EL PODER Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES

por Chantalle González L.

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En el contexto internacional, las luchas y símbolos de poder que dan supremacía a las naciones se han ido modificando. Hoy, fenómenos como la globalización han complejizado estas dinámicas y cada vez es más difícil hablar de superpotencias aisladas.

Ed Fairburn, Daughter Merchandise (Hija mercancía), 2013. Cortesía del artista. edfairburn.com. Cortesía del artista.

El ser humano en sociedad ha tenido que luchar por dominar a sus semejantes, por obtener poder. Hobbes en Leviatán, habla de una inclinación natural, un deseo insaciable de poder que a la vez se traduce en una necesidad permanente de conservarlo. Esta lucha también se expresa en el escenario global. La política internacional obedece a una dinámica de lucha, en la que se encuentran en constante choque las voluntades de Estados que utilizan sus recursos para perseguir intereses esenciales frente a los de los demás.

Pero, ¿de qué manera puede un Estado dominar a los otros? ¿Cuáles son los factores que determinan el lugar que ocupa en la jerarquía internacional y el nivel de influencia que ejerce? ¿Cómo se explica que algunos países dominen tan claramente las reglas del juego?

La historia enseña que existe una serie de elementos esenciales que permiten evaluar las capacidades que posee un Estado. Por un lado, encontramos la necesidad de una situación geográfica estratégica; la posesión de recursos naturales y la habilidad para transformarlos en capacidades económicas; el tamaño y las características de la población; la fortaleza y la estabilidad del gobierno; y, la capacidad militar. A estos, es necesario añadir otros elementos menos tangibles pero que de igual manera contribuyen a delimitar la posición que ocupa en el sistema: el prestigio, entendido como la imagen de poder que se proyecta eficazmente al exterior, la efectividad de la política exterior y de la diplomacia.

El poder estatal no es mesurable en función de la posesión de unos de estos factores sin considerar los demás. Un Estado es capaz de influir en el comportamiento de otros y moldear las coyunturas internacionales a su favor, no cuando posee todos los elementos de poder, sino cuando logra entrelazarlos y orientarlos estratégicamente para alcanzar sus intereses nacionales. En el caso de los Estados Unidos, por ejemplo, su territorio vasto y rico en recursos naturales, su geografía privilegiada que lo mantuvo alejado de los conflictos de poder en Europa y le permitió desarrollarse económica y militarmente, sin sufrir de alguna influencia dominante exterior, una sólida moral nacional en torno a la creencia de ser “el pueblo elegido”, la fortaleza de su economía y un ejército dominante, le permitieron expandir su territorio y proyectar una imagen de poder mediante una política exterior coherente. Todos estos elementos de poder se conjugaron y le dieron la posibilidad de consolidar su hegemonía internacional desde la segunda mitad del siglo XX, a pesar de ver señales que nos permiten hablar de un posible declive relativo.

Sin embargo, el poder no se puede comprender de manera global ya que toda definición depende del contexto histórico del que emerge y de los actores que participan en la relación de poder. En las relaciones internacionales el poder no es estático, evoluciona conforme a la técnica, a los avances tecnológicos y al progreso de las ideas. Mientras que en el siglo XIX el tamaño del ejército y la flota mercante eran esenciales para medir el poder de una nación, en el siglo XXI la evolución de las técnicas de guerra ha reducido la importancia del tamaño y capacidad de movilización de un ejército, a favor del uso de la tecnología para atacar o lanzar misiles de largo alcance sin necesidad de tener proximidad geográfica.

Ed Fairburn, Luner See/Austria (Lago Luner/Austria), 2014. edfairburn.com. Cortesía del artista.

Maya Lin, Atlas Landscape, Rand McNally, The New International Atlas (Paisaje atlas, Rand McNally, El nuevo atlas internacional), 1981, 2006. Fotografía de G.R. Christmas. © James Cabot Ewart. Cortesía de Pace Gallery.

En la actualidad, el fenómeno de la globalización, la interdependencia y la interconexión que ésta genera, han modificado las características de la lucha por el poder internacional. Esto se hace evidente tanto en la relevancia que se otorga a los factores tradicionales de poder, como en la incorporación de nuevos elementos y en la participación de nuevos actores en esta dinámica global. En una era en que el uso de la fuerza militar se encuentra constreñida y limitada por el derecho internacional, adquieren preeminencia otros elementos de poder suave, no coercitivos, pero que de igual forma determinan las relaciones de control y poder. La diplomacia pública, los programas culturales y de intercambio cultural, la asistencia para el desarrollo o la ayuda humanitaria, entre otros, son factores que contribuyen a influir por medio de la persuasión y la atracción, no el uso de la fuerza o las amenazas. Nuevamente el caso de los Estados Unidos nos ayuda a ilustrar esta situación. Es indudable cómo la cultura popular “americana” ha contribuido a diseminar la idea de este país como el símbolo por excelencia de apertura, libertad y progreso; el atractivo de sus ideales políticos y culturales es la herramienta esencial para mantener su estatus como potencia en el sistema internacional.

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"En la actualidad, el fenómeno de la globalización, la interdependencia y la interconexión que ésta genera, han modificado las características de la lucha por el poder internacional”.

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Otro cambio trascendental ha sido la emergencia de actores no estatales que han pasado a desempeñar papeles y funciones cada vez más significativas e importantes en la sociedad internacional. Los Estados no son más los únicos actores en las relaciones internacionales, las fronteras de lo nacional se erosionan y se vuelven cada vez más porosas. La sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales, las organizaciones supranacionales (como la Unión Europea), las empresas trasnacionales, entre otros, han incrementado su influencia para moldear y presionar a los gobiernos a adoptar políticas que favorezcan sus intereses. Estos nuevos participantes buscan no ser sólo objetos, sino sujetos de poder e intentan influir en la dinámica política internacional y obtener sus intereses de grupo.

La lucha por el poder continúa siendo el rasgo distintivo del sistema internacional, aunque las características de esta disputa son cada vez más complejas. La globalización ha modificado de manera acelerada las relaciones de poder en el sistema internacional, cada vez es más difícil hablar en términos de hegemonías o superpotencias. La difusión del poder global genera nuevos desafíos para tomar decisiones en una escala internacional, pero también abre una ventana de posibilidades para aquellos actores que antes tenían una limitada injerencia y que hoy encuentran en el escenario internacional un nuevo espacio propicio para luchar y alcanzar sus intereses.

Chantalle González es Licenciada en relaciones internacionales y pasante de la maestría en política y administración pública en la Universidad de Concordia en Montreal, Canadá.