Techo viviente - detalle. Nueve especies de plantas nativas de California forman el techo viviente y proveen hábitat para la vida salvaje local, 2008. Fotografía de © Griffith Tim.
por Jorge Reynoso Pohlenz
LA FORMACIÓN DE LA ARQUITECTURA DEBE CONSIDERAR LA NATURALEZA HÍBRIDA DE LA DISCIPLINA Y POR LO TANTO HACERSE A PARTIR DE UN DIÁLOGO PERMANENTE ENTRE LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA. LO ANTERIOR A FIN DE LOGRAR PROYECTOS POR MEDIO DEL PROCESO DE DISEÑO, QUE CUMPLAN CON EL OBJETIVO FINAL DE ESTA PRÁCTICA: LA HABITABILIDAD.
La inserción inevitable de la arquitectura en el ámbito universitario no le puede erradicar su necesario carácter híbrido, igualmente próximo o distante a las técnicas, las artes y las humanidades. El lugar de origen de la enseñanza arquitectónica fue el taller y la práctica de la disciplina fue concebida como oficio gremial, quizá más próximo a lo que actualmente entendemos como artesanía que al de las artes. Como sucede con otros campos de estudio, el de la arquitectura incluye materias muy diversas, algunas normativas y otras de naturaleza técnica o teórica; en principio, todas estas asignaturas convergerían y buscarían su lugar funcional en torno de un proceso específico del oficio que podríamos denominar como “proyecto-diseño-programación”. Elijo esta palabra combinada para designar al proceso medular de la disciplina, luego de aclarar que las tres palabras que se reúnen en la definición no constituyen momentos de una secuencia lineal (“primero se proyecta, luego se diseña y, al final, se formaliza un plan”) sino un diálogo constante y fluido entre factores teóricos, técnicos y operativos que se incorporan en distintos momentos de la proyección y definición de una “obra”. Asimismo, el proceso en el corazón del oficio arquitectónico tendría que estar condicionado –tanto en el aula como en la práctica profesional– por la habitabilidad, la noción de factibilidad de la “obra”, así como por un sistema cronológico que podemos definir como plazos de entrega. Incluso el boceto sencillo y primitivo de un alumno de primer año o un prototipo utópico y temerario, deberían suponer la posibilidad de realización y habitabilidad. Habría que añadir que deberíamos encaminarnos hacia un concepto de habitabilidad que abarcara estar, desplazarse, congregarse, convivir, confrontarse y expandirse; un concepto que se emancipara y trascendiera los “eficientes” diagramas de flujo de la ergonomía y la ingeniería industrial.
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Vista del bosque pluvial - el público conoce a residentes de la región de Borneo, Costa Rica y el Amazonas, 2008. Fotografía de © Griffith Tim.
[…] no existe en la arquitectura
un divorcio entre los saberes necesarios y el ejercicio obligado de la imaginación creativa […].
Detalle del techo viviente (vista aérea), 2008. Fotografía de Tom Fox, SWA Group ©.
Debe señalarse también que en el aprendizaje y en la práctica del proceso de “proyecto-diseño-programación” el desarrollo de la creatividad no está restringida a la “formalización” del diseño (al tiempo que la planeación misma es sujeto de diseño). Una práctica aparentemente tan humilde como el despiece (la capacidad de determinar las unidades que conforman un elemento constructivo) es al mismo tiempo un cometido de orden económico y un ejercicio de imaginación y creatividad. Como en todas las disciplinas entendidas arcaicamente como un “saber hacer” no existe en la arquitectura un divorcio entre los saberes necesarios y el ejercicio obligado de la imaginación creativa, que ideal y potencialmente puede alcanzar un estado de operación que desde la mirada ajena aparenta ser intuitivo y que sólo puede alcanzarse, precisamente, practicando bajo la supervisión de tutores. Éstos, aunque dedican algo de su tiempo a la cátedra, ejercen su actividad profesional fuera de ella, en el mundo de las factibilidades, las gestiones y, a veces, las desilusiones. Inevitablemente, la autoridad del tutor de proyectos no se expresa frecuentemente como un aliento estimulante al desbordamiento de la imaginación creativa del alumno, sino muchas veces como amonestación; recíprocamente, el discípulo transmite al tutor una dosis benéfica de insolencia, entusiasmo y conocimiento actualizado de teorías, tendencias y sistemas que el maestro desconoce: la escuela de arquitectura es al mismo tiempo academia de artes liberales y taller de oficios.
Las disciplinas teóricas que recurren a modelos matemáticos han sido grandemente beneficiadas por la gran capacidad de los sistemas informáticos para procesar información; sin embargo, no pueden prescindir de la agilidad que permite el pizarrón y la hoja de papel. En el caso de la arquitectura, los sistemas de diseño asistidos por computadora han liberado a los practicantes del oficio de una serie de fatigosos procesos mecánicos, pero sus interfaces (todavía) no pueden sustituir al dibujo como medio eficiente para desarrollar un proceso de diseño (pensar, probar, representar y negociar). Generalmente, se asume que cada aprendiz encontrará su camino para pensar y expresarse por medio del dibujo, pero todavía son pocos los tutores y las instituciones que reconocen la necesidad de apoyar este proceso subjetivo con metodologías que contribuyan al desarrollo del pensamiento visual y la expresión gráfica.
[…] el discípulo transmite al tutor una benéfica dosis de insolencia, entusiasmo y conocimiento actualizado […].
Posiblemente, el recurso del dibujo sobre papel se integró de manera relativamente reciente al oficio arquitectónico; pero es muy probable que el trazo –la abstracción de una intención constructiva por medio de la proyección virtual de líneas sobre el espacio– sea uno de sus principios originales. Las palabras programar y proyectar suponen una imposición de la intención artificial sobre el mundo, una intención que a veces debe doblegarse ante los recursos materiales, al tiempo que el ingenio busca extender las posibilidades de estos recursos. Es poco frecuente que las clases de historia de la arquitectura dediquen un tiempo a especular sobre los medios de realización de las obras presentadas, hasta reducirlas muchas veces a modelos formales y estilísticos. Una historia de la arquitectura que incorporara también la historia de los procesos constructivos –incluso tanto las tecnologías involucradas como los factores económicos y de gestión política– permitiría a esta asignatura una mayor integración con otras e incluso la podría convertir en eje aglutinante del aprendizaje del oficio. Pienso también en una historia de la arquitectura que, al tiempo que siga presentando las obras modélicas de los géneros templario, conventual, palaciego y sepulcral –los más comunes en la exposición de la arquitectura antigua– también incorporará la historia de los hogares, las plazas, los mercados y las arquitecturas nómadas y ambulantes.
Entrada principal - A diferencia de otros museos de historia natural, este museo está lleno de luz, 2008. Fotografía de Nic Lehoux. © Rpbw, Renzo Piano Building Workshop.
Jorge Reynoso Pohlenz es arquitecto y Consejero de la Embajada de México en la Federación de Rusia.