Jaume Plensa, Twenty-Nine Palms (Veintinueve palmeras), 2007. Instalación en el Museo Nasher en Dallas. Cortesía del artista y Richard Gray Gallery. Fotografía de Jaun García Rosell.
por Mariana Pérez
LA OBRA DEL ESCULTOR CATALÁN JAUME PLENSA REPRESENTA DE MANERA POÉTICA EL TRABAJO DE CONCILIAR LAS FUERZAS APARENTEMENTE ANTAGÓNICAS, COMO SUCEDE EN LA EDUCACIÓN, QUE CONSTITUYEN AL SER HUMANO: INDIVIDUALIDAD/COLECTIVIDAD; AFUERA/ADENTRO; MATERIA/ESPÍRITU.
En el glosario de la creación artística, el concepto de la dualidad aparece una y otra vez. Sin embargo, pocos como Jaume Plensa (Barcelona, 1955) han sabido reconciliar dos principios antagónicos de forma tan poética: sus esculturas proponen paralelamente proyección e introspección; grandes volúmenes con una incuestionable fuerza matérica que rozan con lo intangible. Es el tronco común de una propuesta escultórica en el espacio público que, si bien no ha sido su único medio de expresión artística -con más de cuatro décadas de trayectoria, ha incursionado en las artes gráficas, las instalaciones acústicas y el diseño de escenografías teatrales- ha sido el que más notoriedad global le ha merecido.
Barcelona, Tokio, Chicago, Río de Janeiro, Niza, Toronto, Jerusalén… la lista de ciudades que han acogido las obras del escultor catalán podría continuar. Ahí están esas obras, en medio de plazas o jardines, entre el murmullo cotidiano que atestigua el incesante ir y venir de la gente. Ahí están constantes en un escenario cambiante, como regalos para un transeúnte que busca reposo. “Creo que la escultura debe dar cobijo a la gente”, opina Plensa. Por ello, sus esculturas, aunque en muchos casos lleguen a sobrepasar los diez metros de altura, nunca son disruptivas. A veces, son simples cabezas humanas que mediante sus ojos cerrados evocan un estado meditativo y de ensoñación. En otras ocasiones, las esculturas son de cuerpo completo, pero mantienen la referencia al mundo interior por medio de su postura recogida y ensimismada.
Una vez más, aparece un binomio de oposiciones, quizás el más insistente en la obra de Plensa: el de la colectividad y la individualidad, lo público y lo íntimo. La individualidad se enfatiza no sólo en la intención introspectiva de las piezas sino por el hecho de que muchas de ellas están inspiradas en rostros reales. Carmela de Barcelona, Sanna de Suecia o Rui Rui de Shanghái, entre muchas más, son niñas cuyos rostros fueron escaneados para obtener una imagen 3D que luego fue distorsionada. Convertido en escultura, ese rostro es emplazado en un espacio de dominio público. Y entonces ocurre lo que más le interesa al autor: la gente conecta con ellas, interactúa. Las esculturas se hacen realmente públicas y el mosaico de individualidades se vuelve representativo de la colectividad.
En este contexto cobra sentido el hecho de que Plensa utilice letras del alfabeto para conformar la piel de muchas de sus esculturas, pues entiende el lenguaje como un elemento constitutivo del hombre, tanto en lo privado como en lo público. Por un lado, representa la historia personal, el texto tatuado que llevamos a cada momento. Por otro lado, simboliza nuestra capacidad para enlazarnos y conectarnos con los otros. Con el lenguaje tejemos las redes de nuestra sociabilidad y por eso el artista utiliza las letras como metáforas del ser humano: “las letras en asociación pueden formar una palabra, una palabra con otra palabra, un texto, y un texto con otro texto, cultura. Yo creo que el ser humano es parecido. Es riquísimo en contenidos, un individuo solo, pero en asociación con otros puede formar comunidad […]”.
Ese esfuerzo incesante por conciliar al individuo con la colectividad que impregna toda la propuesta artística de Plensa, ¿no es también definitorio de toda la condición humana? ¿No apuntan hacia ello todos nuestros esfuerzos formativos? ¿No podría entenderse como una definición general de la educación y la cultura? Una suma de individualidades que busca interrelacionarse, desarrollar en conjunto su máxima potencialidad. Somos los formados de historias y palabras que, a partir de la riqueza de su mundo interior, logran encontrar códigos comunes para enlazarse con el afuera y comenzar el diálogo.
[…] el lenguaje como un elemento constitutivo del hombre, tanto en lo privado como en lo público.
Jaume Plensa, Echo (Eco), 2011. Colección de Museo de Arte de Seattle, Olympic Sculpture Park, obsequio de la Colección Barney A. Ebsworh. Cortesía de Richard Gray Gallery. Fotografía de Benjamin Benschneider.
Una suma de individualidades que busca interrelacionarse, desarrollar en conjunto su máxima potencialidad.
1) Jaume Plensa, Mist (Neblina), 2014. Basílica de San Giorgio Maggiore, Venecia, Italia; evento colateral de la 56ª edición de la Bienal de Venecia. Fotografía de Jonty Wilde. Cortesía de Richard Gray Gallery.
2) Jaume Plensa, Together (Juntos), 2014. Basílica de San Giorgio Maggiore, Venecia, Italia; evento colateral de la 56ª edición de la Bienal de Venecia. Fotografía de Jonty Wilde. Cortesía de Richard Gray Gallery.
3) Jaume Plensa, House of Knowledge (Casa de conocimiento), 2008. Exposición al aire libre organizada por la Ciudad de Burdeos, Francia. Fotografía de Plensa Studio Barcelona, 2013. Cortesía de Richard Gray Gallery.
4)Jaume Plensa, Looking into My Dreams, Awilda (Examinando mis sueños, Awilda), 2012. Vista de la exhibición 1004 Portraits en el Millennium Park, Chicago, 2014-2015. Cortesía de Richard Gray Gallery. Fotografía de Kenneth Tanaka.
5)Jaume Plensa, Sanna, 2013. Vista de la exhibición al aire libre organizada por la Ciudad de Bordeaux, Francia. Cortesía de Richard Gray Gallery. Fotografía de Plensa Studio Barcelona, 2013.
6)Jaume Plensa, Twenty-Nine Palms (Veintinueve palmeras), 2007. Instalación en Yorkshire Sculpture Park. Cortesía del artista y Yorkshire Sculpture Park. Fotografía de © Jonty Wilde.
7)Jaume Plensa, House of Knowledge (Casa del conocimiento), 2008. Cortesía del artista y Yorkshire Sculpture Park. Fotografía de © Jonty Wilde.
8) Jaume Plensa, Various Sculptures (Varias esculturas), 2015. Basílica de San Giorgio Maggiore, Venecia, Italia; evento colateral de la 56ª edición de la Bienal de Venecia, 2015. Fotografía de Jonty Wilde. Cortesía de Richard Gray Gallery. richardgraygallery.com
Mariana Pérez es historiadora del arte y trabaja en proyectos de educación artística y cultural.