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Microrrelatos sobre justicia

Selección: Paola Tinoco García

La práctica del microrrelato es un arte histórico que encierra minuciosidad y talento. Esta es una selección de voces jóvenes y consagradas que nos muestra un horizonte narrativo que establece vínculos y perspectivas entre la ficción y la justicia.

EL VEREDICTO 01_ok

Crédito de la imagen: Pablo García Fernández, El veredicto, 2009. Cortesía del artista. www.pinterest.com/lapizplumapapel/

Veredicto

Una vez dicha la sentencia,

juzgué prudente declarar mi número de cuello.

Jorge F. Hernández


Jorge F. Hernández. Escritor y académico. Ha publicado La soledad del silencio (FONCA, 1991), En las nubes (El Equilibrista/CNCA 1997), Escenarios del sueño (CNCA, 2005) y su primera antología de cuentos Un montón de piedras (Alfaguara, 2013).

L0076265 A human head partially dissected and seen from the front Credit: Wellcome Library, London. Wellcome Images images@wellcome.ac.uk http://wellcomeimages.org A human head partially dissected and seen from the front. Drawing by R. Ennis, 2007. Anatomical study based on wax dissection model, Florence. 2007. Ink drawing 2007 By: Richard EnnisPublished: - Copyrighted work available under Creative Commons Attribution only licence CC BY 4.0 http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/

R. Ennis, Cabeza humana parcialmente disecada, 2007.

El escobillado

Miró satisfecho el trabajo, el escobillado estaba listo y sólo faltaba que secara. Un par de sillones y un mueble con una televisión esperaban en casa de su primo para ser trasladados a la nueva vivienda. Fumó un cigarro y salió canturreando la melodía preferida de su mujer. Regresó por la noche, se tambaleaba y veía borroso por el alcohol. Poco antes de alcanzar la puerta, tropezó con las herramientas que usó por la mañana. No metió ni las manos y cayó de cara contra la rasqueta, cuyo extremo se le enterró en el ojo. Ni cuenta se dio de lo ocurrido. Debajo del piso de la sala, el corazón delator de su esposa recién enterrada por la mañana, también dejó de latir.

Bibiana Camacho


Bibiana Camacho. Ha colaborado en publicaciones periódicas, algunos de sus cuentos forman parte de los libros Aviso oportuno, Pan de muerto y Ciudad fantasma. Ha publicado Tu ropa en mi armario (Jus, 2010), Tras las huellas de mi olvido (Almadía, 2010) y La sonámbula (Almadía, 2013).

V0050705 A bat and three fully dressed birds flying by moonlight. Credit: Wellcome Library, London. Wellcome Images images@wellcome.ac.uk http://wellcomeimages.org A bat and three fully dressed birds flying by moonlight. 1900 By: George Hope. TaitPublished: - Copyrighted work available under Creative Commons Attribution only licence CC BY 4.0 http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/

George Hope. Tait, Un murciélago vestido, pájaros volando bajo la luna, 1900.

Los horrores

Hace siglos que estoy entre ustedes. Soy un vampiro. Ya colgué de una soga y pasé doce días en un hoyo del que salí con las uñas. Comí un pedazo de mierda que confundí con chocolate, navegué encadenado en un barco de esclavos, los chinos me usaron de mono de circo, fui peón de vía en la India, viví en el cascajo de un terremoto, tuve tuberculosis, sífilis y paludismo. Nada se acerca a los horrores que viví en manos de la justicia mexicana.

Luisa Reyes Retana


Luisa Reyes Retana. Estudió Derecho en el ITAM y un posgrado en Derecho Comparado en la Universidad de Berkeley, en California. Es colaboradora de diversas publicaciones y cofundadora de Sicomoro Ediciones.

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José David Morales, Ilustración para el libro Cuentos de Vampiros.

XI. La Justicia

Los viejos discuten sentados sobre uno de los platillos de la balanza; sobre el otro, corretean los jóvenes fogosos. Los primeros escriben rimas para enseñar a los segundos; los segundos desprecian los ripios gritando sentencias.

La balanza se inclina, busca el equilibrio, pero los personajes se empeñan en sus roles. Bastaría que todos supieran que son espejo los unos de los otros. Y que el otro lado del espejo está aquí y está allá.

La justicia es ciega: no tiene tiempo para contemplarse en los reflejos del país imaginado ni de ningún otro.

Erika Mergruen


Erika Mergruen. Escritora. Ha publicado El Osario (2001) y El sueño de las larvas (2006) y La piel dorada y otros animalitos (2009); el libro de minificciones El último espejo (2013); y la novela La casa que está en todas partes (2013). 

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Al modo de Johann Caspar Lavater y Thomas Holloway, Un par de ojos expresando el carácter de un pensador sólido, sensato e intrépido, 1794.

Historia de mi país

Cuando era secretario actuario del Tribunal de Justicia me tocó embargarle a un hombre la maquinita con la que hacía obleas, una mañana de junio. El hombre vivía en los límites de La Estancia, en una casa que era apenas un cuarto de lámina de asbesto, el suelo de tierra y las paredes agujereadas. El abogado que llevaba el juicio pasó por mí al juzgado en un coche último modelo y, apenas subir, me preguntó que si podía fumar. Le dije que sí. El abogado sacó un habano, lo encendió con el encendedor automático de su lujoso automóvil y se puso a fumar todo el camino sin decirme una sola palabra, como si el acompañante que llevaba a su lado fuera un fantasma. Llegamos a la estancia y entramos por una callecita empedrada, que luego se convirtió en un camino de tierra. Daba hacia unas huertas de limón y tamarindo. La casa de lámina de asbesto estaba en medio de la nada. Estacionamos el coche junto a un comedero para vacas y descendimos sin hacer mucho aspaviento. El abogado tiró el habano que tenía apretado entre los dientes y cogió una copia del expediente. El hombre nos vio llegar, al abogado que llevaba el caso y a mí, y siguió con lo suyo, como si ya supiera justamente a lo que íbamos. Nos aproximamos. El hombre estaba sentado en un banco de madera, con las rodillas casi arrastrándole en el suelo. Le hice saber el motivo de la demanda y le pedí que señalara bienes para el embargo. El hombre dijo que lo único que tenía era esta maquinita con la que estoy haciendo obleas, señores, y que era el solo instrumento que tenía para vivir. Nada más. El hombre agachó la cabeza. Vivía en un muladar. Una mesa desportillada. Una cama con el colchón sin sábana, ni resortes. Unas herramientas amontonadas en un rincón de la cocina. Una cacerola con un huevo frito que, por la apariencia, parecía haber estado ahí desde hacía una semana. Miré al abogado y, antes de decir cualquier cosa, el abogado se adelantó diciendo que nos la teníamos que llevar, refiriéndose a la maquinita. Entonces el hombre sacó la oblea que hacía, metió en una bolsa negra la maquinita y me la extendió, sin oponer resistencia, pero mirándonos con unos ojos vidriosos, vacíos. Yo levanté el acta correspondiente y al cabo de un par de minutos regresamos por donde habíamos venido. Subí al coche último modelo y puse a un lado mío la maquinita para hacer obleas, a la que el abogado le puso debajo una franela para evitar que le fuera a manchar los asientos de piel. Hoy, después de casi quince años, el hecho me sigue desmembrando los huesos. La diligencia fue algo legal, es cierto, pero jamás justa, como casi todo en mi país. Todavía hoy creo que debí haber pagado con los cinco pesos de salario que tenía los tres pesos que debía ese hombre, cuyos ojos me siguen todavía por la espalda, a donde voy. Los siento arder ahora mismo que escribo estas palabras.

Rogelio Guedea


Rogelio Guedea. Escritor y académico. Columnista en SinEmbargoMX y La Jornada Semanal.


Paola Tinoco García (Ciudad de México, 1974) es escritora, editora y promotora literaria. Miembro del consejo editorial del periódico Reforma. Es compiladora de la antología de microrrelato Mexicanos en una nuez, publicada recientemente por Posdata Editores.

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