, tecnología y salud. Ha trabajado en diversos medios de comunicación impresos y digitales en México, como Reforma y El Universal. Fue becario latinoamericano de la American Association for the Advancement of Science en 2009.