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Un día sin Donald Trump

(o la crónica de rebelión de los ricos despreciados).

 

Los controvertidos comentarios de Donald Trump acerca de los mexicanos son solo reflejo de una mentalidad racista norteamericana mucho más profunda. Este ensayo reflexiona sobre las libertades civiles de los migrantes en Estados Unidos a partir de un análisis coyuntural que señala las acciones contradictorias de los gobiernos de México y Estados Unidos ante este sector de la población.

Por Marco Castillo

Más allá del escándalo planeado del empresario estadounidense Donald Trump, para despertar la ira de los mexicanos, que con su respuesta lo pusieran en el centro de la atención mediática, el evento nos puso frente a la pregunta: ¿qué tan importantes somos los migrantes y los mexicanos para la sociedad estadounidense?

Por principio, el hecho de que el acaudalado personaje y su equipo asesor hayan elegido a los mexicanos una vez más (ya lo ha hecho antes) nos habla de dos cosas: que los mexicanos, su lengua y su cultura (su presencia, pues) son un tema relevante en los Estados Unidos, y que su importancia no alcanza a imponer respeto entre la sociedad de aquel país. Me enfocaré en la segunda, con la intención de mostrar que las oportunidades de integración regional y desarrollo entre México y Estados Unidos están opacadas por un profundo racismo basado en el miedo a la invasión.

Si como consecuencia de su mensaje, Donald Trump alcanzó hasta el segundo lugar en las preferencias del voto Republicano, ello sería muestra de que la estrategia de ventilar y mostrar orgullo por el racismo hacia los mexicanos es efectiva entre los conservadores de los Estados Unidos. Esto, aunado al hecho de que ni siquiera los Demócratas han sido capaces de promover una iniciativa que genere consenso entre los diversos actores de la política norteamericana, da cuenta de nuevo de cómo en aquel país los mexicanos, al menos en la vida pública, no somos importantes. Cuando no somos de segunda, somos el sujeto perfecto para perpetuar el arraigado racismo de los vecinos del norte.

Y el autor de este artículo se pregunta entonces ¿cómo en una región con tal intensidad de intercambio comercial, de migración, de cooperación para la Seguridad, ningún gobierno ha sido capaz de avanzar en la inclusión social y detener la discriminación y el racismo hacia los mexicanos y las comunidades hispanohablantes viviendo en Estados Unidos?, ¿de quién depende?, ¿qué no los negocios irían mejor si ello sucediera? Digo esto considerando, por ejemplo, la cifra récord (538 mil 483 millones de dólares) que alcanzó el comercio entre México y Estados Unidos en 2014, de acuerdo con el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.Pero luego, si miramos hacia abajo y a la derecha vemos otra realidad: sociedad, instituciones y autoridades en México y Estados Unidos se han beneficiado maravillosamente de postergar la plena incorporación de los trabajadores mexicanos y sus familias a las economías, locales, regionales e internacionales.

México ha intentado, desde la década de los ochenta, movilizar y desplazar grandes masas de trabajadores campesinos a las ciudades, a las economías de mercado regional, asfixinado las economías tradicionales, discriminando la cultura histórica dominante en las comunidades, permitiendo la degradación de la calidad de vida producto de la violencia, las adicciones y la falta de educación autónoma y empoderadora. Los trabajadores, por su parte, han concluido que, bajo dichas circunstancias de cerco, es preferible arriesgarse un poco más y lanzarse al país vecino donde se puede ganar hasta tres veces más que en las grandes ciudades mexicanas.

Allá, en aquel país, son recibidos por la puerta trasera de la economía informal que deja millones de dólares en ganancias al gobierno y a la iniciativa privada, mientras una mayoría de estos trabajadores están dispuestos a hacer mucho sin reconocimiento de estatus migratorio, sin seguridad social, ni derechos laborales plenos.


Marco Castillo es Antropólogo Social, director fundador del Instituto de Investigación de Práctica Social y Cultural A.C. Coordina el proyecto de construcción de la “Asamblea Popular de Familias Migrantes” y de la campaña Acción Migrante.

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