por Alain Alvarez
imagen de Gustave Moreau
La idea de las nueve Musas como fuente de inspiración se remite a la Teogonía de Hesíodo y a la idea de éstas como figuras de autoridad que utilizan al artista como un medio para expresar la verdad y la belleza a partir del arte.
Al inicio de su Teogonía, Hesíodo narra el momento en el que las Musas le encomiendan la nada sencilla tarea de elaborar un poema para narrar el origen de los dioses. Hijas de Zeus y la Memoria (Mnemosyne), ésta es la primera mención que tenemos de las Musas en toda la tradición occidental:
“Clío, Euterpe, Thalía, Melpomene,
Κλειώ τ' Εὐτέρπη τε Θάλειά τε Μελπομένη τε
Terpsícore, Erato, Polimnia, Urania,
Τερψιχόρη τ' Ἐρατώ τε Πολύμνιά τ' Οὐρανίη τε
y Calíope
Καλλιόπη θ'’”.¹
Descritas por Hesíodo como “olvido de todo dolor y descanso de toda pena”,² el encuentro con las Musas ocurre en el apacible campo rústico, donde Hesíodo, antes pastor que poeta, camina con su rebaño en las praderas beocias, a unos cuantos kilómetros de la mítica Tebas y el golfo de Corinto. Al dirigirse a él, las Musas le dejan claro que los poetas son meros portavoces de lo bello, pero no sus creadores y por lo tanto serán ellas quienes decidan si el poeta dice mentiras o canta verdades:
“Nosotras podemos decir incontables falsedades de apariencia verosímil;
Pero podemos también, si así lo quisiéramos, cantar la verdad”.³
Cabe destacar que, a diferencia de la concepción moderna de “la musa” como un elemento pasivo en el proceso creativo, es decir, como un objeto sin agencia que yace ante la mirada escrutadora del artista, las Musas de la Antigüedad son figuras de autoridad que utilizan al artista como un medio para expresar la verdad y la belleza a través del arte. Mediante la poesía, la danza, la música o cualquier actividad que caiga bajo su soberanía, las Musas son las encargadas de transmitir las formas de lo bello y lo verdadero. Por otro lado, establecen un criterio estético inicial para diferenciar entre la buena y la mala poesía. Esta distinción se basa en si el poeta goza o no de sus favores, al convertir a la inspiración en una concesión de la divinidad, y no en una característica o esencia que se posee de manera individual. En la Antigüedad clásica, la inspiración es, de hecho, un elemento que se aspira o inhala, como el aire divino emanado de las Musas. Por esta razón, es común que los episodios de inspiración poética sucedan en el campo, entre corrientes de aire puro y ante la nobleza de los animales.
La estrecha relación con la naturaleza en la Antigüedad clásica no es un tema menor para entender la inspiración. El campo como espacio de conocimiento y la escritura como actividad intelectual estaban unidos por asociaciones culturales más complejas que denotan una forma de entender el arte muy distinta a la perspectiva moderna. Por ejemplo, la escritura bustrofedónica es una de las primeras formas de escritura documentadas en la historia de Occidente. Esta técnica implica redactar la primera línea de izquierda a derecha y la siguiente en sentido inverso. Este patrón no es más que una imitación de los surcos creados por los bueyes que aran la tierra. De ahí que su etimología se componga de bous (buey) y strophe (giro), literalmente “el buey que va y viene”. La conexión entre arar y escribir es una invención fascinante de la cultura griega pues nos invita a pensar que arar fue probablemente la primera forma de hacer poesía, y en medio del cultivo de la tierra, llegaron las primeras formas de la inspiración.
Quizás la lección más profunda de este episodio sea que los secretos más íntimos de la inspiración residen en las sencillas bondades de la vida rústica: en el susurro sereno de los arroyos, en el movimiento de las hojas al viento y en el esfuerzo honesto del trabajo del campo. Si cada surco es una línea del poema que nos dictan las Musas, tal vez lo que nuestro mundo necesita con más urgencia sean más pastores que, al igual que Hesíodo, recorran las praderas con sus rebaños, bajo cielos despejados de azul intenso, atendiendo a las verdades eternas que la naturaleza nos canta en verso.
[…] las Musas de la Antigüedad son figuras de autoridad que utilizan al artista como un medio para expresar la verdad y la belleza a través del arte.
Gustave Moreau, Hésiode et la Muse (Hesíodo y la Musa), 1891. Don Étienne Blanc, 1961 © RMN-Grand Palais (Musée d' Orsay) / Hervé Lewandowski.
Alain Daniel Alvarez Vega (Jojutla, 1989) es candidato a doctor por la Universidad de Colonia. Investiga las intersecciones entre literatura, política y epistemología. Actualmente escribe su tesis doctoral sobre poetas que escriben crítica literaria en el siglo XX. www.alainalvarez.com
- Teogonía, 77-79.
- Ibídem, 55.
- Ibídem, 27-28.