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SOÑAR DESPIERTOS: LO QUE POSIBILITA LA OBRA DE LUIS FELIPE ORTEGA

Luis Felipe Ortega,  ... y luego se tornará resquicio. Luis Felipe Ortega en el Museo Amparo. Cortesía del Museo Amparo.

por Carlos Azar Manzur

LA EXPOSICIÓN …Y LUEGO SE TORNARÁ RESQUICIO. LUIS FELIPE ORTEGA, PRESENTADA EN EL MUSEO AMPARO DE PUEBLA, DESBORDA EN SÍ MISMA, EN LOS CONCEPTOS QUE INVESTIGA Y LAS POSIBLES INTERPRETACIONES, PERO SOBRE TODO, ESTÁ COLMADA DE UNA NUBE DE ENSOÑACIÓN QUE DISLOCA NUESTRA VISIÓN DEL MUNDO.

“Los sueños están vivos. Los sueños vagan”.

Pascal Quignard, La vida no es una biografía

 

Espacios trastocados, diálogos que se antojan imposibles, juegos de tiempo, miradas que convocan a la seducción, silencios… ¿Estoy soñando? Como si recién entreabriera los ojos a una mañana nueva, tras un velo negro que flota apenas, me sorprende una sutil rendija por donde se cuela la luz. Avanzo, no hay nada que defina el camino, sólo una sensación desbordada, A propósito del borde de las cosas.

Con unos pasos de diferencia, una pieza de un negro sólido ocupa casi toda la sala rectangular. Es un Espacio cerrado, aunque tiene libre el área inferior. Por un segundo me imagino ahí, abajo, sintiendo esa pesadez voluminosa, en un recurrente a punto de caer, como en un sueño del que no quieres despertar, por la mera curiosidad de saber qué pasa.

El Museo Amparo —que tiene su propia historia, ligada a una época de pujanza del periodo virreinal y a otro tipo de sueños, vinculados, quizá, con los espléndidos cargamentos de la nao de China o con el coro de ángeles que continúa custodiando la ciudad de Puebla— recientemente acogió la exposición … y luego se tornará resquicio, del artista multidisciplinario Luis Felipe Ortega (Ciudad de México, 1966) curada por Daniel Montero.

Ninguna de sus piezas está contenida en sí misma. Para quien observa —mira atentamente— y lee la breve información de cada cédula se abre la posibilidad de una reflexión mayor. Por ejemplo, en el Desayuno para Ailton Krenak, las plomadas en perfecta suspensión remiten a la tensión actual entre la naturaleza y la desproporcionada injerencia de los seres humanos, como ya advertía el filósofo indígena brasileño en su libro Ideias para adiar o fim do mundo (Ideas para posponer el fin del mundo): sí, vivimos palpitantes bajo el riesgo al que nuestro propio accionar nos ha expuesto, pero soñamos que todo está bien.

Probablemente por eso, y por su propia formación en filosofía y letras, las piezografías que ocupan otra de las salas parecen entresacadas de una ensoñación latente, la del propio Luis Felipe sopesando las nociones de tiempo en obras tan diversas como las de los escritores João Guimarães Rosa, Jorge Luis Borges, Yukio Mishima… La disposición del acrílico sobre el algodón enfatiza el efecto.

Desde otra materialidad y con una perspectiva más amplia, acontece lo mismo con las piezas sin título I y II, que abordan su “posición en el presente a partir de un diálogo permanente con P. P. Pasolini”. Entonces, asistimos a esa retroalimentación inacabada con otro creador multifacético.

Y como parte de ese juego de atemporalidades, Luis Felipe Ortega anuncia que La verdad habita en el fondo del túnel y le advierte al visitante —con la encomienda de que entre en solitario para poder vivir la experiencia—, que la intención es “provocar un trayecto y recorrido hacia uno mismo, en silencio”, aunque resulta interrumpido por el sonido crudo de las pisadas sobre vidrio roto.

En otro espacio del recinto se proyecta Altamura, un video a color con sonido de Mauricio Orduña, que transporta a escenas etéreas que fluyen mientras se escucha una conversación sugerida por Ortega, quien edita con intención diálogos de personajes tan disímbolos como Kurt Cobain, Genet, Capote, Céline, Burroughs, Beckett y Pasolini, cada uno en su lengua materna y exaltando sus propias ideas. En algún punto Burroughs enuncia: Thanks for the last and greatest betrayal of the last and greatest of human dreams.

Pero en el quehacer artístico de Luis Felipe Ortega no hay traición, sino transparencia. Con piezas sorpresivas, colocadas estratégicamente lo mismo a ras del piso que en una esquina, a modo de mosaico, abarcando la totalidad de las paredes de otra sala, o bien, en la monumentalidad del vestíbulo, ofrece algunas de las infinitas posibilidades con que medita en torno al horizonte, el cambio de perspectivas, los límites. Hay que permitirse sentir esa poética personalísima, e incluso soñar despiertos.

Luis Felipe Ortega, Notas sobre el silencio de S. Penna, 2018 - 2022. Cortesía del Museo Amparo.

Con piezas sorpresivas, colocadas estratégicamente […] ofrece algunas de las infinitas posibilidades con que medita en torno al horizonte, el cambio de perspectivas, los límites.

Vistas de la exposición ... y luego se tornará resquicio. Luis Felipe Ortega en el Museo Amparo. Cortesía del Museo Amparo.

Martha Patricia Montero estudió comunicación social en la UAM-X y un Diplomado en comunicación y literatura en la UIA. Cuenta con un posgrado en gestión cultural en Barcelona y otro, Entre cuerpos y miradas: artes, poéticas y políticas de la mirada en educación, por FLACSO Argentina. Becaria del Fonca, imparte regularmente talleres de escritura creativa y colabora para diferentes publicaciones. https://alrededordelfuego.com | Instagram @yosoymartha.

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