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LAS SOTERRADAS INCLINACIONES DEL ALMA

por Ishtar Cardona

EN UN MOMENTO HISTÓRICO QUE PARECE PERMEADO POR EL SINSENTIDO, SE PROPONE UNA REVISIÓN FILOSÓFICA DE LA PASIÓN DESDE LA EDUCACIÓN PARA PENSAR SOBRE LAS EMOCIONES EN LAS QUE SE MEZCLA EL DOLOR CON EL GOZO, Y APRENDER A LIDIAR CON ELLAS.

“Si la emoción es una borrachera, la pasión es una enfermedad que rehúsa toda medicina y, por ende, es mucho peor que todas aquellas conmociones pasajeras del alma, que al menos, excitan el propósito de corregirse; en lugar de lo cual la pasión es un hechizo que excluye la corrección”.

Immanuel Kant, Antropologías 

Es un error frecuente en los despreocupados por la filosofía confundir la pasión con la emoción, y oponerla a la razón. Y es común en el ámbito educativo, aun en el universitario. La desaparición progresiva de los temas filosóficos en los programas de estudio, nos dejan desnudos y vulnerables ante los vaivenes de sentido del mundo contemporáneo, donde parece que la razón tiene una mera utilidad técnica que no guarda relación con el discernimiento de nuestra propia vida subjetiva. Por ejemplo, cuántas veces no habré escuchado a algún estudiante escudarse en sus “pasiones” para disculpar explosiones emocionales transitorias o procesos sentimentales de mayor duración (este segundo caso se acerca más al concepto analizado por autores diversos). Ahora bien, desde la Antigüedad, el tema de la pasión forma parte del catálogo canónico de la filosofía. No pretendo hacer una revisión exhaustiva de los autores y las posturas que se han construido en torno a ella. Quiero centrarme en un ángulo del debate: el ejercicio de la razón que separa a la pasión de la emoción, y, mediante este desarrollo, mostrar el sentido de su conocimiento entre el público en general y, en particular, al interior del sistema educativo.

Para autores como Aristóteles, Kant y Hume –aun si difieren sobre la utilidad, el bien o el mal, contenidos en las pasiones– la irracionalidad no es una característica de ellas. Por el contrario, la pasión se refiere a esas afecciones que modifican al sujeto de forma persistente y no transitoriamente como las emociones (Aristóteles), o al hecho de actuar según un afán, una inclinación que domina a todas las demás inclinaciones (Kant). Esta inclinación, si bien es refractaria a la reflexión necesaria para resistirse a ella, para poder proyectarse en el futuro y reproducirse en el tiempo, requiere de la reflexión sobre los medios para alcanzar su fin: “Porque si las emociones son nobles y francas, las pasiones son astutas y solapadas”.

Es decir, mientras que las emociones son manifestaciones momentáneas, golpes de lo sensitivo en el presente, las pasiones ponen a la razón a su servicio para así poder alcanzar sus objetivos, ser satisfechas constantemente en el tiempo. Con análisis distinto al de Kant, en su Tratado de las pasiones del alma Descartes afirma que las pasiones no son voluntarias, y que son ellas las que ligan los placeres comunes del cuerpo y el alma, sin ser necesariamente negativas si llegan a ser dominadas por la razón. Spinoza, por el contrario, y cercano al análisis de Kant, considera que las pasiones siempre son negativas puesto que se sirven de la razón y pueden llegar a confundirse con ella, y aunque se generase una conducta positiva en el individuo gracias a la pasión, el hecho de que esta conducta no sea producto de la razón es ya negativo. Otros autores señalan que la pasión entendida como inclinación del alma, conduce la vida del individuo instrumentando la razón, mucho más de lo que la razón pura podría conducir los comportamientos del individuo. Por eso afirman que la pasión no solamente es ineludible, sino el camino al verdadero conocimiento de los humanos.

Pienso en todo esto mientras recuerdo conversaciones con estudiantes que se lamentan de no poder resistirse a ciertos impulsos que, si bien les procuran placer, también les provocan sufrimiento. Por ejemplo, las llamadas “relaciones tóxicas”, que más allá de ser episodios aislados en la historia del individuo, pueden llegar a constituir verdaderos patrones de conducta, en los que se ponen en juego estrategias, se despliegan habilidades y se miden maniobras para sostener ese estado de las cosas, obtener así una satisfacción irracional al hacer uso de herramientas de la razón. Por supuesto que estas conductas no son nuevas, y aunque las categorizaciones se secularicen (“amor desgraciado” que muta a “relación tóxica”) no deja de sorprenderme las maromas y malabares que hacen las personas, con planeación consciente o inconsciente en la mayoría de los casos, para saciar esa necesidad sensitiva o intelectual que no tiene un sentido explicable en términos objetivos…

Muchos de los autores que han tratado este tema han querido clasificar las pasiones, al atribuirles fases opuestas pero complementarias entre lo gozoso y lo doloroso. Las pasiones no son nada más el amor, el deseo y la inclinación a la libertad, sino también el odio, la huida, la tristeza y la ira. Kant también habla de pasiones generadas por la cultura: el afán de poder, de dominio y de posesión. Pero si regreso a las pasiones que gravitan en torno al polo de lo doloroso, me encuentro de pronto con estos estudiantes que no advierten el sinsentido de ciertas conductas, sino una mezcla de placer y sufrimiento que les resulta difícil extraer de sus vidas. En un momento histórico en el que el sinsentido se apodera de los discursos y la depresión se vuelve signo de los tiempos, me parece necesario volver la mirada a las discusiones filosóficas sobre las pasiones para hablar de este otro fenómeno distinto al de la depresión: las conductas sistemáticas que están cargadas de un sentido complejo y confuso donde se mezcla el gozo y el dolor, y que el propio individuo no puede explicarse ni en sus causas ni en sus consecuencias.

Los espacios educativos deberían apoyarse en el proceso de producción del conocimiento desde la filosofía para así poder abordar el malestar cultural en la sociedad, y en nuestros estudiantes en particular, dotándolos de herramientas de significación para revelar sus propias pasiones; en lugar de dejarse llevar por los modelos tecnocráticos que promueven saberes sesgados que no nos ayudan a nombrar la ansiedad ambivalente de los tiempos.

Stanisław Dróżdż, OD DO (From To) [OD DO (De para)], 1994-2009. Fotografía de Paulina Maga. Cortesía del artista, fotógrafa y Propaganda gallery.

Stanisław Dróżdż, Między (In Between) [Entre], 1977-2008. Fotografía de Andrzej Świetlik. Cortesía del artista, fotógrafo y Propaganda gallery.

Stanisław Dróżdż, Między (In Between) [Entre], 1977-2008. Fotografía de Andrzej Świetlik. Cortesía del artista, fotógrafo y Propaganda gallery.

[…] mientras que las emociones son manifestaciones momentáneas, golpes de lo sensitivo en el presente, las pasiones ponen a la razón a su servicio para así poder alcanzar
sus objetivos […].

[Otros autores señalan que] la pasión no solamente es ineludible, sino el camino al verdadero conocimiento de los humanos.

Stanisław Dróżdż, Między (In Between) [Entre], 1977-2008. Fotografía de Andrzej Świetlik. Cortesía del artista, fotógrafo y Propaganda gallery.

Stanisław Dróżdż (1939-2009) fue un artista polaco, conocido como uno de los representantes más importantes de la poesía concreta. Su obra utiliza palabras simples, letras y números para crear nuevos universos y subrayar la autonomía de las palabras, su sentido y la contradicción entre la experimentación lúdica y la exactitud matemática. La galería polaca Propaganda representa su obra. www.prpgnd.net

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Ishtar Cardona es socióloga y gestora cultural. Sus investigaciones se centran en el patrimonio cultural intangible, las músicas tradicionales y los procesos de resignificación identitaria. Actualmente es docente en la Facultad de filosofía y letras de la UNAM y en la Escuela de lenguas de la Universidad Anáhuac.

1. Alfonso Fernández Tresguerres, El Catoblepas Revista Crítica, no. 86 (2009), Madrid: Nodulo Materialista.

2. B. Pascal, Opúsculos (Madrid: Aguilar, 1975) y F. La Rochefoucauld, Reflexiones o sentencias y máximas morales (Epub. FV Éditions, 2015).

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